Jesús, en el evangelio, siempre hizo referencia a Satanás no como un símbolo del mal, sino como un ser personal, de naturaleza espiritual, que busca perder a los hombres alejándolos de Dios y haciéndolos instrumentos de su maldad en el mundo. Jesús define al demonio así: “El mentiroso y homicida desde siempre”. A partir de esta revelación queda claro que el autor del monstruoso crimen del aborto es Satanás, pues a través de él miente y mata. Miente argumentando falsos derechos como la libertad de las mujeres sobre sus decisiones y su propio cuerpo, siendo que la creatura que se forma en el cuerpo de su madre es totalmente distinta a ella, aunque se aloje en su seno y dependa de ella para vivir. Por otra parte, nadie tiene derecho a decidir sobre la vida de otra persona, máxime si esta es totalmente indefensa e inocente; no hay ninguna diferencia entre asesinar a un ser humano en gestación y a otro recién nacido.
Moloch, en los tiempos bíblicos, fue un dios de los fenicios o cananeos, lo consideraban el símbolo del fuego purificante que a su vez significaba el espíritu. Creían que, debido a una catástrofe al comienzo de los tiempos, ese espíritu se había convertido en oscuridad al hacerse materia. El hombre era la encarnación de tal tragedia y para redimirse de ese pecado era preciso ofrecer sacrificios a Moloch inmolando a bebés por ser considerados los más impregnados de materia.
Este demonio era representado por una gigantesca estatua de bronce con un horno en su seno donde las madres arrojaban a sus pequeños hijos que Moloch esperaba con los brazos abiertos y devoraba por el fuego a sus víctimas. Para ocultar el grito de los niños, los sacerdotes del demonio hacían tocar trompetas y tambores para disimular el horror.