Para algunos es una «musa de las cruzadas anti-islam». Para otros, una intelectual luchadora que, desde hace más de cuarenta años, analiza los temas clave de nuestra época: islamización, identidad europea, antisemitismo. Citada por Michel Houellebecq en su libro Sumisión por su trabajo sobre Eurabia y la dominación cultural y política del islam en Europa, la ensayista británica Bat Ye’or, nacida en Egipto de familia judía, ha estudiado durante muchos años la noción de dhimi y las relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes.
Bat Ye’or, experta en la política y la cultura musulmanas, denuncia la complcidad de los líderes occidentales con el expansionismo islámico. Nacida en 1933, ha enseñado Arqueología y Ciencias Sociales en Londres y en Ginebra y es autora de varios libros sobre la yihad y el concepto de dhimitud.
De su trabajo, que tiene una influencia mundial, saca algunas advertencias que nos transmite en esta entrevista de Anne-Laure Debaecker en Valeurs Actuelles:
-En Europa y el fantasma del califato, usted escribe: «Intentar comprender nuestra época sin comprender el significado de la dhimitud equivale a analizar el siglo XX ignorando las ideologías que lo conformaron: comunismo, fascismo, nazismo». ¿Por qué lanza esta advertencia? ¿En qué atañe a nuestra modernidad?
-Vivimos en una época de yihad a nivel mundial y la dhimitud es uno de sus objetivos. La yihad se basa en nociones que no tienen equivalentes en el cristianismo y el judaísmo. Surge de una teología cuyo fin es instaurar, a través de la conquista, un gobierno en el que las instituciones se basen en los textos sagrados musulmanes. La interpretación tradicional de estos textos obliga a los no musulmanes de los territorios conquistados a someterse a las leyes sacralizadas.
»Llamo dhimitud al conjunto de estas leyes, que son idénticas para los judíos y los cristianos. Conocer los principios que definen a los no musulmanes en la concepción yihadista dominante hoy en día, y detectar las leyes de la dhimitud que la acompañan, es indispensable en una época en la que el islam emerge como fuerza ideológica y geoestratégica dominante a nivel mundial.
-¿Qué es un dhimi? ¿De dónde procede este estatuto?
-El dhimi es el nativo que ha sido vencido y vive en su país, que ha sido islamizado a través de la yihad, y cuyas leyes le imponen, so pena de muerte, la observancia de la dhimitud. La concepción islámica de la humanidad, al no percibir más que religiones, separa a los pueblos en dos bloques: musulmanes y no musulmanes. Estos últimos (harbis) constituyen el dar al-harb, país de la guerra, porque están destinados ya sea por la persuasión, ya sea por la guerra, a integrarse en el dar al-islam.
»Las leyes de la yihad regulan, según las oportunidades, las diferentes tácticas de conquista y la suerte de los vencidos, que pueden escapar a la muerte, a la esclavitud o a las conversiones forzosas a las que la yihad les condena a causa de la cesión de su territorio a la autoridad islámica según la fórmula moderna «paz por territorio«. Deben someterse a las leyes de la dhimitud mediante un contrato (dhima), que les permite conservar, dependiendo de cada caso, su religión; también se les reconoce una seguridad y unos derechos limitados.
-¿Existen dhimis en la actualidad?
-Todos los países árabes que aplican la sharia, o que se inspiran en ella, conservan contra los cristianos prácticas discriminatorias arraigadas en la dhimitud. Los gobiernos que intentan aligerarlas, como el mariscal Sissi en Egipto o el gobierno de Pakistán, se enfrentan a dificultades causadas por parte de su pueblo y las autoridades religiosas, y corren el riesgo de ser eliminados. La dhimitud domina la cultura, las costumbres y la mentalidad islámicas.
-Usted afirma que los dirigentes europeos imponen la visión islámica de la historia. ¿Cómo?
-La versión islámica de la historia enseña la perfección de la sharia y la superioridad de la civilización islámica sobre todas las demás. Proclama que el islam es una religión de paz y de tolerancia y que su civilización fue la matriz del pensamiento, las artes y las ciencias de un Occidente que había caído en la barbarie. Judíos y cristianos vivieron tranquila y felizmente bajo la protección de la justicia islámica. La hostilidad actual de los musulmanes hacia ellos tiene su origen en la injusticia de las cruzadas, del colonialismo y del sionismo. Adherirse a la concepción islámica del mundo es, para Occidente, aceptar la demonización fundamental del dar al-harb (de sí mismo) y aprobar su destrucción a manos de la yihad y el servilismo de la dhimitud.
»Muchos jefes de Estado europeos y sus ministros han presumido públicamente, incluso en la actualidad, de la supremacía islámica sobre una Europa bárbara. Historiadores notables han mostrado en sus enseñanzas, sus libros y la prensa la superioridad cultural y moral del islam sobre Occidente. Esta empresa, iniciada por los nazis y confiada a los lobbies euroislámicos, se acompaña de una enseñanza de autodenigración y autoflagelación europeas. Peticiones de perdón y demostraciones públicas de autoculpabilización elevaron las declaraciones de gratitud por la edad de oro islámica. Un léxico de palabras y sujetos prohibidos censuraron la opinión pública, encerrándola en la autocensura.
Manifestación en Francia contra la «islamofobia», un sambenito que fomentan los líderes de la Unión Europea en beneficio del expansionismo musulmán.
»Redes transnacionales difundieron, en los organismos internacionales, el relato islámico de superioridad moral, unido a la culpabilidad satánica de Occidente a causa de las cruzadas y el sionismo. En los medios de comunicación y los órganos educativos y culturales se difundió una versión islámica de la historia así como los necesarios imperativos estratégicos, económicos e inmigracionistas de una política de fusión euroárabe, que apunta hacia una convivencia.
-¿Cuáles fueron las consecuencias?
-La ocultación de la yihad y la dhimitud junto a la autoestigmatización europea difundió una dhimitud cultural. La idealización de la yihad, la omisión de la destrucción de los pueblos autóctonos, de sus culturas, la enseñanza de una preeminencia cultural islámica condicionaron las inteligencias a una dhimitud cultural. La interpenetración de concepciones históricas conflictivas creó una pseudocultura en la que todo vale, una pseudocultura de la confusión, una cultura de la mentira totalmente sometida a los objetivos políticos de una Unión Europea que rinde vasallaje a la Organización de la Cooperación Islámica (OCI).
»Este vasallaje se expresa también, y según los mismos criterios, en las políticas de inmigración impuestas a los pueblos europeos a petición de la OCI, mediante la aniquilación de los nacionalismos y la caza de brujas de la islamofobia. La inmigración ha acelerado la disgregación del Estado-nación europeo, juzgado obsoleto, acrecentando los poderes supranacionales de la Unión y su injerencia en las prerrogativas soberanas.
-¿Cómo han desintegrado su soberanía los Estados europeos?
-Documentos poco estudiados demuestran los inicios y los instrumentos de la política árabe de la Comunidad Económica Europea (CEE), la ósmosis de las políticas de la OCI y la CEE a través del estudio comparativo de las políticas, las declaraciones y exigencias de los representantes de la OCI y la complacencia de sus homólogos europeos.
»Conocer el origen, las motivaciones y la logística de una ideología que transforma meticulosamente a Europa y la lleva a su forma actual es indispensable para percibir las dinámicas de islamización de un continente sin que se haya librado ninguna batalla. La fusión económica de las dos orillas del Mediterráneo y la reconciliación islamocristiana determinaron los grandes ejes de la política interior y exterior de la Unión. Estos se basan en una ideología, una estrategia y una política que exaltan los mitos árabes andaluces de la edad de oro de la humanidad, y el ejemplo del Líbano confirma supuestamente esta fusión paradisíaca islamocristiana.
A la derecha de la foto, Blas Infante (1885-1936), padre del nacionalismo andaluz, converso al islam en 1924, se convirtió al islam en 1924. Así reinterpretaba la historia de Andalucía, «tierra de María» y una de las regiones de más hondo cristianismo de España: «A medida que las cruces y las campanas iban afeando las airosas torres de las mezquitas, la tierra de jardín se tornaba en yermo, y la cruz presidía la esterilidad de los campos, cerrados a los andaluces».
»En los años 70, Europa orientó su futuro hacia la realización de estas utopías en su suelo. Estas servían como pantalla utilizando una verborrea humanitaria y pacifista para un proyecto de expansión europea con el mundo musulmán, cuyo objetivo era hacer de la Unión una superpotencia geoestratégica y económica mundial. La inmigración mediterránea, es decir, islámica, enriquecería a Europa mediante la obtención de los grandes mercados de los países petrolíferos, facilitaría la mezcolanza racial, el multiculturalismo, el relativismo cultural que hay que enseñar en las escuelas, tal como defendió Jacques Delors, presidente de la Comisión europea.
»Esta estrategia aceleraría la globalización, la desintegración de los nacionalismos locales obsoletos, obstáculos todos ellos a la unificación de Europa y a la mezcla islamocristiana. Con los 56 países de la OCI, más Palestina, la Unión europea podía dirigir los destinos del planeta reforzando los poderes de la ONU, como preconizaba Javier Solana. Estas fueron las estrategias de los visionarios del final del milenio.
»La declaración de la Cumbre en Copenhague (14-15 de diciembre de 1973) de los nueve países de la Comunidad europea abrió el camino a un partenariado en todos los dominios con los países árabes. Fue el acta de nacimiento de una nueva era.
-En su libro usted advierte: «La prohibición oficiosa en Europa de examinar la yihad según los criterios occidentales ha encerrado a Europa en un doble impasse«. ¿Por qué?
-Hasta 2012 más o menos, los términos «yihad» y «dhimitud» fueron palabras tabú y nada hacía que se percibieran como las instituciones teológicas y jurídicas que efectivamente regulan las relaciones con los infieles. La actualidad política era indescifrable, despojada de su contexto islámico milenario, un contexto que hoy en día es más dominante que nunca. Tanto que la más mínima crítica a la yihad o la dhimitud relegará al blasfemo al ostracismo y nos imposibilitará para tener los instrumentos intelectuales necesarios para defender nuestras libertades.
»La decisión de Europa de apoyar e instrumentalizar el yihadismo palestino contra Israel la encierra en un impasse, porque la yihad antijudía a la que está asociada es, fundamentalmente, una yihad anticristiana. En el siglo XXI, estos políticos euroyihadistas contrarios al Estado de Israel socavan los cimientos del cristianismo y la deontología del saber al adoptar el relato coránico según el cual el Jesús musulmán predica el islam en la explanada de las mezquitas, reemplazando al Jesús judío que reza en el monte del Templo. Esto implica un cambio de civilización.
-¿La aparición de un califato le parece posible? ¿Quién podría encabezarlo?
-Hace tiempo que el califato se ha impuesto en la escena internacional. Es la OCI, un califato asociativo o colegial adaptado a la globalización actual. La OCI reúne a los 56 Estados musulmanes en los que una mayoría musulmana representa la umma, es decir, mil millones cuatrocientos mil musulmanes. Este organismo quiere establecer su sede en Jerusalén y ya ha inscrito en su Carta (marzo de 2008) su adherencia estricta a la sharia. La unión de religión, política y derecho es conforme a la concepción islámica de la autoridad califal encargada de someter al planeta a la voluntad de Alá, tal como expresó su enviado, Mahoma. La OCI no es un Vaticano musulmán, es un califato. Sus numerosos ministerios ya nos están imponiendo su voluntad por medio de los líderes occidentales.
ReL
Traducción de Elena Faccia Serrano.