Tres conversos, originarios de Fardis, fueron acusados de promover una fe que «educa de forma desviada» con respecto al Islam. Miembros de la familia sometidos a amenazas. Ya habían negado la renovación de la visa a una monja que trabajó durante 26 años en un leprosario que atiende a cristianos y musulmanes. El obispo Mathieu todavía no ha recibido la aprobación para tomar posesión de la diócesis.
Crece en Irán el estado de alerta y la preocupación por la libertad religiosa, especialmente para la comunidad cristiana, a la espera de las primeras medidas del nuevo presidente, el ultraconservador Ebrahim Raisi. Según algunas fuentes, en la República Islámica se está verificando una creciente presión contra la minoría religiosa, como lo demuestra la detención de tres conversos originarios de Fardis, provincia de Alborz, acusados en el mes de mayo en virtud del artículo 500 del Código Penal. Como señala el sitio web activista International Christian Concern, son las primeras personas sometidas a juicio desde que se introdujo la enmienda a la ley en febrero de este año.
Según las primeras informaciones, las autoridades locales han acusado a Amin Khaki, Milad Goodarzi y Alireza Nourmohammadi de «participar en actos de propaganda» de una fe que «educa de forma desviada respecto de la sagrada religión islámica». Algunos testigos informan que en noviembre del año pasado la policía allanó y registró las casas de los tres hombres e incautó material religioso (cristiano).
En los primeros meses de 2021 las autoridades interrogaron a algunos miembros de las familias, pero el asunto parecía haber terminado sin más novedades salvo la firma de un compromiso de no volver a reunirse de manera personal o por Internet. Pero recientemente el Poder Judicial emitió una orden de arresto en su contra y los envió a juicio. El proceso comenzó hace pocos días y paralelamente sus familias siguen siendo objeto de amenazas y restricción de movimientos.
La represión y las limitaciones también han afectado a la comunidad católica: a principios de mes las autoridades no renovaron la visa y prohibieron el ingreso de una religiosa, Giuseppina Berti, de 75 años, que pasó los últimos 26 años de su vida en un leprosario atendiendo a los enfermos. Era una de las dos religiosas que trabajaban en Isfahan, la única presencia católica en la zona, que hoy solo puede contar con la hermana Fabiola Weiss, de 77 años. En todos estos años ambas misioneras trabajaron en hospitales atendiendo a los enfermos «sin hacer distinciones entre cristianos y musulmanes» y tratando de ofrecer consuelo a todos «independientemente de la fe que profesan».
Las dificultades que atraviesa la Iglesia católica también se confirman en los números: en el país sólo hay dos arquidiócesis asirio-caldeas, una diócesis armenia y una arquidiócesis latina. En la mayoría de los casos solo hay un sacerdote y no hay prelados o todavía no han recibido autorización para ingresar. Este es el caso de Mons. Dominique Mathieu, quien fue nombrado en enero y todavía no ha podido tomar posesión de la diócesis. Se teme que el ascenso de Raisi pueda endurecer aún más el control represivo contra los cristianos, que en algunos casos – sobre todo los evangélicos y protestantes – se consideran enemigos del Estado o una amenaza para la seguridad nacional, por sus supuestos vínculos con Estados Unidos y Occidente.
Teherán, Irán,
AsiaNews.