Las lecturas de este domingo tienen un tinte apocalíptico, refiriéndose esto al día en que el Hijo del hombre venga con poder y gloria sobre las nubes del cielo; sin embargo, el hagiógrafo se refiere a un tiempo de angustia y de gran tribulación. Veamos.
- EL UNIVERSO ENTERO SE CONMOVERÁ
En Romanos 8,19-23 encontramos que la Creación entera está a la expectación de la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, esperando ser liberada de la corrupción a la que le sometió el hombre por el pecado. Esta creación se conmoverá por la venida del Hijo del hombre, donde los astros del cielo sufrirán un cambio en su naturaleza.
El sol se apagará, porque alumbrará la luz verdadera que es Jesucristo, el «sol de justicia» Mal 4,2; «el sol que nace de lo alto» Lc 1,78. En la montaña «su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.» Mt 17,2; mostrando así su gloria como Hijo amado del Padre. Jesucristo es «la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.» Jn 1,9; pues él mismo atestiguó de sí mismo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» Jn 8,12.
La luna no brillará, porque ya no tendrá ciclo vital la tierra. Apagándose el sol, se apaga la luna. Si ya no habrá vida biológica, el ciclo lunar desaparece. La luna marca el ciclo de vida de animales, plantas y hasta de la vida humana; pero al no haber este tipo de vida, «la ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero.» Ap 21,23. Las estrellas se caerán, porque la única luz será Cristo. La estrella que guiaba a los magos, se detiene y después desaparece, porque tiene que brillar la luz de Jesús, que es luz que da vida, paz y calor. Por ello, «las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su esplendor.» Ap 21,24.
- VERÁN VENIR AL HIJO DEL HOMBRE SOBRE LAS NUBES
El Hijo del Hombre es el título mesiánico dado a aquel personaje del Antiguo Testamento, que en la profecía de Daniel recibía poder, gloria y honor: «Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.» Dn 7,13-14. Este título se aplica a Jesucristo en el nuevo testamento, el cual aparece más de 50 veces.
El Hijo del hombre vendrá con gran poder. Es el poder de Dios que crea, que construye, que da vida. Cristo viene a destruir definitivamente el mal, la muerte y el pecado. Antes que nada, Cristo asciende victorioso hasta lo más alto del cielo, pero él mismo volverá glorioso (Hech 1,9-11). Dios exaltó a su Hijo y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre (Fil 2,9). Por ello se dice de Jesús: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» Ap 5,12 (Cf. Ap 4,11)
El Hijo del Hombre viene con majestad. Ello debido a que es el Rey, el Hijo de Dios, del cual se dice: «Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos.» Ap 5,13b. A Jesucristo se le considera el «único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores» 1ª Tim 6,15 (Cf. Ap. 19,16) y la creación está de fiesta cantando « ¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso.» Ap 19,6; pues Cristo es coronado como Rey del Universo.
- ENVIARÁ A SUS ÁNGELES A CONGREGAR A SUS ELEGIDOS
Desde los cuatro puntos cardinales: este, oeste, norte y sur, es decir, desde cualquier lugar, cultura, espacio, tiempo y condición; porque Dios no hará ni distinción ni exclusión, Dios no quiere dejar fuera a nadie, «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» 1ª Tim 2,4; y la vida eterna consiste en «que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien has enviado» Jn 17,3.
Desde lo más profundo de la tierra: tanto a vivos como a muertos, para salvarlos de toda opresión, pues «Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» Jn 3,17. El hombre mismo fue hecho de tierra, por eso tiene que salvarlo desde dentro de sí, tomando en cuenta su propia conciencia y corazón. Desde lo más alto del cielo: tanto los santos como los fieles difuntos, para resucitarlos a la vida eterna.
Sin embargo, de todo esto «nadie conoce ni el día ni la hora» Mc 13,32. Por eso «estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento» Mc 13,33. Pongámonos en actitud alerta, de vigilancia, de espera, de concentración y de oración.