Hace unas semanas, el gobierno escocés introdujo nuevas directrices en la escuela. Instó a los profesores a no presionar a los niños que expresan su deseo de cambiar de sexo, afirmando que «a partir de los cuatro años, el sexo y el género pueden cambiarse en la escuela sin el consentimiento de la madre y el padre».
En Londres hay una clínica del National Health Services [NHS, Servicio de Salud Pública] que es perfectamente legal y está especializada en cambiar el sexo de los niños. Se llama Tavistock y ha terminado en medio de un proceso judicial. Keira Bell nació niña, pero se sentía hombre, y cuando era adolescente comenzó el proceso de cambio de sexo. Se extirpó los pechos en una operación pagada por el NHS, luego se arrepintió y trató de volver atrás. Keira se sumó a la demanda contra Tavistock presentada por la madre de una niña autista tratada por la clínica y un psiquiatra que trabajaba allí: «No quiero que otros niños sufran como yo». Ayer, el Tribunal de Apelación inglés anuló la sentencia que le había dado la razón a Bell contra Tavistock.
En el Express se ha publicado un llamamiento firmado por cincuenta médicos, académicos e intelectuales contra la idea misma de «niños transgénero».
«No podemos seguir callando ante lo que consideramos una grave deriva en nombre de la emancipación del ‘niño transgénero’», escriben Elisabeth Badinter (filósofa), Thierry Baranger (expresidente de los tribunales de menores de París), Jean-François Braunstein (filósofo de la Sorbona), Chantal Delsol (filósofa de la Academia de Ciencias Morales y Políticas), Christian Flavigny (psiquiatra infantil), René Frydman (profesor de Medicina), Bernard Golse (profesor emérito de Psiquiatría Infantil y Adolescente, Universidad de París), Gérard Rabinovitch (filósofo y sociólogo), entre otros.
«Se utilizan discursos superficiales con la intención de que prescindamos de la realidad biológica, de la diferencia sexual entre hombres y mujeres, en favor de singularidades elegidas basadas únicamente en la ‘autopercepción’ de uno mismo».
Hablan de «discursos ideológicos engañosos» transmitidos en las redes sociales y del «robo de la infancia».
«Este fenómeno, ‘el niño transgénero’, es una mistificación contemporánea que debe ser denunciada enérgicamente porque es un adoctrinamiento ideológico».
Nos quieren hacer creer que, en nombre del bienestar y la libertad de cada individuo, un niño, liberado del consentimiento de sus padres «reaccionarios», podría «elegir» su supuesta identidad de género. Afirman que «se ha impuesto un lenguaje específico o incluso un nuevo lenguaje a quienes rodean a estos jóvenes, que a menudo se expresan con un lenguaje estereotipado, como si hubieran perdido todo pensamiento crítico (que es una característica del control ideológico)».
Un dogmatismo que hace que «nadie sepa cómo actuar y alzar la voz, a menudo por miedo a ciertas asociaciones LGBTQI+».
Y concluyen:
«¡No, en nombre de la protección de la infancia no podemos seguir callando! Nos negamos a aceptar que, en nombre de los ‘derechos humanos’, se cuestione esta base común -el universalismo de los derechos- que constituye el fundamento de la humanidad».
El psiquiatra David Bell, expresidente de la Sociedad Psicoanalítica Británica y director durante mucho tiempo de la Clínica Tavistock de Londres, fue llevado a juicio por la clínica después de escribir un informe interno en el que se detallan las preocupaciones de muchos médicos sobre el modo en que se trataba a los niños. Ese informe le costó un expediente disciplinario, al que siguió su dimisión. Bell declaró a The Guardian que era una cuestión de conciencia. «No podía seguir así… No podía seguir viviendo así, sabiendo del mal trato que se da a los niños». Le tocó defenderse a sí mismo. Este es el poder de una ideología.
Por Giulio Meotti.
Il Foglio..