Te doy gracias, Padre Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla
El domingo pasado hemos empezado a meditar una serie de siete parábolas, que intentan responder algunas dudas de la comunidad cristiana, la parábola del sembrador respondía a ¿por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? En este domingo se plantean otras dos preguntas, a las que se responde en tres parábolas. La primera cuestión es ¿Qué actitud adoptar con quienes no viven el mensaje?
La parábola del trigo y la cizaña intenta responder. Esta parábola puede leerse desde diversas perspectivas, según pensemos que la finca es el pueblo de Israel, la comunidad cristiana, o el mundo entero. Como sea el mensaje es el mismo, pues aunque las cosas parezcan claras, es fácil que al arrancar la cizaña se lleven por delante el trigo. Porque cualquier de nosotros, por muy preparado que se considere teológica y moralmente, puede equivocarse. No son raros los casos de personas condenadas por la Iglesia que terminaron no sólo rehabilitadas sino también canonizadas.
Por eso Jesús advierte contra el peligro de que paguen justos por pecadores. Es preferible tener paciencia y dejar la justicia a Dios, el único que puede emitir un veredicto exacto, sin temor a equivocarse. Esta es la gran enseñanza de esta parábola: Los JUICIOS sobre quien es bueno o malo, sólo los emite Dios.
Por eso la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se mueve en esta línea de bondad y tolerancia, poniéndonos a Dios como modelo. Un Dios al que el poder impulsa, no a castigar sino a perdonar, que gobierna con moderación e indulgencia, y que siempre da un voto de confianza al pecador, esperando que se convierta.
Las otras dos parábolas, intentan responder a la cuestión sobre ¿Tiene algún futuro la iglesia? Pues la comunidad cristiana es pequeña y aunque han pasado ya cincuenta años de la muerte de Jesús, y aunque el cristianismo se va extendiendo por el Imperio Romano, representan una minoría. ¿Qué futuro tiene este grupo tan pequeño? ¿Qué futuro tiene la iglesia actual, que carece del influjo y el poder que tenía hace unos años? Las parábolas del grano de mostaza y la de la levadura. Responde a ello. Ambos coinciden en ser algo pequeño, pero más importante de lo que puede parecer a primera vista.
Con el grano de mostaza Jesús retoma la imagen del Profeta Ezequiel, (Cf. Ez 17, 22) donde Israel es como un gran árbol que sirve para acoger a todas las aves del cielo. Pero introduce un cambio radical: no elige como modelo el cedro alto y encumbrado, sino el modesto arbusto de mostaza, que, cuando crece, «sale por encima de las hortalizas». Es un ataque lleno de humor e ironía al triunfalismo. Lo importante no es que el árbol sea grandioso, sino que pueda cumplir su función de acoger a los pájaros. Una excelente lección para nuestras tentaciones de triunfalismo eclesial.
Algo parecido ocurre con la parábola de la levadura. Se usa en poca cantidad, pero cumple su función, hace que fermente la masa. La tentación de la comunidad cristiana es querer ocupar mucho espacio, ser masa, llamar la atención por su volumen, por el número de miembros. Jesús dice que lo importante es la función de fermentar la masa.
Resumiendo lo que hemos escuchado el domingo anterior y este, san Mateo ofrece una explicación de la realidad (sembrador) y una llamada a la serenidad (trigo y cizaña) y a confiar en algo que tiene unos comienzos tan modestos (mostaza y levadura). El próximo domingo, otras tres parábolas completarán esta enseñanza.
Te doy gracias Padre Señor del Cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has mostrado a la gente sencilla, gracias Padre porque así te ha parecido bien. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Arzobispo de Durango
Con información de La Voz de Durango/Redacción