No es la primera vez que, durante el gobierno de un pontífice católico popular y saludable en El Vaticano, sale un libro titulado El próximo Papa: en 1995, Peter Hebblethwaite analizó, en un texto así denominado, la trastienda de “las fuerzas que elegirán al sucesor de Juan Pablo II y decidirán el futuro de la iglesia Católica”, según su propia síntesis. Pero sí es la primera vez que se publican dos libros con ese mismo título y al mismo tiempo: The Next Pope, de George Weigel, y The Next Pope, de Edward Pentin, retoman la tradición política de especular sobre quiénes son los mejores candidatos a suceder a, en este caso, Francisco, mientras el actual papa parece no necesitar reemplazo urgente.
Los lanzamientos han causado cierto escándalo entre la dirigencia vaticana y los analistas especializados. El National Catholic Reporter (NCR), por ejemplo, anunció como “exclusiva” la noticia de que “el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, ha enviado a cardenales de todo el mundo copias de un libro que sugiere las cualidades que serían deseables en un futuro papa, en una aparente ruptura con la práctica tradicional de que los más altos prelados de la iglesia católica se abstengan de hacer lobby a favor de posibles candidatos al papado”.
El mero hecho de que en lugar de ignorarlas Francisco se manifestara “divertido” con las publicaciones de Weiger y Pentin (pues confía en que “será el espíritu santo quien señalará a su sucesor, no los lobbies”, según un vocero oficioso) confirma el impacto de los libros que describen las características que debería tener el sucesor de Jorge Bergoglio y hasta listan sus nombres. La salida de los nuevos El próximo Papa parece una versión vaticana de “¡Conoce a tu segunda esposa!”, el sketch de Saturday Night Live (SNL) que protagonizaron Tina Fey y Amy Poehler en 2015:
—¡Y este es el primer programa en el cual hombres felizmente casados tienen la oportunidad de conocer a la persona que un día se convertirá en su segunda esposa!
—¿Están entusiasmados? —los hombres se miran confundidos.
—Perdón, ¿de qué se trata este programa? —pregunta uno, incómodo, mirando hacia el público, donde está su esposa.
—Ya verás —le dice Fey.
Las críticas de Weigel, biógrafo y amigo de Juan Pablo II
Weigel, autor de Testigo de esperanza y El final y el principio, la biografía de Karol Wojtyla, basó sus observaciones sobre el sucesor de Francisco en sus diálogos con Juan Pablo II (de quien, además, fue amigo), el papa emérito Benedicto XVI y el propio Bergoglio. La mayoría de los analistas del texto, subtitulado ”El ministerio de Pedro y una iglesia en misión”, encontraron que era harto difícil no encontrar, en cada cualidad deseable para ser el próximo papa, una crítica a las características del actual.
Por ejemplo, tras una serie de preguntas retóricas sobre si es posible reescribir la palabra evangélica, el crítico del “catolicismo light” (aunque en este libro no empleó la expresión que suele usar en sus artículos) prescribió: “El próximo papa debe comprender todo esto y debe comprometerse a conducir una iglesia hacia el trabajo de evangelización centrado en Cristo”. La secuencia hace muy difícil no entender que, implícitamente, Weigel dice que este papa no comprende todo eso y no se ha comprometido a tal conducción.
Lo mismo se aplica a “El próximo papa debe expresar el poder del evangelio en su propia vida”, un deber que emanaría de que el actual no lo hace, y a “Y el próximo papa debe comprender que la obra de evangelización sólo tiene éxito cuando se ofrece el evangelio completo”, no una versión parcial, o light.
En America, la publicación jesuita de los Estados Unidos, escribió John Strynkowski, retirado ya de sus funciones en la Diócesis de Brooklyn: ”En su nuevo libro El próximo Papa, George Weigel intenta crear un perfil del siguiente sumo pontífice. El perfil que impone se puede resumir sencillamente: ‘Nada que ver con Francisco’. El libro es una crítica escasamente sutil del actual obispo de Roma. En sus breves 133 páginas conté al menos 62 ocasiones en las que usó el verbo ‘deber’ con respecto a lo que el próximo papa tendría que hacer”.
La iglesia en una disyuntiva histórica
Entre esas fuertes recomendaciones —que se respaldan con la historia del catolicismo— se incluyen consejos para limpiar la curia romana. En pocas palabras, el sucesor de Francisco debería terminar con la crisis del abuso sexual clerical de alcance mundial, aunque para hacerlo, moderó Weigel, puede “continuar el trabajo de sus antecesores”. La ocasión podría ser única: “Los católicos viven hoy en día en la turbulencia de un momento de transición”.
Desarrolló Weigel: “La iglesia católica es la misma iglesia a lo largo del tiempo, dado que, como nos recuerda san Pablo en la Epístola a los efesios 4:5, sirve al mismo señor, está hecha de la misma fe y nace del mismo bautismo. El modo de ser católica cambia, sin embargo, para satisfacer las demandas de la misión salvadora de Cristo, que es continua, en el mundo. Ha habido cinco transiciones históricas, cambios de época, en la historia cristiana. Actualmente está sucediendo una.”
A continuación, el autor ubicó a Francisco, generacionalmente, como un papa influido por el Concilio Vaticano II, como Juan Pablo II y Benedicto XVI; pero también como uno que, ideológicamente, hizo una interpretación diferente de la de sus dos antecesores.
“Jorge Mario Bergoglio no vivió el Concilio Vaticano II directamente. Pero fue un joven jesuita durante el concilio y un superior religioso en el periodo conflictivo que siguió de inmediato”, escribió. “Como arzobispo de Buenos Aires, fue una figura central en la redacción del documento de Aparecida. Como papa, Francisco ha descripto a Pablo VI (quien presidió tres de las cuatro sesiones del Vaticano II) como su modelo papal, y ha canonizado tanto al papa Pablo como al papa Juan XXIII, los dos papas del Concilio Vaticano II. Así que el papa Francisco es en buena medida un papa conciliar.”
El siguiente, reflexionó, debería ser lo contrario. “Probablemente el proximo Papa habrá sido un adolescente o un hombre muy joven durante los años del Vaticano II; incluso podría haber sido un niño en aquel tiempo. En cualquier caso, no habrá sido moldeado por la experiencia del concilio y los debates que le siguieron inmediatamente sobre su significado y su recepción, como Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. De esta manera el próximo papa será una figura de transición de una manera distinta a la de sus antecesores inmediatos”.
¿Se puede “ajustar y hasta corregir lo que Jesús enseñó”?
Weigel criticó con especial dureza la exhortación apostólica Amori Laetitia, de 2016, por su capítulo VIII, “Discernimiento de las situaciones llamadas ‘irregulares’”, es decir, la posibilidad de que parejas que no estén casadas en una ceremonia religiosa (por ejemplo, católicos divorciados, o católicos divorciados y vueltos a casar civilmente) puedan recibir los sacramentos en determinadas condiciones.
El autor neoconservador católico insinuó que eso lesiona lo “liberador” de la doctrina: “Las palabras del señor Jesús sobre la naturaleza del matrimonio y su permanencia, ¿se mantienen verdaderas y obligatorias hoy? ¿O nuestra experiencia de la fragilidad del matrimonio en la sociedad contemporánea nos da el poder de ajustar y hasta corregir lo que Jesús enseñó? Las palabras y los mandatos de san Pablo sobre cómo ser merecedores de recibir la santa comunión, ¿se mantienen verdaderos y vinculantes hoy? ¿O nuestro momento histórico nos ha dado el poder de corregir y ajustar lo que san Pablo enseñó?”.
Abundó: “Las enseñanzas del señor Jesús y san Pablo sobre la ética del amor humano y lo que da lugar a un amor que albergue la felicidad y la bienaventuranza, ¿se mantienen verdaderas y obligatorias hoy? ¿O la revolución sexual nos ha dado el poder de ver estos asuntos con más claridad que el señor Jesús, san Pablo y la enseñanza coherente de la iglesia durante dos milenios? La Gran Comisión de salir y ganar discípulos en todas las naciones, ¿se aplica a los pueblos indígenas?”.
El Vaticano “no es una ONG”
No son discusiones sobre políticas a seguir, subrayó, sino “sobre la realidad de la revelación divina”. A continuación señaló que “es importante notar que estos debates emergen de ubicaciones sociológicas e históricas específicas”. Y destacó un concepto que se repite varias veces en el libro: la iglesia católica no es una organización no gubernamental (ONG) que ofrece ayuda a los necesitados del mundo, sino ante todo una institución doctrinaria.
Weigel apuntó a Francisco al abordar la pérdida de influencia del catolicismo en lugares como Europa Occidental, América del Norte, Australia, Nueva Zelanda y América Latina. Si bien las razones son diversas —desde el desarrollo económico y el mayor acceso a la educación superior hasta el ascenso del islamismo y distintas comunidades cristianas evangelistas—, responsabilizó por eso a una falta de concentración en Cristo de, indirectamente, el actual papado.
“La iglesia que ha abrazado el evangelio, ofreciéndoles a los hombres y las mujeres el gran regalo de la amistad del señor Jesucristo, incorporando a esos amigos del señor en la comunión de sus discípulos y dando poder sacramental a esos discípulos para que ofrezcan a otros el don que han recibido, ese catolicismo está vivo, aun en circunstancias cultural y políticamente desafiantes”, escribió.
En cambio, “la iglesia que ha perdido confianza en el evangelio, la iglesia que ya no proclama el evangelio como una verdad de salvación y una misericordia divina para todos, la iglesia que parece pensarse a sí misma como una ONG que hace buenas obras socialmente aprobadas, ese catolicismo está muriendo, aunque allí donde es fuerte en lo financiero y parece robusto en lo institucional. Y ese catolicismo es bastante marginal en relación a la sociedad, la cultura y la vida pública”.
El próximo Papa deberá aceptar la evangelización como eje de su tarea y crear una “comunión de discípulos en misión” que ofrezca el evangelio completo. “Esa oferta se debe hacer con respeto total por la libertad humana y con una comprensión compasiva de las complejidades del corazón humano sobre la cuales el profeta Jeremías escribió hace unos 2.600 años. Pero la oferta del Evangelio, completo, se debe hacer”. Completo se entiende como opuesto a parcial, o light.
Los candidatos de Pentin
El otro The Next Pope se ocupa menos de cómo debería ser el sucesor de Bergoglio para centrarse en quién y ofrece los nombres de 19 papabili, una fracción de los 124 que podrían aspirar a gobernar la iglesia católica. Su autor, corresponsal en El Vaticano del National Catholic Register de los Estados Unidos, una agencia de noticias religiosas vinculada a la cadena televisiva pro-republicana Eternal Word Television Network, propuso una “primera edición” de nombres.
Con un voltaje político que no desentonaría en Capitol Hill o el Palacio de Buckingham, en los Agradecimientos Pentin reconoció “en primer lugar a aquellos que desean mantenerse en el anonimato pero que tuvieron la idea para este proyecto, lo financiaron generosamente y organizaron la investigación a lo largo de una cantidad de años”, y luego “a los investigadores que también desean mantenerse en el anonimato pero pasaron muchas horas revisando publicaciones y sitios en busca de información que convirtiera a este libro en una fuente tan valiosa como fuera posible”.
Tras definir al papa como “el vicario de Cristo, el obispo de Roma, el líder espiritual terrenal de más de 1.000 millones de almas católicas y sin dudas la voz moral y religiosa más reconocida, más influyente y ampliamente venerada del mundo”, Pentin señaló que los cardenales que lo eligen —entre los cuales se halla quien será ungido— “son mucho menos conocidos”. Hizo entonces un recuento histórico del concepto de papado, el papel de los cardenales y el proceso del cónclave.
Los 19, según los expertos, combinan figuras muy previsibles con otras más inesperadas, un poco más de conservadores que de liberales, y algunas omisiones significativas. Entre los que podrían continuar el camino abierto por Francisco se destacan los cardenales Pietro Parolin (secretario de Estado del Vaticano), Peter Turkson y Luis Tagle; entre los que de ninguna manera lo harían hay nombres fuertes como los de los cardenales Raymond Burke, Angelo Bagnasco, Angelo Scola y Robert Sarah. Entre los inesperados muchos señalaron al cardenal Matteo Zuppi y entre las ausencias, a cuatro de los seis consejeros actuales de Francisco: los cardenales Reinhard Marx, Oswald Gracias, Giuseppe Bertello y Óscar Maradiaga.
La lista completa
En el libro aparecen por orden alfabético:
Angelo Bagnasco, arzobispo emérito de Génova y uno de los candidatos en 2013, cuando fue elegido el argentino;
Raymond Leo Burke, estadounidense y un fuerte crítico de Francisco, uno de los cuatro firmantes de una carta contra la exhortación apostólica Amori Laetitia;
Dominik Duka, primado de la República Checa;
Willem Jacobus Eijk, arzobispo de Utrecht;
Péter Erdő, primado de Hungría, también candidato en el cónclave de 2013;
Gerhard Ludwig Müller, alemán, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe y también reconocido crítico del actual papa;
Wilfrid Napier, sudafricano, franciscano;
Seán O’Malley, arzobispo de Boston y también nombre resonante en 2013, quien fue la primera autoridad católica en tener un blog y un podcast;
Marc Ouellet, canadiense, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina;
Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede;
Mauro Piacenza, cardenal diácono de San Pablo en las Tres Fuentes y penitenciario mayor;
Malcolm Ranjith, arzobispo de Colombo y primado (de facto) de Sri Lanka;
Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura;
Robert Sarah, guineano, ultra conservador, afín a las ideas del arzobispo excomulgado Marcel Lefebvre; si bien en público se manifiesta favorable a Francisco, según el periodista francés Frederic Martel es “uno de sus más implacables enemigos”;
Christoph Schönborn, arzobispo de Viena y conde de Schörborn, amigo de Bergoglio;
Angelo Scola, arzobispo emérito de Milán, candidato tan firme en 2013 que por error la Conferencia Episcopal Italiana lo felicitó públicamente;
Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila y prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, muy activo en las redes sociales;
Peter Turkson, ghanés, otro nombre elegible en 2013 y actual prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede; y
Matteo Maria Zuppi, arzobispo metropolitano de Bologna.
Entrar papa y salir cardenal
El libro comentó negativamente algunos actos del papado del argentino: “Francisco creó una situación anómala”, “Francisco eligió no celebrar reuniones pre-consistorias durante su papado” o “cuatro cardenales hicieron cinco preguntas al papa para clarificar las ambigüedades que muchos vieron en el texto de Amoris Laetitia”, por ejemplo. También recordó la llamada del arzobispo Carlo Maria Viganò “a la renuncia del papa Francisco”. Y, en general, propuso una perspectiva: “Un antiguo dicho sobre las elecciones papales es que ‘a un papa flaco lo sigue uno gordo’, lo cual significa que un pontífice que se elige probablemente será lo opuesto a su antecesor en sus perspectivas, o quizá más liberal que el papa conservador que reemplaza, y viceversa”.
La investigación que dio origen a este pronóstico vaticano no se organiza como una colección de biografías con anécdotas, sino que, tras una breve noticia informativa sobre la vida eclesiástica del cardenal en cuestión, “se divide en tres secciones, que sintetizan el ministerio triple (munus) del sucesor de los apóstoles: 1) sacerdote, con su papel de santificación; 2) rey, con su papel de gobierno; 3) profeta, con su papel de enseñanza”. Muchas veces la tercera sección es más amplia, “porque revela el verdadero carácter y las creencias del individuo”.
Para moderar la ambición de su listado, Pentin también recordó: “Otro antiguo dicho sobre los cónclaves es que un hombre entra a un cónclave como papa pero se va como cardenal. En otras palabras, con frecuencia las expectativas se vienen abajo”. El mismo Francisco, recordó Pentin, no estaba entre los papables de 2013.
Con información de Infobae