Canadá. Revelador informe sobre suicidio asistido: se dobló en 2 años, 32% se sienten una carga

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El Gobierno canadiense ha publicado su primer informe oficial sobre la aplicación en el país del suicidio asistido (pedir ayuda para matarse, por lo general tomando o dando paso a un veneno que prepara un técnico), práctica legalizada en Canadá en 2016.

El informe demuestra que en apenas dos años de «normalización» de esta «oferta» se ha doblado el número de personas que se suicidan mediante esta técnica: de 2.800 casos en 2017 a 5.600 en 2019.

El suicidio asistido ya supera (y se añade) al suicidio tradicional

De hecho, el suicidio asistido enseguida ha superado al suicidio tradicional (el que se supone que las sociedades intentan reducir y prevenir).

Cada año hay unos 4.000 suicidios en este país de 37 millones de habitantes (una tasa de entre 11 y 12 por cada cien mil residentes). Pero ahora se le añade esta nueva categoría: otros 5.600 suicidios nuevos adicionales al año, en este caso con ayuda de un técnico.

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Cifras oficiales de suicidio asistido en Canadá

2016 (año de aprobación): 1.015
2017 (primer año completo): 2.833
2018: 4.467
2019: 5.631

Así, el suicidio asistido mata más que el suicidio tradicional, y también más que las enfermedades de riñón. Si crece un poco más y llega a las 7.000 víctimas anuales, superará a la diabetes y el alzheimer como causa de muerte.

¿Por qué se suicidan? Dicen que porque cambia su actividad

Con los datos de 12.000 canadienses ya ayudados a suicidarse, el Gobierno puede establecer estadísticas, al preguntarles por la causa de su decisión. Aunque la ley dice que no se debe optar a este suicidio por «presiones externas», en la encuesta de 2019, un tercio decía sentirse «una carga» para sus cuidadores. Un 54% decía que sentía un «control inadecuado del dolor» o temía llegar a sentirlo.

Casi 8 de cada diez se suicidaban así por «perder la habilidad de realizar actividades cotidianas» (algo que podrían reclamar muchos mutilados o amputados).

Sólo un 4,7% decía que la causa era «ansiedad, miedo, sufrimiento existencial». Cabe sospechar que esta causa esté camuflada en las respuestas, puesto que son cosas que un tratamiento psiquiátrico podría tratar… y el suicida (y los ejecutores) no quieren tratamiento.

Aproximadamente 2 de cada 3 de los ayudados a suicidarse tenían cáncer.

La ley canadiense permite ayudar a que alguien se suicide cuando:

– hay una «razonable previsión» de que se acerca la muerte natural

– o se declara un «sufrimiento físico o psicológico duradero que es intolerable y no puede aliviarse de manera que encuentren aceptable»

– se pide voluntariamente, y no como «resultado de presión externa» (pero ningún mecanismo previene contra la presión externa y un tercio dice que lo piden porque se sienten «una carga»)

Sin embargo, como se ve en la estadística, sólo la mitad de los suicidados habla de tener problemas con el dolor (o prever que en el futuro lo tendrá).

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¿Qué dirán los amputados o inmovilizados por accidentes?

Las causas más comunes declaradas para pedir el suicidio («perderse actividades cotidianas» o «perderse actividades significativas») pueden comentarlas muchas personas con enfermedades graves o amputaciones, que tras un periodo de meses o años de adaptación, encuentran nuevas actividades o nuevas formas de afrontarlas. El problema del suicidio asistido es que no se espera el proceso de adaptación.

También muchos moribundos disfrutan realizando actividades significativas en sus últimos días con ayuda de los cuidados paliativos, desde reunirse con seres queridos a visitar lugares especiales con ayuda, pero quien recurre al suicidio asistido quizá ni siquiera es capaz de imaginar que puede realizar esas actividades. ¡Tomar el veneno es más fácil y barato para todos!

En teoría, el suicidio asistido se llama así porque el suicida es quien se toma su veneno, y el «asistente» sólo se lo prepara y acerca. Pero el informe revela que, como en otros países, en realidad siempre es el asistente («médico» o «sanitario») quien le inyecta o administra la sustancia asesina.

De los 5.600 casos de 2019, sólo 7 (siete) se administraron ellos mismos el veneno.

Autorización casi siempre.

En 2019 recurrieron al suicidio asistido personas con una edad media de 75 años, aunque hubo un centenar que se suicidaron con entre 18 y 45 años.

Cada caso necesita ser autorizado, pero la autorización se da casi siempre, en un 92% de los casos.

Un 3,6% de las personas que recibieron autorización, luego retiraron su petición.

Un 15% de las personas autorizadas a suicidarse, en realidad murieron antes de forma natural.

Los «ejecutores» casi no consultan a otros médicos

De los «sanitarios» que aplicaron el veneno, sólo un 28% se molestaron en hablar con un experto en cuidados paliativos respecto a un caso.

sólo un 6% se molestó en hablar con un psiquiatra. ¿Cuántos casos de suicidio por depresión (no tratada) pueden haberse producido?

Sólo se cita una asociación médica: la nueva patronal del suicidio

En sus conclusiones, el informe gubernamental es claramente activista a favor de esta práctica que se ha multiplicado por dos en Canadá. No menciona, por ejemplo, que la Asociación Médica Mundial en octubre de 2019 de nuevo declaró: «la Asociación Médica Mundial se opone firmemente a la eutanasia y al suicidio con ayuda médica».

El informe, en cambio, enumera que en los últimos 4 años han implantado «alguna forma de ayuda a morir» los Estados de Colorado, distrito de Columbia, Hawaii, Maine, New Jersey y el Estado australiano de Victoria, y se plantea un referéndum sobre el suicidio asistido auto-administrado en Nueva Zelanda (¿ese que sólo se autoadministran 7 de los 5.600 suicidados en Canadá?).

El informe no menciona a la Asociación Médica Mundial ni a ninguna otra asociación médica, excepto una sola, la CAMAP, la nueva patronal creada en 2017, la Asociación Canadiense de Asesores y Proveedores de Ayuda Médica a Morir (su única ayuda es aportar y aplicar el veneno y cobrar por ello). En su web se autodefinen como «un grupo de personas apasionadas y compasivas».

Con información de Religión en Libertad/Pablo J. Ginés

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