Opinión. La fiesta de la santa cruz

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En Tula, Tamaulipas, como en muchos lugares, celebran en grande el 3 de mayo, día de la Santa Cruz, correspondiendo cada año a una iglesia diferente de la población. Eran las cinco de la mañana, y con la noche aún encima, los compañeros Cronistas que habíamos asistido a una reunión en esa ciudad, convocada por el historiador Dr. Octavio Herrera Pérez, nos dirigimos esa madrugada a la hermosa capilla del Rosario, al lado sur de la Alameda Chica. La fecha corresponde a un antiguo festejo prehispánico al inicio de la temporada de lluvias, que se convirtió después en el festejo católico de la Santa Cruz.

Ese día asistimos a una capilla que ese año no festejaría a la Santa Cruz. A la luz de unas pocas velas, se hallaban seis personas de claros rasgos indígenas, jóvenes y ancianos, sentados en las primeras bancas de la capilla. Entonaban un canto a una imagen de madera de la Santa Cruz que se hallaba casi tendida en el suelo, frente al altar, apenas sostenida en su cabecera. La cruz estaba totalmente envuelta en tiras de papel crepé color de rosa, y profusamente adornada con listones de colores y rosas de papel. Dirigidos por un anciano que llevaba los cánticos anotados en una libreta, y que se sentaba entre ellos, entonaban con las voces más dulces, plenas de fervor, este canto: “Buenos días, Santa Cruz / hoy te vengo a saludar / para el mundo clara luz / en tu reino celestial”. Las voces de contralto y de barítono, algunas cascadas ya, mezcladas con la luz de las velas y la incipiente que, rompiendo la penumbra entraba por la puerta principal de la pequeñísima capilla, iluminando apenas a la Santa Cruz, ofrecían un toque mágico tan fascinante que me hicieron desear poder quedarme a escucharlas por horas enteras, entrando al mundo de lo irreal. Nunca sentí más pobre mi fe al lado de la de estos sinceros y sencillos indígenas.

Me atreví a romper la magia del momento interrogando a un anciano sobre la hora de la misa o de la fiesta, y me respondió:

Hoy no le toca la fiesta a la cruz de esta capilla, así que venimos a cantarle las mañanitas y a acompañarla para que no pase sola su día…

No deseo hacer comentario alguno al respecto. La emoción que yo sentí no puede ser transformada en palabras. Sólo aumentó mi respeto por esa fe pura de esos indios que los hace sobrevivir en la pobreza y penurias a las que los hemos sometido.

Al retirarnos de tan hermoso espectáculo, se veían los órganos y mezquites, que curiosos se asomaban a presenciar la fiesta…

Por: Milenio/Varios Autores

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