El aborto y Satanás

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

Jesús, en el evangelio, siempre hizo referencia a Satanás no como un símbolo del mal, sino como un ser personal, de naturaleza espiritual, que busca perder a los hombres alejándolos de Dios y haciéndolos instrumentos de su maldad en el mundo. Jesús define al demonio así: El mentiroso y homicida desde siempre. A partir de esta revelación queda claro que el autor del monstruoso crimen del aborto es Satanás, pues a través de él miente y mata. Miente argumentando falsos derechos como la libertad de las mujeres sobre sus decisiones y su propio cuerpo, siendo que la creatura que se forma en el cuerpo de su madre es totalmente distinta a ella, aunque se aloje en su seno y dependa de ella para vivir. Por otra parte, nadie tiene derecho a decidir sobre la vida de otra persona, máxime si esta es totalmente indefensa e inocente; no hay ninguna diferencia entre asesinar a un ser humano en gestación y a otro recién nacido.

Moloch, en los tiempos bíblicos, fue un dios de los fenicios o cananeos, lo consideraban el símbolo del fuego purificante que a su vez significaba el espíritu. Creían que, debido a una catástrofe al comienzo de los tiempos, ese espíritu se había convertido en oscuridad al hacerse materia. El hombre era la encarnación de tal tragedia y para redimirse de ese pecado era preciso ofrecer sacrificios a Moloch inmolando a bebés por ser considerados los más impregnados de materia.

Este demonio era representado por una gigantesca estatua de bronce con un horno en su seno donde las madres arrojaban a sus pequeños hijos que Moloch esperaba con los brazos abiertos y devoraba por el fuego a sus víctimas. Para ocultar el grito de los niños, los sacerdotes del demonio hacían tocar trompetas y tambores para disimular el horror.

Una escena semejante causaría escalofríos hasta los abortistas; sin embargo, ese horror de los cananeos condenado por Dios como un acto abominable, es insignificante comparado con los cincuenta millones de bebés inocentes que vienen asesinados cada año en el mundo, en el seno de sus propias madres.
La aberración del aborto en la actualidad no puede ser más clara: El niño que debería ser esperado por la madre con un amor sin límites es inmolado no en el horno ardiente de Moloch sino en una sala fría de hospital. El médico, cuya misión es salvar vidas, se convierte en el cruel verdugo, en el sacerdote del demonio. El Estado que debería garantizar el primero de los derechos que es el de la vida y castigar a los asesinos de inocentes, niega el derecho a vivir y autoriza matar impunemente.
El aborto es el nuevo culto al demonio Moloch, tan cruel su práctica hoy como en el pasado, tan inhumano e irracional como en aquellos tiempos bárbaros. Que no nos quede duda, Dios nos pedirá cuentas de tanto horror, tanta perversidad y de tanta sangre inocente derramada que clama venganza al cielo.
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