Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Este año celebramos la Pascua no con el sonido alegre de las campanas, sino con el ruido en nuestros oídos de bombas y explosiones no lejanas de aquí… «Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Si no cambian sus lanzas en guadañas, sus espadas en arados y sus misiles en fábricas y casas, ¡todos perecerán de la misma manera!”, lo dijo el Cardenal Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap., Predicador de la Casa Pontificia, en su homilía en la celebración de la Pasión del Señor que fue presidida por el Papa Francisco, la tarde de este 15 de abril, Viernes Santo, en la Basílica de San Pedro.
«Pilato dijo, ¿Qué es la verdad?»
Después de la Primera Parte de la celebración litúrgica, es decir, de la Liturgia de la Palabra, en la que se anunció la pasión y muerte del Señor, el Predicador de la Casa Pontificia pronunció su homilía centrada en el diálogo de Jesús con Pilato, en el cual le pregunta: ¿Qué es la verdad? “Jesús – afirmó el Cardenal Cantalamessa – quiere que Pilato entienda que la pregunta es más seria de lo que cree, pero que tiene un significado solo si no repite simplemente una acusación de otros”. Jesús, trata de llevar a Pilato a una visión más elevada. Le habla de su reino, un reino que «no es de este mundo». El procurador solo entiende una cosa: que no se trata de un reino político.
Vino a la tierra ser testigo de la verdad
Al declarar que Jesús es rey, señaló el fraile capuchino, Jesús se expone a la muerte; pero en lugar de disculparse negándolo, lo afirma fuertemente. Y así, revela su origen superior, por lo tanto, misteriosamente existía antes de la vida terrenal, viene de otro mundo. Vino a la tierra ser testigo de la verdad. Trata a Pilato como un alma que necesita luz y verdad y no como a un juez. Se interesa en el destino del hombre Pilato, más que en el suyo personal. Con su llamada a recibir la verdad, quiere inducirle a entrar en sí mismo, a mirar las cosas con un ojo diferente, a colocarse por encima de la contienda momentánea con judíos.
El hombre de hoy también da la espalda a la verdad
Al repasar el diálogo entre Jesús y Pilato, el Cardenal Cantalamessa precisó que, esta página del Evangelio es hoy muy actual. Al igual que en el pasado, el hombre se pregunta: «¿Qué es la verdad?». Pero, como Pilato, da la espalda distraídamente al que dijo: «He venido al mundo para dar testimonio de la verdad» y «¡Yo soy la Verdad!». En este sentido, el Predicador de la Casa Pontificia dijo que había seguido a través de internet innumerables debates sobre religión y ciencia, sobre fe y ateísmo, y en las horas y horas de diálogo, una cosa le ha llamado la atención, es decir, que nunca se menciona el nombre de Jesús. Todo sucede «etsi Christus non daretur»: como si nunca hubiera existido en el mundo un hombre llamado Jesucristo.
La verdad de Cristo en la historia
En este sentido, el Predicador de la Casa Pontificia dijo que, un conocido escritor inglés del siglo pasado —conocido por el gran público por ser el autor del ciclo de novelas y películas «El Señor de los Anillos», John Ronald Tolkien— en una carta, dio esta respuesta a su hijo que le presentaba la misma objeción: “Se necesita una sorprendente voluntad de no creer para suponer que Jesús nunca existió o que no dijo las palabras que se le atribuyen, pues son imposibles de inventar por cualquier otro ser en el mundo”. La única alternativa a la verdad de Cristo, agregaba el escritor, es que se trata de «un caso de megalomanía demente y fraude gigantesco». ¿Podría tal caso, sin embargo, resistir veinte siglos de feroz crítica histórica y filosófica, y producir los frutos que ha producido?
El mundo es más absurdo y desesperanzador sin la fe
Asimismo, el Cardenal Cantalamessa dirigiéndose a los hermanos ateos, agnósticos y a quienes se encuentran todavía en búsqueda, les recordó que, el iniciador de la corriente filosófica del Existencialismo, Søeren Kierkegaard, dijo que, en nuestro tiempo, “se habla mucho de miserias humanas; se habla mucho de vidas desperdiciadas. Pero desperdiciada es sólo la vida de ese hombre que nunca se dio cuenta, porque nunca tuvo, en el sentido más profundo, la impresión de que hay un Dios y que él —precisamente él, su yo—, está ante este Dios”. Se dice: ¡hay demasiada injusticia, demasiado sufrimiento en el mundo como para creer en Dios! Es cierto, pero pensemos en cuánto más absurdo y desesperanzador se vuelve el mal que nos rodea, sin fe en un triunfo final del bien.
¿Deberíamos seguir creyendo en ti todavía?
El diálogo de Jesús con Pilato, afirmó el Cardenal Cantalamessa, ofrece la ocasión para otra reflexión dirigida esta vez a nosotros los creyentes y hombres de Iglesia, no a los de fuera. ¡Los hombres de tu Iglesia, tus sacerdotes te han abandonado; han descalificado tu nombre con crímenes horrendos! ¿Y deberíamos seguir creyendo en ti todavía? También a esta terrible objeción, el Predicador de la Casa Pontificia respondió con las palabras que el mismo escritor recordado escribía al hijo: “Nuestro amor se podrá enfriar y nuestra voluntad rasguñar por el espectáculo de las deficiencias, la locura y los pecados de la Iglesia y sus ministros, pero no creo que quien ha creído de verdad una vez abandone la fe por estas razones, y menos aún quien tiene algún conocimiento de la historia … Esto es cómodo porque nos empuja a apartar la vista de nosotros mismos y de nuestras faltas y encontrar un chivo expiatorio… Creo que soy tan sensible a los escándalos como lo eres tú y cualquier otro cristiano”. He sufrido mucho en mi vida a causa de sacerdotes ignorantes, cansados, débiles y, a veces, incluso malos. Por lo demás, era de esperar un resultado de este tipo.
¡Pasemos a Aquel que no pasa!
Finalmente, el Cardenal Cantalamessa concluyó diciendo que, este año celebramos la Pascua no con el sonido alegre de las campanas, sino con el ruido en nuestros oídos de bombas y explosiones no lejanas de aquí. “Recordemos lo que Jesús respondió una vez a la noticia de la sangre que Pilato había hecho correr, y del derrumbe de la torre de Siloé: «Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Si no cambian sus lanzas en guadañas, sus espadas en arados y sus misiles en fábricas y casas, ¡todos perecerán de la misma manera! Los acontecimientos nos han recordado que los arreglos del mundo cambian de un día para otro, que todo pasa, todo envejece; todo falla.