Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, recuerda en el día de hoy, festividad de la Anunciación cuando «vino el ángel de parte de Dios y entabló un diálogo con María, la llena de gracia, para anunciarle el plan divino de la redención por medio del Hijo hecho carne en su seno virginal. María dialogó con el ángel, no por plantearle dudas ni incertidumbres, sino para responder más conscientemente en su plena libertad al designio de Dios. La virginidad de María no era incompatible con su maternidad divina, al contrario, era la plenitud de esa virginidad, porque era una maternidad en la plenitud de la vitalidad maternal. Virgen y madre llegan aquí a su máxima expresión».
Hoy también se celebra la fiesta de la Vida. “Acoger y cuidar la vida, don de Dios”, es el lema de este año. «Dios se ha hecho embrión, ha comenzado a existir en todas las fases del feto hasta ser dado a luz en la noche de Belén. El misterio del Verbo encarnado ilumina hoy con luz propia esa fase oculta de la vida de todo ser humano. Desde la concepción somos personas. Desde el instante mismo en que el óvulo es fecundado por el espermatozoide, tenemos una nueva vida, una nueva persona, con todos los derechos de vivir y con todas las obligaciones de quienes le rodean para no interrumpir su proceso de maduración», afirma el obispo en su carta pastoral.
Monseñor Demetrio Fernández subraya que «el sí a la vida encuentra hoy escollos a salvar, como es la reivindicación del derecho a decidir la matanza de esa vida, si no resulta placentera. El aborto se ha generalizado como si de beber un vaso de agua se tratara. Y por este camino son cientos de miles, de millones de personas que son asesinadas en el seno materno, con la colaboración de una sociedad que no se inmuta, que se ha insensibilizado ante la muerte de los inocentes». El obispo de Córdoba pide «no callar ante este genocidio, busquemos las formas adecuadas para que quienes tienen problemas con un nuevo nacimiento encuentren otro regazo que pueda acunar ese niño, en lugar del cubo de basura de un paritorio».
Si bien el aborto es un atentado grave contra la vida, la eutanasia no es menos. «Encontramos otro reto, que va ampliándose como fruto del egoísmo que descarta a quienes no valen. Es la vida de los ancianos, de las personas terminales, de las que merecen cuidados paliativos y no los encuentran. La eutanasia no es solución, ni el suicidio asistido. La persona que está bien atendida no quiere morirse. Quien quiere morirse es porque ha sido descartada ya hace tiempo por quienes debieran cuidarla», señala Monseñor Demetrio.
El obispo de Córdoba añade que «tenemos que revertir esa tendencia, saliendo al encuentro de quienes están solos, de quienes sufren situaciones irreversibles. La fe cristiana nos enseña que el sufrimiento es el principal ingrediente de la redención. Y todo el que sufre está llamado a ser colaborador en primera fila del misterio redentor, con Jesucristo, con María, con todos los santos».