Puntualmente al mediodía de este 9 de enero el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro la oración mariana del Ángelus. Comentando la Liturgia del día, que muestra la escena con la que comienza la vida pública de Jesús, el Papa Francisco invitó a detenerse en un punto importante, a saber, en el momento en que Jesús recibe el Bautismo: el texto – señaló– dice que “estaba orando”.
Es esta una “gran enseñanza” para nosotros, señaló el Santo Padre: inmersos “en los problemas de la vida y en muchas situaciones intrincadas, llamados a afrontar momentos y elecciones difíciles que nos abaten”, si no queremos permanecer aplastados, “tenemos necesidad de elevar todo hacia lo alto”. Y así, la oración, “que no es una vía de escape, no es un rito mágico ni una repetición de cantilenas aprendidas de memoria”, es “el modo”, según el Papa, “de dejar que Dios actúe en nosotros, para captar lo que Él quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles”, y, de este modo, “tener la fuerza de ir adelante”.
La oración “da oxígeno a la vida”, aseguró Francisco, además de hacernos ver las cosas “de modo más amplio”.
Antes de concluir el Papa Francisco dejó para la reflexión de los fieles algunas preguntas: «¿cómo va mi oración? ¿Rezo por costumbre, desganado, sólo recitando algunas fórmulas? ¿O cultivo la intimidad con Dios, dialogo con Él, escucho su Palabra?»
Animando a que, entre las muchas cosas que hacemos, “no descuidemos la oración”, pidió que le dediquemos tiempo, sugiriendo que, además de leer el Evangelio todos los días, “utilicemos breves invocaciones para repetir a menudo».