Isabelle de Rochefort nació en París, se enamoró de un sevillano y ahí formó una familia que define como “su vocación”. A través de Highlands School Sevilla conoció el Regnum Christi y desde 2012 forma parte de esta familia espiritual. Es periodista y filóloga y colabora con Cáritas parroquial, con Altius Sevilla como formadora, con Radio María editando programas, con ClubHouse comentando el evangelio diariamente con el P. Ricardo Sáenz, LC… Pero Isabelle es noticia porque también escribe libros y en los últimos años ha publicado una colección titulada “Te conocía de oídas” formada por cuatro libros que hablan sobre muchos aspectos de los cristianos como la oración o las dudas en la fe que pueden ayudar a crecer. En esta entrevista nos explica cómo ha sido el proceso de creación de estos libros y qué ha supuesto en su vida espiritual.
¿En qué medida tu experiencia vital en el Regnum Christi te ayuda a escribir estos libros?
El Regnum Christi ha sido y es el medio que me ha llevado a la mayoría de las experiencias vividas y que vienen reflejadas en los libros. Doy gracias a Dios por haberme puesto en el camino al Regnum Christi. Para mí ha sido primordial la atención en dirección espiritual con legionarios y consagradas a lo largo de los años y todas las actividades. Al cuidado cotidiano, tengo que añadir las adoraciones mensuales, los ejercicios espirituales anuales, las peregrinaciones a Medjugorje, Tierra Santa, las misiones a Guinea Ecuatorial… todas estas experiencias han hecho surgir los libros.
Y durante la pandemia ha sido providencial para las familias tener este apoyo desde las redes durante los meses de confinamiento, misas diarias de sacerdotes legionarios de Cristo desde Madrid y desde París con el P. Paul Habsburg, el Ángelus y adoraciones con las consagradas en Instagram desde Cerro del Coto…
Sobre todo, mi experiencia vital del Regnum Christi a lo largo de los años es el trato con personas que viven y comparten la misma espiritualidad y se vuelven profundas amistades en Cristo. Los frutos del Regnum Christi en mí se encuentran reflejados en los libros.
¿Y qué te ha llevado a escribirlos?
Más que una experiencia, creo que es la suma de experiencias que se vuelve sobre abundante y no caben más entre mis manos, quizás es el desbordamiento de los escritos, quizás es porque había llegado el momento de compartir y dejar descansar las vivencias en el papel. No lo tenía planeado ni previsto, surgió como el suave empujón del Espíritu Santo y me puse manos a la obra sin tener calculado ni asegurado fueran a hacerse realidad.
¿Cómo ha sido la selección de los temas?
Por mi formación literaria, tengo la costumbre de escribir mucho. Repasando las vivencias y direcciones espirituales, han ido surgiendo los temas, con naturalidad. Primero una intuición, una posibilidad que se va consolidando hasta imponerse y hacerse criterio. Una vez determinados los temas, he ido descartando y seleccionando los textos. Poco a poco, emergieron cuatro temas y los textos se iban articulando unos con otros. Tardé un año en escribirlos, ocuparon mis días y mi mente. Después tardé nueve meses, entre pruebas y correcciones, portadas y encuadernación.
¿Qué es lo que más te ha ayudado durante el camino? ¿Y aquello que más te ha costado?
Lo que más me ha ayudado sin duda ha sido mi familia, mi marido y mis hijas, que a pesar de lo “incomprensible” y a veces “molesto” que puede ser el empeño de alguien por una obra, respetaron y me animaron siempre y en todo para que siga con los apostolados. Apoyan y ven con buenos ojos todo lo que hacemos para Gloria de Dios y extender su Reino en la tierra, al final son el motor y la llave que pone en marcha el proyecto. Nunca han puesto barreras a mis “locuras” apostólicas, y les aseguro que ha habido si no se ve con los ojos de la fe… Me ayudó también la disposición de un legionario que se prestó a leerlos y corregir las dudas que tenía. Me dio mucha seguridad en cuanto a la ortodoxia de doctrina espiritual.
Quizás los peores momentos son los últimos, porque mientras vas escribiendo, te lleva la ilusión de un proyecto, el fuego creativo, el ir construyendo hacia la meta. En cambio las correcciones son más ingratas porque son severas y exigentes. El último libro ha sido el más trabajado a la hora de cambios y correcciones importantes, y quizás el más doloroso porque fue el más solitario y silenciado. Al mismo tiempo, esta fatiga ha retumbado quizás para ser el que más está ayudando a los lectores.
¿Por qué has decidido incluir las reflexiones del P. Miguel Segura, LC?
Se me ocurrió hacerlo a partir del segundo libro. Encontré más justo y más vivo distinguir la tipografía y establecer un diálogo informal; como un teatro a dos voces. Las otras voces a veces contrastan, o al contrario aterrizan las vivencias, otras veces confirman intuiciones y profundizan con el valor añadido de la predicación sacerdotal. Incluir al P. Miguel Segura y a otras personas citadas es a la vez mi modo de agradecerles y el modo de evitar libros egocéntricos.
El primer libro habla de un Jesús invisible en la oración, los sacramentos, las cruces, en los estados de vida… También, hablas, a partir de esto, de la duda en la fe. ¿Qué puede aportar la duda en la vida de un cristiano?
Aunque ciertas culturas como la mía repitan que Jesús debe ser invisible, Él sale constantemente a nuestro encuentro. Jesús invisible parte de experiencias reales, ancladas en la tierra, en los sentidos, en la vista, el tocar, oír. Está imbuido en lo humano, en Jesucristo hombre verdadero entre los hombres; está basado en hechos, experiencias y observaciones objetivas, un libro muy terrenal, pero en todo estos episodios transciende la presencia y actuación de Jesucristo. Desde el Evangelio, a través de la historia de la humanidad hasta en cada una de nuestras vidas cotidianas y actuales.
¿Qué puede aportar la duda en la fe?
Creo que avanzamos a golpe de dudas de fe. Empecé mi camino de conversión con 39 años, de la mano del Regnum Christi aquí en España. Mi cultura francesa y formación humanística han sido fuertemente relativistas, enraizadas en el racionalismo y el culto por lo absurdo y efímero. Ser católica en mi ambiente pertenece a la esfera privada. No se comparte, no se habla de creer en Dios, ni se debate, porque es una debilidad. Ortodoxa de corazón por mi madre, vivía intrínsecamente una contradicción entre mi convencimiento intelectual y un sentir transcendente fuerte. Mi conversión es un vaivén incesante entre persuasión y dudas, entre saber y entender, entre buscar y encontrar a Dios, entre intuir, pedir y experimentar el amor de Cristo, o los cuidados de la Virgen.
Creo que avanzamos tanteando, pero que cada paso consolida nuestra fe y esta es cada vez más fuerte. Las dudas no son un parón o dar un paso hacia atrás, todo lo contrario; creo que las dudas son pasos hacia adelante. Por eso no hay que dejar de buscar a Dios, la multiplicidad de los medios, de los apostolados, la necesidad de peregrinar, de ir a los sitios, y de repetir los encuentros con Cristo…. Nunca agotaremos los encuentros con el amor de Dios.
¿Qué supone esta experiencia en la vida de una persona que no es cristiana?
¡En la práctica era mi caso! Por eso siento que puedo responderte así: Supone un cambio radical. Cambia nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de relacionarnos con los amigos, nuestra manera de trabajar, nuestra manera de educar a los hijos, nuestra manera de amar en el matrimonio, nuestra manera de vivir en el mundo, nuestra manera de tratar a los demás, nuestra manera de involucrarnos en la sociedad, nuestra manera de ver la Iglesia, la manera de ver y tratar con las almas consagradas, la manera de enfocar los sufrimientos, las enfermedades, la manera de ver la muerte y encauzar la vida.
¿Cómo es tu vida de oración?
Aunque hablo de la oración en cada libro, el cuarto y último libro trata de manera más exclusiva de la oración. Mi experiencia es que la vida de oración, como la de la fe, es progresiva. Mientras oremos, siempre iremos hacia adelante; aunque parezca que nuestra oración es seca o nuestra vida espiritual un desierto donde no encontramos a Dios, podemos estar seguro que estamos avanzando hacia Él, hacia el encuentro con el Señor. Es un camino sorprendente porque no dirigimos la barca de nuestra oración, y es un camino sin límites porque así nos lo enseñan los Santos místicos, y es un camino sin fin porque hasta en el cielo podremos interceder para la salvación de las almas. Quien busca la verdad, encuentra a Dios. Quien ora, encuentra la verdad.
¿Puedes darnos algunos consejos?
Creo que la vida de oración, como las personas, es única e irrepetible. Si estás empezando, aconsejaría acercarte a una iglesia o arrodillarte ante el Santísimo en alguna adoración eucarística, y ofrecer al Señor un Padre Nuestro. La oración se ejercita. Es como subir la ladera de una montaña: se empieza desde abajo levantando la mirada, y la cima está lejos, fuera de nuestro alcance. Muéstrate y manifiesta tu deseo de encontrarte con Dios, una, dos o más veces.
Él te enseñará tu camino de oración con inspiraciones y providencias del Espíritu de Dios. Y a medida que subes por la ladera, cuando el camino recorrido es más largo que el camino restante, sabrás que ya nadie ni nada te desviará del camino a la cima. Nadie te apartará de tu vida de oración, y te encontrarás libre, pleno y feliz, pase lo que pase en tu vida, porque estarás contemplando la grandeza y la belleza de la obra de Dios desde la cima.