Las lecturas de este domingo nos hablan del tema de la riqueza, la pobreza y la generosidad. Para ello, se presentan las personas que son pobres ante los ojos del mundo, pero ricos ante la mirada de Dios: los huérfanos, las viudas, los hambrientos, los cautivos, los ciegos, los justos y los peregrinos. Veamos.
- La actitud de los escribas
Jesús los describe como personas injustas, pues «devoran la hacienda de las viudas», personas soberbias pues les gusta «ocupar los primeros asientos en las sinagogas», personas aparentes pues «gustan pasear con amplio ropaje» y personas que sienten importantes pues les gusta «ser saludados en las plazas». Jesús pide hacia ellos tomar distancia «guardaos de los escribas» y les advierte que por estas actitudes «tendrán una sentencia más rigurosa». Jesús con este texto nos hace ver que de nada vale tener una preparación académica si no se tiene humildad, que la riqueza no nos hace personas más dignas que los demás y que la oración no justifica el robo ni convierte la injusticia en algo justo.
- La actitud de la viuda pobre
Por el contrario, Jesús alaba la humildad, la generosidad y la confianza que ha puesto en Dios la viuda pobre, pues al carecer de bienes materiales, vivir en una condición de precariedad y no gozar de privilegios o comodidades le han enseñado a poner toda su confianza en Dios, en quien cree que está verdadera riqueza y felicidad. La humildad es la virtud por la cual la persona reconoce lo que es o quien es, ni más ni menos. Esta virtud se opone al vicio de la soberbia, pues el soberbio cree que no necesita de nadie. La generosidad es la capacidad de compartir lo que se tiene con los demás, sea poco o mucho, ligado primordialmente a la actitud de la donación alegre y gozosa. La confianza en Dios es la virtud por la cual creemos que Dios es nuestro Padre providente, que no nos deja solos, que nos dará el sustento necesario para vivir. Debemos confiar siempre y totalmente en Dios, y poner toda nuestra vida en sus manos.
- Las promesas de Dios a los necesitados
Dios promete hacer justicia a los oprimidos, dar pan a los hambrientos y liberar a los cautivos. Esto se refiere al año de gracia que muestra el salmo 145, el profeta Isaías 61,1-2 y Lucas 4,18-19. La opresión no es algo que quiera Dios (Ex 3,7 y 13,14), por eso Jesucristo «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo» Hech 10,38. Durante el éxodo, Dios sacia el hambre de su pueblo con maná y codornices (Ex 16,13), pero Jesucristo sacia a la multitud con panes (Mt 14,19-20); sin embargo, el verdadero alimento es su Cuerpo y su Sangre (Lc 22,19 y Jn 6, 32-35). La cautividad es la esclavitud que sufre el ser humano por un poder superior a él: el pecado, la muerte y el mal; por eso, una acción redentora de Cristo es liberarnos del diablo y de la muerte (Mc 5,15). ¿Qué aspecto de tu vida necesita ser liberado por Cristo?