Un español para acabar con la Forma Extraordinaria del Rito Romano.

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El radar de nuestro querido y admirado Specola lo detectó al segundo. El pasado viernes, refiriéndose al Motu proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, al ataque a la Forma Extraordinaria del Rito Romano, escribió: “El hecho es que, nos guste o no, muchos sacerdotes jóvenes aman la celebración tridentina y se pretende poner límites a estos gustos desviados. El rumor es que el Papa Francisco desea publicar el documento pronto, y que se supone que está recibiendo el apoyo de Parolin y de Ouellet.  Las fuentes internas hablan de que estas medidas restrictivas serán llevadas a cabo por el Culto Divino por el subsecretario García Macías, a quien el Papa Francisco ha elevado al episcopado  con el propósito de llevar a cabo estos planes,  descrito como: “la persona más anti-tridentina jamás conocida en la misa””.

Aurelio García Macías, a quien en Valladolid llaman Yeyo, nacido en Pollos (Valladolid) el 28 de marzo de 1965, ha tenido una carrera meteórica en la Congregación, a la que llegó en 2015 al servicio del cardenal Robert Sarah.

No hace falta ser un lince para sospechar que su “fidelidad” al cardenal Sarah se acaba de compensar con este nombramiento. En la Congregación, García Macías era consultor desde el 2010 y fue designado Jefe de Oficina en el 2016 por el cardenal Robert Sarah. ¿Qué servicios habrá prestado para que le hayan nombrado obispo? Como se puede comprobar en el Anuario Pontificio, no todos los subsecretarios de los dicasterios son ordenados obispos.

García Macías había sido, por dos mandatos, presidente de la Asociación Española de Profesores de Liturgia. En esa Asociación compartía trabajos con el sacerdote madrileño Manuel González López-Corps, hoy desaparecido. En la Universidad San Dámaso de Madrid se cuenta que fue Manuel González quién le invitó a que diera clases en el bienio de Liturgia de San Dámaso y quien apoyó su nombramiento romano.

La carrera eclesiástica del nuevo obispo de Rotdon está ligada al Seminario de Valladolid, en el que estudió y fue nombrado, primero, director espiritual (1995-2000) y posteriormente, en 2011, rector por el arzobispo Ricardo Blázquez. Cuando se marchó a Roma, en el Seminario de Valladolid, su sucesor fue el sacerdote Fernando García Álvaro, un hombre de doctrina segura, formado en el Instituto Juan Pablo II para la Familia y la Vida de Roma.

Pero cuando llevaba algo más de año y medio, el cuerpo de García Álvaro fue encontrado sin vida en el Pinar de Puente Duero, una zona aislada cercana a Valladolid. Era el mes de diciembre de 2017. La muerte a los 41 años de ese sacerdote sigue siendo unos los episodios que ensombrecen la historia reciente del Seminario y de la diócesis de Valladolid.

Muchas han sido las hipótesis que se han barajado sobre las causas y circunstancias de la muerte del rector. Un sacerdote que confesaba debía su sacerdocio al que fuera secretario del arzobispo Delicado Baeza y ecónomo de la diócesis, Enrique Peralta, uno de los protagonistas del escándalo de Gescartera que tantos disgustos le dio a Delicado Baeza. La hipótesis más plausible, después de haber sido investigado el caso por Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), apuntaba a un suicidio. Una explicación difícil de asumir. En aquellas fechas se habló de que el rector del Seminario padecía una enfermedad incurable. Quienes le conocían no dieron crédito a la versión del suicidio.

Y ahora, como escribe Luisella Scrosati en “La Nuova Bussola Quotodiana”, llegan el anti-Sarah Roché, como Prefecto, y García Macías, como sub-Secretario, contra el Motu Proprio Summorum Pontificum y “contra el intento de Benedicto XVI de conducir a “una reconciliación de la Iglesia consigo misma”. O también como ha dicho el papa emérito en el último libro de Peter Seewald : “Para mí era importante que la Iglesia mantuviera la continuidad interna con su pasado. Que lo que una vez fue sagrado no se convirtió de repente en algo incorrecto. El rito debe evolucionar. Por eso se anunció la reforma. Pero la identidad no debe romperse””.

 

Por Diego Lanzas.

Infovaticana.

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