El ‘santo’ de Benedicto XVl, el rebrote de la rusofobia, las ofensas a Dios

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No podemos permitirnos que la trepidante información diaria nos impida olvidarnos de lo fundamental. Empezamos felicitando, con retraso,  a Benedicto XVI por su ‘santo’ en el día de San José: «Si os asalta el desánimo, pensad en la fe de José; si os invade la inquietud, pensad en la esperanza de José, descendiente de Abrahán, que esperaba contra toda esperanza; si la desgana o el odio os embarga, pensad en el amor de José, que fue el primer hombre que descubrió el rostro humano de Dios en la persona del Niño, concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María».

Es domingo, ya el tercero de la cuaresma, y entramos en las noticias de hoy.

Ya hace tiempo que hablábamos de posibles fechas para la publicación de la  Constitución Apostólica «Praedicate Evangelium». Ya la tenemos, en el día de San José y con entrada en vigor el día de Pentecostés. No contamos con muchas reacciones de fondo y sí, algunos artículos que señalan poco más que su publicación. La curia romana, en otros tiempos una de las instituciones más prestigiosas del mundo, lleva tiempo sumida en una decadencia creciente. La inmensa mayoría de sus trabajadores están porque reciben un salario, es su forma de vida y no se caracterizan por su especial identificación con lo que la iglesia es y con su misión evangelizadora. En los tiempos conciliares la totalidad de la curia romana, incluido el Gobernatorato, el gobierno ‘civil’ de la ciudad del Vaticano, no llegaba a millar de trabajadores, todos se conocían personalmente y había un algo grado de identificación con la iglesia. Hoy, hablamos de más de cinco mil, y los vínculos se han diluido en todos los sentidos, tanto humanos como divinos.

Roma es una ciudad, junto con los antiguos estados pontificios, que ha sido gobernada por el papa durante un largo periodo de su historia, desde la caída del imperio hasta la unificación de Italia, más de mil quinientos años. El ciudadano medio domina muy bien el mundo eclesiástico y sabe cómo jugar con él. Películas tan magistrales como ‘El Marqués de Grillo’, o ‘El último Papa Rey’ muestran este ambiente papalino romano. La nueva constitución desea que: “Los que sirven en la Curia son elegidos entre obispos, presbíteros, diáconos, miembros de institutos de vida sagrada y sociedades de vida apostólica y laical que se distinguen por su vida espiritual, buena experiencia pastoral, sobriedad de vida y amor a los pobres , espíritu de comunión y servicio, competencia en los asuntos que se les encomienden, capacidad para discernir los signos de los tiempos. Para ello es necesario dedicar una cuidadosa atención a la selección y formación del personal, así como a la organización del trabajo y al crecimiento personal y profesional de cada uno”. Por ahora, no se pide ser católicos ni tener fe, se presupone, pero no se pide, si estas fueran la condiciones nos quedaríamos diezmados.

Sobre el contenido pensamos que no encierra muchas novedades y estamos en una ‘actualización’, mucho más que una reforma, de la Regimini Ecclesiae Universae del año 1967 de Pablo VI. La Pastor Bonus y la actual nacen de aquella y la ajustan. Vemos que los organismos se agrupan o estiran, pero no veremos muchos cambios de despachos, salvo los esperados por jubilación. Se dan como novedades cosas que ya existen, como son laicos en cargos de gobierno que no son de ahora. Nos parece mucho más preocupante la existencia en el texto de algunas puertas abiertas que pueden parecer marginales y no lo son. Vemos la inmediata reacción del prelado, que no obispo, del Opus Dei, al que le afecta de lleno: «Entre las numerosas modificaciones, se establece que las prelaturas personales se encuadren en el Dicasterio del Clero». «Cambia el interlocutor ordinario con la Santa Sede (muchos de los asuntos que la Prelatura trata habitualmente con la curia romana tienen relación con su presbiterio), pero no se modifica en nada la sustancia de la Prelatura del Opus Dei, formada por laicos y sacerdotes, mujeres y hombres, como se establece en los Estatutos que la Sede Apostólica dio a la Obra». Ahora los laicos, mujeres y hombres, pasan a depender del Clero y no de Obispos, mucho nos tenemos que en los próximos meses el Opus Dei tendrá mucho trabajo en ‘ajustar’ sus estatutos.

Un largo artículo de hoy subraya el peligro del crecimiento, muy preocupante,  del odio antirruso que se está extendiendo. Pocas veces en la historia ha habido una histeria tan profunda, airada y odiosa, una execración inhumana y antihumana contra todo un pueblo, sus ciudadanos, sus símbolos culturales, su historia. Este odio ha llegado a picos de vulgaridad y maldad que ha golpeado a una nación, a un pueblo contra el cual, cabe recordar, no estamos en guerra ni tenemos por qué estarlo. Todas las fuerzas políticas, los medios de comunicación, los líderes de opinión, la academia, la cultura dominante participan en los “dos minutos del odio”, ahora continua y sin límites,  ordenada por el globalismo contra Rusia, elevada al rango de estado supercanalla. Vivimos momentos que a los los ricos de todo el mundo, Zuckerberg, Bezos, Soros y otros,  se les llama ultrarricos o magnates, pero solo a los ricos rusos son llamados, con clara intención denigrante, «oligarcas»

Los arrebatos rusofóbicos se han repetido en la historia. La rusofobia prevaleció y creció esencialmente durante la Revolución Francesa, cuando» ruso «se convirtió en sinónimo de hiperreaccionario, y fue propagada poderosamente por la cultura liberal inglesa y francesa en la época de la guerra de Crimea. El Mar Negro dejaba de ser un lago musulmán y Grecia logró, en 1821, liberarse del dominio turco gracias a la ayuda de Rusia. En Gran Bretaña surgió ese miedo atávico al surgimiento de una nación hegemónica en Europa y, derrotado Napoleón, el nuevo enemigo se convirtió en Rusia. La propaganda británica incluso inventó un falso testamento de Pedro el Grande que ordenaba a sus sucesores conquistar el mundo.  En 1829 la caballería rusa llegó a pocos kilómetros de Constantinopla con el ejército otomano en plena derrota, Londres amenazó con desplazar la flota y declarar la guerra a Moscú. The Times escribió: «No hay ninguna persona en su sano juicio en Europa que pueda contemplar con satisfacción el inmenso y rápido crecimiento del poder ruso». En 1827, el Herald elogió una guerra preventiva: «Con tal aumento de poder, Rusia podrá, cuando lo desee y sin gran dificultad, tomar posesión de Constantinopla».

El Papa Francisco se ha desplazado al Hospital Pediátrico Bambino Gesù para visitar la sala donde se encuentran los niños hospitalizados, en este momento 19, que han llegado desde Ucrania en los últimos días.

La carta que el Papa Francisco remitió a los obispos de Estados unidos, de la que informábamos ayer, no es única y como intuíamos, se dirige a todos los episcopados del mundo. Es muy grato ver como se nos pide unirnos en oración en estos momentos. No estamos ante un recurso mágico, que no nos implica personalmente. No podemos pedirle a Dios que nos dé la paz si no estamos dispuestos a dar signos concretos de conversión y reparación de los pecados. No debemos pedirle a Dios una simple no beligerancia, una especie de restauración de la situación al día anterior al estallido de la guerra o volver a la situación de antes de la pandemia. Cuando Dios permite hechos dolorosos, siempre apunta a la purificación: «Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido».

«…si no os convertís, todos pereceréis lo mismo».

 

SPECOLA.

Infovaticana

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