Es la década de la información. Con teclear unas palabras podemos acceder a un mundo de información … archivos históricos, reportajes, análisis, datos o video. Información que interconecta a todo el mundo en un solo instante, y en gran medida, esa información tiene su fuente en el importante ejercicio del periodismo.
La historia contemporánea no se podría escribir sin tener en cuenta el registro diario de los hechos que el periodismo aporta, elementos que, a pesar de sus limitantes, muchas veces por ser incómodo a los poderosos, contribuyen a la preservación de la libertad.
México ha visto una mutación del periodismo. De respetable profesión ha pasado a ser un oficio peligroso, presa de antropófagos en el poder. El asesinato de cinco periodistas en lo que va del 2022, refleja una realidad sin precedentes. Hace unos días, Heber López fue asesinado en Oaxaca. El comunicador, director de la web RCP Noticias, fue abatido a tiros en su propia casa,donde tenía un estudio de grabación.
En 2021, nueve periodistas fueron asesinados. Se sumaron a los 148 desde el 2006, según datos de la Federación Internacional de Periodistas. En ese mismo año, el Informe Anual de la Campaña Emblema de Prensa consideró a México como el país más peligroso del planeta para los periodistas al acumular 66 asesinatos en los últimos 5 años, uniéndose a países como Afganistán y la India.
Y como otros grupos sociales, a los periodistas no les quedó de otra. Han tomado las calles para alzar la voz y evidenciar la frágil situación cuando el mecanismo de protección federal no responde a los reclamos urgentes. El asunto no es menor. Los senadores estadounidenses Tim Kaine y Marco Rubio, responsables del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y del Subcomité para Asuntos del Hemisferio Occidental, instaron al secretario de Estado, Antony Blinken, para que la administración Biden tome medidas de protección a periodistas mexicanos.
Sin embargo, las acciones del gobierno de México son disruptivas. Si en el sexenio de Enrique Peña Nieto, México se convirtió en el país más peligroso para ejercer el periodismo en América Latina, en el de López Obrador, se ha convertido en el infierno donde el demonio devora a sus víctimas. Las confrontaciones no cesan y en esa esacalada, el presidente usa la tribuna para embestir, azuzar y provocar enconos que, de alguna forma, incitan el odio fanático contra quienes no son favorables a su manera de gobernar. López Obrador insiste en sobajar al periodismo en una retórica belicosa contra la periodistas y medios de comunicación.
Esta frágil realidad esconde una antropofagia desatada desde el poder, una realidad caníbal, cruel, feroz y salvaje. Devorar la libertad de expresión y desaparecer a quienes ejercen el derecho a opinar desatando los demonios del autoritarismo y de la peligrosa corrupción envilecida por quienes usan al Estado para someter y reprimir.
Como bien expresó el Papa emérito Benedicto XVI en mayo de 2008 en ocasión de la 42 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales:
Invoquemos al Espíritu Santo para que no falten comunicadores valientes y testigos auténticos de la verdad que, fieles al mandato de Cristo y apasionados por el mensaje de la fe, «se hagan intérpretes de las actuales exigencias culturales, comprometiéndose a vivir esta época de la comunicación no como tiempo de alienación y extravío, sino como tiempo oportuno para la búsqueda de la verdad…
Y correspondiendo a lo anterior, desde la Agencia Católica de Noticias expresamos solidaridad al gremio periodístico y a las familias de los periodistas asesinados. El mejor reconocimiento es luchar por la defensa de la libertad de expresión para que esta noble profesión sea «sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas, para personas, y que se comprende como servicio a todos…» (Papa Francisco, 2018)