En una entrevista en Aleteia, Mons. Dominique Rey, obispo de Fréjus-Toulon en Francia ha declarado:
Me propongo acoger y aplicar este motu proprio en el sentido de una mayor comunión misionera entre los fieles, porque la misión es nuestro común denominador: la Iglesia existe para evangelizar, decía Pablo VI, existe para lo que todavía no es Iglesia. Esta comunión se logra a través de una fe, esperanza y caridad comunes. La comunión no se decreta: se recibe en la Eucaristía, y se desarrolla en el servicio y el diálogo. Esta unidad no sólo proviene de la liturgia, sino también del compromiso fraterno y de la vida pastoral. No se trata ni de una yuxtaposición de sensibilidades ni de una uniformidad administrativa: ha de ser integradora y misionera. Por supuesto, la incorporación al Cuerpo de Cristo nunca se logra tan bien como en y por la Eucaristía. La diversidad de formas litúrgicas -latinas u orientales- en el seno del catolicismo no perjudica esta unidad, pues su corazón es el mismo, gracias a la presencia real y sustancial de Dios. El Papa Francisco no ha suprimido el misal de San Juan XXIII, sino que quiere asegurarse de que los que lo siguen no se alejen de la Iglesia universal, que permanezcan siendo fieles al deseo de reconciliación querido por su predecesor Benedicto XVI. La Iglesia está muy apegada al principio de subsidiariedad, y por eso el Santo Padre quiere que el motu proprio se aplique según el discernimiento de los obispos, según las realidades de cada diócesis.
En la diócesis de Fréjus-Toulon, el año pasado elaboramos la carta «Saint Léonce», que organiza especialmente en la diócesis la acogida y la integración de los sacerdotes y de las comunidades vinculadas a la misa tridentina. Esta carta, votada por unanimidad por el consejo presbiteral, pide a todas las personas y realidades eclesiales de la diócesis que acepten el Concilio Vaticano II, en particular su reforma litúrgica, y el magisterio del Santo Padre. Como pide el motu proprio, nombraré a un delegado episcopal para que haga un seguimiento de estas comunidades con el fin de favorecer su integración en nuestra diócesis. Como pastor del rebaño que se me ha confiado, debo llegar a todos los católicos del Var, reunirlos en la fe de la Iglesia, pero también movilizarlos para el anuncio del Evangelio a todos los que están alejados de la fe y de la Iglesia. Por ello, no voy a defraudar a los fieles apegados a la liturgia tridentina, que tienen una gran fuerza misionera, y buscaré soluciones para que estos católicos puedan estar perfectamente unidos a la vida de la Iglesia sin verse obligados a renunciar a una liturgia que ha sido tan fecunda en santos y vocaciones a lo largo de los siglos y hasta nuestros días.
Infovaticana.