Declaró otro sacerdote en el juicio que se sigue contra el exobispo de Orán Gustavo Oscar Zanchetta, acusado como autor del delito de abuso sexual simple continuado agravado por ser cometido por un ministro de culto religioso reconocido en perjuicio de G.F.L.G. y M.C.
En su declaración, el sacerdote Juan José Manzano expresó que no fue testigo directo de los hechos, sino que se enteró por comentarios.
Dijo que en 2.016 se desempeñaba como párroco de General Mosconi y a veces llevaba tres seminaristas de esa localidad hasta Orán. Agregó que uno de ellos le mencionó que se sentía incómodo, estaba como angustiado, porque el obispo a veces los veía en paños menores, y en ocasiones les pedía que le hagan masajes.
El seminarista le contó en esa oportunidad que eso ocurría en algunos viajes que se hacían, y sentía una especie de riesgo o de peligro para algunos de sus compañeros, ya que había un trato especial con algunos. Contó que en esa oportunidad le sugirió que hablara con su director espiritual o confesor.
Expresó que el obispo en ese tiempo había expresado su preocupación por el abandono de algunos seminaristas, a los que conocía porque fue párroco de Colonia Santa Rosa.
También se refirió al episodio de las fotos, al que aludió otro de los testigos, y que intentaban resolverlo internamente sin que trascendiera. Comparó la función del anterior obispo, Marcelo Colombo, con la gestión de Gustavo Oscar Zanchetta respecto al manejo del seminario y dijo que fueron muy distintas.
Contó que Zanchetta, mientras se desempeñaba como obispo, tenía tendencia a abrazar por largo tiempo, y recordó que vio una situación que ocurrió en la casa parroquial de la Catedral cuando fue a saludarlo luego de una celebración.
Contó que «monseñor» estaba con algunos jóvenes, como muy cargoso con uno de los chicos, ya que le hacía algunas preguntas y luego le ofreció un vaso con cerveza. Fue entonces cuando el padre Acevedo le dijo que «no se permitía las bebidas alcohólicas».
El tribunal está integrado por los jueces de la Sala II del Tribunal de Juicio de Orán, María Laura Toledo Zamora, Raúl Fernando López, y Héctor Fabián Fayos. En el juicio interviene la Unidad Fiscal creada específicamente para este caso, conformada por Pablo Rivero y Soledad Filtrin Cuezzo.
“Un hombre autoritario que inspiraba temor”
La ronda de testimoniales en el juicio contra el ex obispo de Orán, Gustavo Zanchetta, continuó ayer con la declaración vía remota de un exseminarista.
Contó que a veces, cuando Zanchetta salía a recorrer la diócesis o necesitaba que lo lleve a algún lado, era él quien manejaba el vehículo, y se refirió a él como un hombre autoritario a quien todos los seminaristas y sacerdotes le tenían miedo.
Dijo que tenía un trato diferencial con algunos seminaristas y que otros eran ignorados. Agregó que vio los abrazos que por lo general eran desde atrás y duraban más de la cuenta, y también los masajes. Aclaró que cree en la declaración de los denunciantes.
Luego declaró la psicóloga que asistió a los seminaristas y que prestaba colaboración durante la gestión de Zanchetta.
Ella contó que tenía a su cargo el taller de educación emocional. Agregó que atendió a M. C., y dijo que los jóvenes se sentían limitados para hablar con libertad.
Refirió que cuando se fue Zanchetta advirtió que se sintieron liberados y se expresaron más, hubo una mayor producción por parte de ellos. Dijo que hubo una superposición de roles entre el obispo y el rector, padre Martín Alarcón.
A su turno, el sacerdote Martín Alarcón, que se desempeñaba como rector del seminario Juan XXIII durante la gestión de Zanchetta, y fue uno de los sacerdotes que lo denunció en el juicio canónico.
Expuso que los seminaristas tenían miedo, ya que el imputado iba seguido al seminario, y les decía que él era el obispo y que los podía sacar o correr del seminario. Contó que G.G. tenía un estado de ansiedad por el hecho de todo lo que vivía, y ello lo llevó a renunciar después.
Hizo referencias a las preferencias de Zanchetta por algunos seminaristas, que les hacía regalos en forma personal o a través de terceros como ropa, computadoras o dinero.
Agregó que cuando él tenía que viajar o ausentarse de la ciudad, los seminaristas le pedían que no se fuera mucho tiempo porque el obispo tenía otro comportamiento cuando él no estaba.
Coincidió con lo expuesto por la psicóloga en cuanto a que los seminaristas empezaron a hablar más sobre el trato por parte del obispo una vez que éste se fue.
También las partes escucharon por vía remota la declaración de otro exseminarista que fue citado como testigo.
Relató su ingreso al seminario e hizo referencia a los tratos preferenciales del obispo con algunos seminaristas, entre los que se contaban las víctimas, y que los distinguía con regalos.
Contó que presenció algunos momentos incómodos, ente ellos cuando Zanchetta les pedía que le hagan masajes. Agregó que el acusado tenía un criterio para su elección, en particular el aspecto físico. Describió al exobispo como una persona manipuladora.
Luego declaró Gabriel Alejandro Acevedo otro de los sacerdotes que denunció a Zanchetta en el juicio canónico. Contó sobre lo que en su momento le dijeron los seminaristas, e hizo referencia a los acercamientos físicos a las víctimas.