El obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, calificó de tercos a los guerrerenses que se niegan a acatar las medidas de prevención para evitar contagios de Covid-19 y dijo que las cosas son tan graves que con pistola en mano obligan a párrocos a oficiar misas.
Monseñor Rangel Mendoza detalló hace unos días que personas provenientes del Estado de México obligaron a un sacerdote a oficiar una ceremonia religiosa, en el momento en que las iglesias se encontraban cerradas, y que al paso de los días en el pueblo en que se ofició la misa bajo amenaza se detectaron varios contagios de coronavirus.
Aclaró que la Iglesia católica ha sido disciplinada: «abrimos aceptando sólo el 30 por ciento de las personas que caben en los templos y se instaló tapete sanitizante, se reparte gel y se usa cubrebocas, con ellos buscamos que aquí no se contagien las personas que buscan apoyo espiritual pero tampoco los sacerdotes».
Mencionó que en la diócesis se tienen cinco sacerdotes que han contraído el Covid-19, pero que afortunadamente todos ya lo están superando: “Tenía pendiente de unos padres que son de más de 80 años, pero ya están saliendo con bien de la crisis”.
Señaló que han sido un ejemplo, una motivación para las demás personas, y reconoció que al coronavirus “No lo vamos a desterrar tan rápido y vamos a tener que convivir con él en esta nueva realidad. Es mejor ir tomando las medidas necesarias, porque no siempre vamos a estar encerrados o confinados, porque sabemos que así perjudicamos la economía; yo creo que nos tenemos que abrir, pero con las medidas sanitarias”.
Finalmente, se dijo inconforme porque el gobierno federal puso en cuarto lugar de importancia abrir las iglesias y no consideró la fe como algo esencial: “En Guerrero la gente es muy espiritual, religiosa y el gran refugio a dónde va la gente».