El evidente declive social y cultural del cristianismo suscita preocupación no solo entre los cristianos, sino incluso entre algunos pensadores ateos de renombre, a quienes inquieta su repercusión en la desaparición de la moral y en el daño a la propia convivencia social.
En esta línea, Jonathon Van Maren ha conversado con algunos de los grandes representantes del agnosticismo o el ateísmo en el ámbito anglosajón, y las conclusiones son coincidentes: si el cristianismo desaparece de la civilización occidental, ésta no sobrevivirá mucho tiempo. Así lo recoge en un artículo publicado en Convivium:
Hombres serios ante una fe seria
Hace poco hablé por teléfono con Niall Ferguson, historiador escocés y Milbank Family Senior Fellow en la Institución Hoover de la Universidad de Stanford, para una reseña que estaba escribiendo sobre su último libro, Desastre. Historia y política de las catástrofes. En el primer capítulo, Ferguson se refiere varias veces a la religión como «pensamiento mágico», y le pregunté si tenía su propio marco metafísico para entender los acontecimientos; y, si no lo tenía, cuál preferiría que tuviera la gente. Su respuesta fue fascinante.
Niall Ferguson
«No es que me haya convertido en ateo, es que me crié como tal», me dijo. «Considero el ateísmo la fe religiosa en la que me eduqué. Es, por supuesto, una fe tan importante como el cristianismo o el islam, y yo tengo la marca calvinista, porque mis padres abandonaron la Iglesia de Escocia. Fundamentalmente, me crié en un contexto ético calvinista, pero sin Dios. Esto tuvo sus ventajas: me animó a pensar de forma muy crítica sobre la religión y también sobre la ciencia, pero como historiador he llegado a ver que una sociedad no se puede basar en eso. De hecho, el ateísmo, especialmente en su forma activista, es realmente un marco metafísico muy peligroso para una sociedad«.
«Sé que no puedo alcanzar la fe religiosa», continuó, «pero creo que deberíamos ir a la iglesia. Creo que no tenemos un sistema ético evolucionado. No creo en la idea según la cual la evolución por sí sola nos hace ser morales. Puede modificar el comportamiento, pero hay demasiadas pruebas de que en bruto, cuando desaparecen las restricciones de la civilización, nos comportamos de la manera más salvaje posible con los demás. Creo realmente que con la sabiduría heredada de una religión que tiene más de dos mil años tenemos un marco bastante bueno con el que trabajar».
Roger Scruton
Que uno de los historiadores más destacados del mundo -él mismo agnóstico- diga que debemos ir a la iglesia es bastante sorprendente, pero los sentimientos de Ferguson parecen formar parte de una tendencia creciente. El difunto filósofo Sir Roger Scruton comenzó a asistir a la iglesia a pesar de tener problemas con la fe y tocaba regularmente el órgano en la iglesia de Todos los Santos, en Garsdon. Sus amigos seculares dicen que su fe seguía siendo cultural; otros no estaban tan seguros de ello.
Lo que sí sabemos es que pensaba que el cristianismo era, en muchos sentidos, el alma de la civilización occidental, y que el concepto exclusivamente cristiano del perdón era absolutamente indispensable para su supervivencia.
Douglas Murray
El amigo de Scruton, Douglas Murray, el escritor conservador que se crió en la Iglesia antes de abandonarla de adulto, se ha referido ocasionalmente a sí mismo como un «ateo cristiano». En una reciente discusión con el teólogo N.T. Wright, se describió a sí mismo como «un agnóstico incómodo que reconoce las virtudes y los valores que ha aportado la fe cristiana», y señaló que, en realidad, le irrita la forma en que la Iglesia de Inglaterra está huyendo de su herencia, «renunciando a sus joyas» como «la Biblia del Rey Jaime y el Libro de Oración Común» a cambio de devociones progresistas.
«Mi temor es que la Iglesia no esté haciendo lo que muchos de nosotros, desde fuera, queremos que haga, que es predicar su evangelio, afirmar sus verdades y sus reivindicaciones«, dijo: «Cuando uno ve que cae en todos los tópicos que están de moda, piensa: bueno, eso es otra cosa que ha desaparecido, como absolutamente todo en esta época. Soy un no-miembro decepcionado».
«La masa enfurecida» de Douglas Murray es una de las obras más importantes publicadas en los últimos años sobre las lacras de la cultura contemporánea. Pincha aquí para leer la reseña de Francisco José Contreras sobre esta obra.
Murray cree que el cristianismo es esencial porque los partidarios del laicismo han sido hasta ahora totalmente incapaces de crear una ética de la igualdad que se ajuste al concepto de que todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios. En una columna en The Spectator señaló que la sociedad poscristiana tiene tres opciones. La primera es abandonar la idea de que toda vida humana es preciosa. «Otra es trabajar frenéticamente para precisar una versión atea de la santidad del individuo». ¿Y si esto no funciona? «Entonces solo queda otro lugar al que ir y es volver a la fe, nos guste o no«.
En un podcast reciente fue más contundente: «La santidad de la vida humana es una noción judeocristiana que muy fácilmente podría no sobrevivir [a la desaparición de] la civilización judeocristiana».
Charles Murray
También el científico y agnóstico estadounidense Charles Murray me dijo en una entrevista que cree que es poco probable que la república estadounidense sobreviva si el cristianismo no resurge. Haciéndose eco de John Adams, señaló que la Constitución de Estados Unidos y las libertades que defiende solo pueden gobernar a un pueblo religioso.
Tom Holland
El magnífico libro del historiador Tom Holland, Dominio. Una nueva historia del cristianismo, publicado en 2019, presenta un caso similar. Durante años, Holland -un agnóstico- escribió historias convincentes sobre los antiguos griegos y romanos, pero observó que en sus sociedades abundaba una crueldad casual y socialmente aceptada hacia los débiles, que la violación y el abuso sexual hacia la masa de esclavos era una forma de vida incuestionable y que el exterminio masivo de los enemigos era considerado una rutina. Estos pueblos y su ética, escribe Hollands, le parecían totalmente ajenos a él.
«Dominio» de Tom Holland: un interesante análisis histórico sobre el cristianismo.
Fue el cristianismo, concluyó Holland, el que cambió todo eso con una revolución tan completa que incluso las críticas al cristianismo deben tomar prestados preceptos del cristianismo para hacerlo. (Sin el cristianismo, escribe, «nadie se habría despertado [woke]».) Defendió esta tesis brillantemente en un debate que tuvo sobre el tema «¿Nos dio el cristianismo nuestros valores humanos?» con el filósofo ateo A.C. Grayling, que parecía muy irritado ante esta idea. No hace mucho, no creyentes como el difunto Christopher Hitchens afirmaban que «la religión lo envenena todo», un sentimiento que parece disminuir a medida que avanzamos en la era poscristiana.
Jordan Peterson
Hitchens afirmaba con frecuencia que no era ateo, sino «antiteísta»: no creía en Dios y se alegraba de no hacerlo. Resulta fascinante ver a intelectuales que, precisamente, se manifiestan con el sentimiento contrario: no creen, pero de alguna manera quieren creer. El psicólogo Jordan Peterson, que habla a menudo sobre el cristianismo, es un buen ejemplo de ello. Discutiendo sobre la historicidad de la historia cristiana con Jonathan Pageau, dijo, intentando contener las lágrimas: «Probablemente creo, pero el hecho de creer me asombra y no lo entiendo».
Y continuó: «En cierto sentido, creo que no se puede negar. ¿Sabes? Tenemos un sentido narrativo del mundo. Para mí, ese ha sido el mundo de la moral, es el mundo que nos dice cómo actuar. Es real, lo tratamos como si fuera real. No es el mundo objetivo, pero la narrativa y el mundo objetivo se tocan. Y en principio se supone que el ejemplo máximo de eso es Cristo. Pero no sé qué hacer con ello, me parece extrañamente plausible. En parte porque es una realidad demasiado aterradora para creerla plenamente. Ni siquiera sé qué te pasaría si te lo creyeras del todo».
¿Un cambio de tendencia?
No hace mucho tiempo, los ateos que se retiraban a sus torres darwinistas y se atrincheraban para disparar flechas a los fieles querían estar allí. Sus silos intelectuales eran un refugio de la fe porque no querían que el cristianismo fuera verdad. Lo odiaban y pensaban que estaríamos mejor sin él. Como Hitchens, estaban encantados de encontrar argumentos que les permitiera rechazarlo.
Cada vez más, intelectuales de todas las disciplinas -historia, literatura, psicología, filosofía- se asoman desde lo que antes era un refugio y desean, de alguna manera, poder creerlo. Han comprendido que el cristianismo es indispensable y bello, pero sus limitaciones intelectuales impiden a muchos de ellos abrazarlo como verdadero.
Al ver la civilización occidental con su alma cristiana mermada, muchos están ahora dispuestos a decir: «Necesitamos a Cristo». Lo que son incapaces de decir, por el momento, es: «Necesito a Cristo». Pero lo político debe convertirse en personal. Peterson parece entenderlo, y está asombrado por esta realidad.
Chesterton y la «muerte» del cristianismo
Por ahora, historiadores como Niall Ferguson reconocen que el cristianismo es un baluarte fundamental de la frágil civilización que habitamos.
«Creo que la idea de que podemos hacer frente a estos dardos de escandalosa suerte sin ningún tipo de consuelo establecido y consagrado es, prácticamente, errónea», me dijo. «Soy una de esas personas que no llegó al ateísmo por elección, y casi he salido de él a base de estudiar la historia. Las mayores catástrofes a las que probablemente nos enfrentemos están relacionadas con el totalitarismo, porque esa es la lección del siglo XX. Las pandemias mataron a mucha gente en el siglo XX, pero el totalitarismo mató a muchas más».
«Me inquieta que, en muchos aspectos, el totalitarismo gane cada día más terreno», dijo Ferguson. «El totalitarismo fue malo por muchas razones, y una de las manifestaciones de su maldad fue su ataque a la religión. Cuando veo que el totalitarismo está ganando terreno, no solo en China, sino también de forma sutil en nuestra sociedad, parece que este sea el desastre que tenemos que evitar. ¿Por qué soy conservador y no un progresista clásico? Porque el progresismo clásico no detendrá la cultura woke y el totalitarismo. No es lo suficientemente fuerte. En última instancia, necesitamos las ideas heredadas de una civilización y las defensas contra esa forma particular de desastre».
La supervivencia del cristianismo es esencial para la supervivencia de Occidente. La mala noticia es que esta constatación llega cuando la noche está avanzada. La buena noticia es más sencilla. «La cristiandad ha tenido una serie de revoluciones y en cada una de ellas el cristianismo ha muerto», escribió G.K. Chesterton en El hombre eterno. «El cristianismo ha muerto muchas veces y ha resucitado porque tenía un Dios que conocía el camino para salir de la tumba».
Traducción de Elena Faccia Serrano.
ReL.