Fieles lloran la ausencia de sacerdote ejemplar en Diócesis de Coatzacoalcos… Aún ciego, mostró fortaleza y legado de no rendirse por vicisitud alguna

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Su voz era el cantar de los mismísimos ángeles cuando se tenía el honor de presenciar sus celebraciones eucarísticas, ahora ya no está y eso es un dolor que tardará en sanar mucho tiempo; nos quedamos con su gran compromiso social y humano que tuvo con todos nosotros, quienes lo quisimos mucho.

Así definió Don Héctor, uno de los innumerables fieles, el trabajo pastoral del P. José Alfingel Vázquez Domínguez, quien lamentablemente murió este día.

Será una “insustituible ausencia”, mencionaron otros feligreses que lo conocieron.

Y es que, como atestiguó ACN, el sacerdote de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en el municipio de Las Choapas, Ver., abría su corazón en cada homilía y demostró que ser ciego no es una excusa para no ser feliz.

Fue el 23 de marzo de 2012, cuando el P. Alfingel perdió la vista por una agresiva diabetes.

Un video que circula en las redes, con fecha del 03 de agosto del 2014, evidencia que el presbítero era un hombre de mucha fe, tierno y carismático.

En sus palabras, menciona:

Quedar ciego para mí significó una prueba y he dicho que es un reto. Para mí, en mi incapacidad, no es un obstáculo, ni para vivir alegre, ni para servir; esto me hizo más fuerte para poder superarme.

En ese mismo material audiovisual, recordó:

Mi papá fue campesino, de oficio aserrador de madera. Se llamó Leopoldo Vázquez Peralta; mi mamá fue una mujer también campesina, fueron gente pobre, pero gracias a Dios lograron alcanzar mucho; ella fue siempre ama de casa, de nombre Josefa Domínguez González. Procrearon 7 hijos (…).

Quizás las palabras más conmovedoras que recopiló aquella entrevista al P. Alfingel fueron las siguientes:

Pediría a todos a los que padecen, que no se desalienten; muchos menos que amarguen o frustren su vida; sino que abracen el sufrimiento y lo ofrezcan. Hoy sabemos que nuestro sufrimiento unido a la pasión de Cristo tiene un gran valor rector y que lo tenemos que ofrecer por nosotros y pro el mundo de hoy donde necesitamos la paz, la conversión de tantos hombres y mujeres que se han olvidado de Dios o se han perdido en la maldad.

Por el gran legado que dejó entre muchos de los pobladores, pasarán muchos años, talvez décadas, para que cese el dolor de los laicos por esta triste pérdida en la Iglesia católica.

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