Stonewall, una organización benéfica histórica a la vanguardia de la promoción de los llamados nuevos derechos, ha decidido pedir que ya no se hable de «madre». Ya se han sumado 850 organizaciones, incluidos 250 departamentos gubernamentales y entidades públicas como la policía. Quienes deroguen el término ganarán visibilidad. Con la ley italiana «Zan Ddl», también podría tocar a Italia y a sus escuelas.
¿Es posible exigir la prohibición de la palabra «madre», es decir una de las más fundamentales, de las que los niños de todos los orígenes, como es bien sabido, aprenden primero? En un mundo normal, ciertamente no. De hecho, incluso en el nuestro, hace tan solo unos años, tal afirmación habría ido acompañada de oportunos exámenes médicos a quienes la hubieran hecho suya. Pero los tiempos, ya sabes, cambian. Y aquí está Stonewall, una «organización benéfica» ahora histórica, que existe desde hace 32 años, y que está a la vanguardia de la promoción de los llamados nuevos derechos, ha decidido hacer precisamente eso: pedir que ya no se hable de «madre».
Un diktat orwelliano avanzó dentro del programa Campeones de la Diversidad, al que ya se han sumado 850 organizaciones, incluidos 250 departamentos gubernamentales y organismos públicos como las fuerzas policiales, comprometidos en el desafío indispensable de la «inclusión». Más precisamente, la solicitud que se hace es que se reemplace la palabra «madre» por la expresión «persona que dio a luz». Tantas palabras en lugar de una con el único y evidente propósito de esterilizar el acto generativo desde un punto de vista lingüístico y también eclipsar conceptualmente la imagen de la familia natural.
Cabe señalar que, además de absurda, esta petición también es un chantaje en el sentido de que adaptarse a la indicación supone, aparentemente, una mejora en el ranking siempre editado por Stonewall. En otras palabras, quienes eliminan el término «madre» ganan visibilidad, imagen, atractivo. El primero en dar la noticia surrealista, desvelando los detalles, fue el diario Telegraph pero, en cascada, la cosa fue recogida por toda la prensa británica, a la que incluso a las extravagantes iniciativas, por así decirlo, está bastante acostumbrada.
Entre las muchas razones por las que lo sensacional, la esperada abolición del término «madre» está provocando polémica es que, como decíamos, está contenido en el programa Campeones de la Diversidad, que no es gratuito en absoluto, al contrario. Cuesta dinero acceder a él, y para colmo bastante. Prueba de ello es que, hace apenas unos días, la ministra inglesa de Igualdad de Oportunidades, Liz Truss, había dejado claro que espera que el gobierno abandone esta iniciativa de Stonewall, aunque solo sea por motivos relacionados con la relación entre calidad y precio, que parece no ser óptimo. No solo. Stonewall ha estado en el centro de atención durante unos días también porque su directora ejecutiva, Nancy Kelley, comparó recientemente posiciones hostiles a la ideología de género con el antisemitismo, con un forzamiento anormal que por razones obvias no ha pasado desapercibido.
Sobre esto es bueno, de hecho urgente, reflexionar, también porque sería ingenuo tomar esta historia sólo como una extraña historia británica; No lo es. Pronto las asociaciones LGBT nos pedirán que eliminemos también los términos «padre» y «madre». Y si, lamentablemente, se aprueba el proyecto de ley Zan, es fácil predecir que, en poco tiempo, también se ofrecerán escuelas para reemplazar «madre» por «la persona que dio a luz».
Por eso, es recomendable poner toda la presión posible sobre el texto ahora en el Senado italiano para que sea detenido, ya que no es necesario hacer terrorismo o avivar fantasmas de ningún tipo para imaginar las devastadoras consecuencias culturales de una legislación arcoíris. Basta con hojear las páginas de las noticias en inglés intentando no confundirse, aunque objetivamente no sea fácil, con la literatura distópica.
GIULIANO GUZZO.
ROMA, Italia.
lunes 7 de junio de 2021.
lanuovabq.