Quitémonos la pasividad y el conformismo, para construir el Reino: monseñor Díaz Díaz (Irapuato, México)

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San Mateo 15, 21-28: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!

Atreverse es una de las características de quien tiene fe. Nada de pasividades, nada de indiferencias, nada de conformismos.

Hoy tenemos dos lecturas que contrastan las actitudes de sus protagonistas.

En la primera lectura los enviados por Moisés descubren la tierra prometida, fecunda, hermosa, atrayente, fértil, pero con habitantes fuertes, con ciudades protegidas, y hasta creen ver gigantes… la decisión es lamentarse y no atreverse a conquistarla a pesar de las promesas del Señor. Su condena se finca en la falta de fe y en los temores ante lo que pueda ocurrir.

En cambio, en el evangelio, San Mateo nos presenta una mujer que tiene todas las circunstancias en su contra: es mujer, es extranjera y su hija está poseída de la enfermedad (situación que condena a quien la tiene, como gente impura). Todo en contra y sin embargo se atreve a buscar la salvación de su hija. Los primeros resultados son desalentadores, las dificultades grandes y recibe del mismo Jesús el silencio y después una respuesta dura muy acorde con el pensamiento judío que se expresaba con desprecio de los extranjeros. Pero para ella no existen fronteras y acepta el reto. Transforma la imagen que Jesús le opone, y la presenta como la misma razón para ser atendida: “También los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

Es búsqueda, es atrevimiento, es fe. Y así también, recibe la más grande alabanza de Jesús y obtiene la salud para su hija.

Hoy necesitamos atrevernos, buscar soluciones a los problemas, buscar nuevos caminos, con la seguridad de que Jesús camina con nosotros.

El pecado de los israelitas no es tanto que dudaron de sus fuerzas, sino  que dudaron de la presencia de Dios con ellos.

El éxito de la mujer cananea es atreverse a imaginar a un Dios que va más allá de las fronteras de los hombres y cuyo amor y misericordia superan todas las barreras.

Cuando la fe y el amor se unen no tienen fronteras. Quizás el pecado más grave de nuestros días sea la pasividad y el conformismo con el cual nos cobijamos y nos escudamos para no actuar y no atrevernos a construir el Reino.

Es cierto son grandes empresas, pero para eso nos ha llamado el Señor y para eso está presente en medio de nosotros. ¿Podremos atrevernos en la búsqueda o seguiremos quejándonos de todos nuestros problemas con los brazos cruzados y con la fe y la esperanza tibias?

Mons. Enrique Díaz Díaz

Obispo de Irapuato

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