La LXV Legislatura de la Cámara de Diputados ha sido llamada la de la “Paridad, Inclusión y Diversidad”. Las razones son tan importantes como históricas. No sólo para dar a las mujeres igual número de curules que los hombres, sino que en la actual conformación de la Cámara baja, dos de sus integrantes, son transexuales. Esto motivó además a la creación de una nueva comisión ordinaria de dictamen, la de diversidad, ocupada de consolidar en el sistema jurídico las normas que las comunidades LGBTQ+ empujan por sus supuestos derechos.
Sin embargo, el activismo del lobby trans llega a un grado que llama la atención. Recientemente, el franco embate trans contra el panista Ricardo Quadri ha capturado la atención debido al tono de los dimes y diretes. Su raíz estaría en las eventuales modificaciones constitucionales que darían carta de naturalización a las “diversidades sexuales”, además del aborto como derecho de las mujeres.
No es nuevo que la ideología trans esté arremetiendo contra los actuales conceptos que teníamos de persona, familia y sociedad. Quadri usó peculiares tuits que desataron la controversia al llamar a los trans hombres vestidos de mujer: “Aguas con la agenda constitucional y legal del poderoso lobby trans. Quieren desaparecer el concepto, identidad, igualdad sustantiva y derechos de las mujeres. Es en contra de las mujeres”. En otro tuit escribió: “¿Y las mujeres van a permitir que hombres vestidos de mujer utilicen sus baños y vestidores y compitan contra ellas en actividades deportivas?”
El lobby trans tiene intereses que no son precisamente los de la reivindicación de derechos de un colectivo marginado. Condena a la misma biología, ansía una humanidad sin distinciones masculinas y femeninas apuntando a un desmantelamiento de la familia y, en el extremo, a la atomización de la mujer. Por eso, algunos colectivos feministas han reparado en esta cuestión advirtiendo la suplantación de mujeres. Esa ideología, acusan especialistas, es potencial erosión de la distinción sexual que detonará a otras instituciones como la familia o, en los casos más extremos, el adoctrinamiento de niños para convertirlos al repudio de las diferencias biológicas como pura imposición cultural del neoliberalismo sin dejar de lado sus intereses económicos tan poderosos como oscuros.
Por lo pronto, la controversia levantada por el diputado Gabriel Quadri ya tiene consecuencias que van desde lo anecdótico hasta lo preocupante. La escalada de denostaciones va al punto de que el legislador y excandidato a la presidencia de la República es ridiculizado cuando los partidarios de la ideología trans satirizan su aspecto e incluso arman un escenario de odio que el mismo partido mayoritario usa para el linchamiento mediático y amagar con el juicio político y desafuero del legislador. Lo grave es la turba que en redes tiende a amenazar y echar mano del discurso propio de energúmenos para acabar con la libertad de disentir.
Nadie pone a discusión que existen personas trans que han sufrido violencia y marginación lo cual es condenable; sin embargo, ese lobby viene imponiendo un discurso equiparado al mismo odio que dice combatir. Amordazando y detonando cualquier disidencia y crítica, la ideología trans no tiene genética democrática y, por el contrario, coquetea al totalitarismo para tomar por armas la intimidación, la denigración, el odio y las amenazas. El choque entre ese legislador del PAN y los trans del partido en el poder no es puramente anecdótico. Demuestra que en la transformación querida por Morena no todos tienen cabida.