Estados Unidos desafía la Dictadura globalista de los nuevos derechos progresistas.

José Arturo Quarracino
José Arturo Quarracino

El secretario de Estado de USA, Mike Pompeo, eligió la ciudad de Filadelfia -donde en 1776 los padres fundadores de Estados Unidos suscribieron el Acta de Declaración de Independencia respecto al Reino inglés- para presentar los primeros resultados del trabajo de la Comisión de Expertos sobre los Derechos Inalienables, convocados por él el 8 de julio del 2019 para que proporcionen una guía de referencia para toda la política exterior americana.

Preside la Comisión la prestigiosa profesora Mary Ann Glendon, una de las máximas expertas mundiales de Derecho Constitucional y anteriormente llamada en el 2002 por el entonces papa Juan Pablo II para presidir la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales.

Al presentar el 16 de julio del 2020 el proyecto del Informe de la Comisión sobre los Derechos Inalienables, Mike Pompeo reafirmó inequívocamente el valor y referencia absoluta de los Derechos Inalienables para toda la política exterior del país del norte, sustentándose en los principios fundadores de Estados Unidos.

En la presentación, Pompeo puso de manifiesto que “los Padres fundadores de Estados Unidos no inventaron los derechos inalienables, sino que afirmaron claramente en la Declaración de la Independencia que esos derechos son evidentes”, es decir, “los seres humanos han sido creados iguales y dotados por el Creador de algunos derechos inalienables”, entre ellos “la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la felicidad”.

Pompeo reafirma este realismo jurídico-teológico en un contexto global en el que el desafío diario -en las instituciones internacionales, en la política interna y en el debate público en sí- está constituido por la recurrencia a los “nuevos derechos progresistas”, los que en su gran mayoría son privilegios reales de grupos de presión y grupos de interés muy pequeños.

Reafirmar la evidencia de la realidad en un mundo donde reinan la confusión y la mentira es un acto de valentía y desafío conmovedor, una revolución copernicana que se apoya en el sentido común: “no podemos hacer el bien -en la patria o en el exterior- si no se sabe exactamente en qué creemos y por qué creemos”. No se trata de crear o descubrir nuevos principios, sino aconsejar sobre los derechos humanos sustentados en los principios fundantes de la Nación y en los principios de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.

La realidad demuestra que sin un fundamento sólido, sin una real y verdadera piedra angular, el relativismo y las arenas movedizas de la sociedad líquida inundan a la humanidad bajo la presión de egoísmos, intereses financieros, tiranías de minorías y privilegios de pocos.

Pompeo y el Informe presentado describen perfectamente la peligrosa farsa enmascarada en nombre de derechos que amenaza los derechos inalienables de los individuos y de la unidad natural y fundamental de la familia, base de la comunidad. Una farsa que “cierra el debate legítimo, imponiendo las preferencias políticas opinables como imperativos fijos e indiscutibles de los derechos humanos, promueve la intolerancia y obstaculiza la reconciliación, devalúa los derechos fundamentales y niega los derechos en nombre de los derechos”.

Esta farsa amenazadora que resuena en los salones del poder y en las Naciones Unidas ha debilitado más que reforzado las reivindicaciones de los derechos humanos y ha presionado de tal modo que los más desgraciados se vuelvan más vulnerables.

No sorprende que esta iniciativa haya suscitado la ira y los ataques de organizaciones como Centro para los Derechos Reproductivos, una de las más grandes multinacionales promotoras del aborto, Human Rights Watch [Observatorio de los Derechos Humanos], vinculadas a George Soros.

Pero también ha suscitado un gran reconocimiento por parte de la poderosa The Heritage Foundation, una red global que trabaja para la promoción de la familia natural, y de otras organizaciones similares.

Frente al terrible drama del humanismo real hoy en plena expansión, esta iniciativa presidencial se impone el retorno a los Derechos Inalienables, única garantía frente a las minorías tiránicas e impostoras, que disfrazan los objetivos de la ultraminoritaria plutocracia financiera internacional bajo banderas y consignas “progresistas” alejadas del sentir y pensar de los pueblos a los que pretenden despojar de su memoria y de su historia.

Derechos Inalienables que son la expresión política del Derecho Natural clásico, antiguo, cristiano y medieval.

Por: José Arturo Quarrancino / Imperium News

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