El evangelio que escucharemos este domingo (Lc 5, 1-11), nos habla de la vocación de los primeros discípulos donde Jesús los invita a ser pescadores de hombres. La llamada de este primer grupo es ciertamente un momento importante que cambia de forma impredecible y radical la vida de aquellos pescadores de Galilea. Este hecho es importante también para nosotros que creemos en Jesús porque la llamada de los apóstoles y su vida cerca de Jesús será siempre un modelo para la existencia cristiana, un icono para todos los discípulos de Jesús.
Una nota característica de quien se hace discípulo de Cristo viene expresada con el verbo SEGUIR. “Ellos dejándolo todo lo siguieron”. Por lo tanto un cristiano no es sólo quien aprende una doctrina y se adapta a ella, sino aquel que sigue a una persona, a Jesús el Hijo de Dios. Es alguien que se pone a caminar detrás de él y adopta un nuevo estilo de vida, aquel que el mismo Jesús nos propone y ha sido vivido por él.
Por otra parte, la existencia del discípulo de Cristo se realiza en la apertura hacia los demás. Todo creyente, al aceptar el evangelio, empieza una labor apostólica y misionera. Como el mismo Jesús nos lo ha mostrado con su vida. Se trata de colaborar en el proyecto de Salvación que Cristo ha inaugurado. En este sentido todo creyente está llamado a trasmitir y difundir el mensaje de salvación que ha recibido y acogido. Por eso es que todo discípulo está llamado a ser misionero.
San Lucas, en este relato vocacional, destaca dos condiciones necesarias para ser discípulo de Cristo:
La primera condición es la radicalidad. El evangelista dice: “Y dejándolo todo lo siguieron”. Se necesita aprender a seguir a Jesús sin reservas, asumiendo los valores evangélicos y su estilo de vida. Se trata de saber renunciar a todo tipo de seguridades que nos ofrece el mundo o los seres humanos como pueden ser las riquezas, una posición social o hasta el prestigio personal; Se trata al menos de redimensionar y relativizar ese tipo de seguridades.
La segunda condición que San Lucas subraya en este pasaje bíblico, es que el Seguimiento de Cristo nace de una experiencia personal con él. El llamado de estos primeros discípulos surge después de haber visto los milagros de Jesús en Cafarnaúm. La llamada a ser “pescadores de hombres” sigue a la revelación de la identidad de Jesús. El seguimiento de Jesús nace después de tomar conciencia de quien es Jesús. No se trata de un seguimiento ciego que brota de un falso entusiasmo, sino de una elección consciente; el seguimiento de Jesús es como una respuesta a su revelación. Por lo tanto, el seguimiento de Cristo nace del encuentro con Dios y de la experiencia de su presencia.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa