Por universo se entiende la totalidad de la vida, del espacio y del tiempo, de este planeta y todos los planetas, de esta galaxia y todas las galaxias. Cristo será todo en todos (1ª Cor 15,28). Por eso, debemos alegrarnos de celebrar, al final de este año litúrgico, la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
- Jesucristo recibirá «la soberanía, la gloria y el reino»
Recibió la soberanía porque es el Rey, del cual se dice: «Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia…» Ap 5,13b; pues se le considera el «único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores» 1ª Tim 6,15 y la creación se regocija «¡porque ha establecido su reinado el Señor…» Ap 19,6; «el soberano de los reyes» Ap 1,5. A quien le ha «sido dado todo poder» Mt 28,18
Recibió la Gloria, que le corresponde como Unigénito del Padre (cf. Jn 1,14), Gloria que tenía junto al Padre antes de la creación del mundo (cf. Jn 17,5). Los discípulos de Cristo vieron esta Gloria (cf. Lc 9,32), es decir, su dignidad de Hijo de Dios.
Recibió el Reino, por eso Dios exaltó a su Hijo y «le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre» Fil 2,9. Por ello se dice de Jesús: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza…el honor, la gloria y la alabanza.» Ap 5,12. Es un reino de «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» Rm 14,17.
- Jesucristo es Rey, pero su «Reino no es de este mundo»
El mundo concibe a los reyes como poderosos (riquezas), belicosos (ejército) y con servidumbre (esclavos o vasallos). Sin embargo, Jesucristo viene a servir y dar la vida por los demás (cf. Mt 20,28).
Los reinos de este mundo implican corrupción, opresión, mentiras, codicia, envidias y muertes (cf. Mc 10,42). Pero Cristo viene a establecer el Reino de la verdad, de la vida y del amor (Jn 18,37). Cristo viene a vencer al diablo, a la muerte y al pecado.
El reino de Dios es un reino eterno, espiritual y celestial: por tanto, nunca será destruido, jamás entrará en corrupción y siempre tenderá a lo alto. Es un Reino de santidad y de gracia, de justicia y de paz.
- Nosotros proclamamos «Señor, tu eres nuestro Rey»
Sin embargo, para que Cristo reine en la tierra, requiere de corazones convertidos, de almas caritativas y de corazones puros; es decir, personas que quieran aceptarlo en su corazón y vivir conforme a su Palabra (cf. Mt 7,24)
Si queremos que Dios sea nuestro rey, debemos vivir como él nos manda, cumplir sus mandamientos (del amor) y buscar siempre la verdad (cf. Jn 18,37). Si no somos honestos, humildes y verdaderos, no podemos entrar en su reino
Es necesario que Cristo reine en el mundo, para ello debemos desterrar el reino de satanás, padre de la mentira. Renunciemos al mal, y profesemos nuestra adhesión a Cristo, el Rey pacífico que pasó su vida haciendo el bien (cf. Hech 10,38).