El crimen del aborto

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El pasado 29 de Julio, los ministros de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia votaron en contra de un proyecto que pedía la despenalización del aborto en Veracruz, muchas personas defensoras del derecho a la vida confundieron esta resolución como una victoria; sin embargo, no es así, pues los ministros rechazaron el proyecto no por el fondo, sino por la forma, pues estuvo pésimamente elaborado.

Esta efímera victoria sólo es útil para concientizar a la sociedad de que es una falacia que el aborto sea un derecho de las mujeres, pues nadie tiene derecho a matar, salvo en legítima defensa y este no es el caso. Cuando se trata de la eliminación cruel de un ser indefenso, que si bien esta dentro del cuerpo de la madre y dependa en su gestación y desarrollo de ella, es diferente a ella, pues el feto no es un cúmulo de células asistemáticas o desorganizadas, ni son parte u órgano del cuerpo de la madre, el embrión, según lo demuestra la ciencia, tiene ya la conformación característica de la especie humana.
Se acusa a la iglesia de ser dogmática y por ende irracional en la defensa de la vida del ser humano desde su concepción y de actuar contra la libertad de las mujeres de decidir sobre su propio cuerpo, pero lo cierto es que los estudios científicos, cada vez le dan más la razón a quienes defienden la vida desde su inicio y dejan en claro que el feto que se gesta en el vientre de la madre es ontológica y biológicamente distinto a ella.
El aborto siempre ha sido y será un crimen, un asesinato que éticamente debe ser condenado, pues se trata de la eliminación cobarde del ser humano más indefenso. La mujer, si así se quiere ver, puede libremente decidir sobre su vida y sobre su cuerpo, pero no sobre el cuerpo y la vida de otra persona. Cabe aclarar que una mujer que se diga cristiana, no es libre de de decidir ni sobre su propio cuerpo y vida, pues le pertenece enteramente a Dios. En nuestra sociedad se habla hasta la saciedad de derechos, pero no de deberes y responsabilidades, el ejercicio de la sexualidad sin responsabilidad se ha ido convirtiendo en la mayor cusa de abortos, sobre todo, en los adolescentes.
Todo crimen tiene sus consecuencias y su castigo y, si bien la ley puede exonerar a la mujer que aborta, lo cierto es que su conciencia nunca lo hará. En el ejercicio del sacramento de la confesión siempre me ha impresionado la terrible carga de culpabilidad que por años, por décadas, llevan sobre sí las mujeres que han abortado, incluso si ya han recibido la absolución sacramental, la culpa continúa, pues les queda claro que no se deshicieron de un embrión o un feto, sino que cometieron el horrendo crimen de asesinar a su propio hijo o hija.
Con información de: Contra Replica/P Hugo Valdemar
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