Jesucristo nos invita a reflexionar acerca del tema de la unidad, por lo cual, tenemos que expulsar a Satanás de nuestros ambientes para poder crecer en ella. Así mismo, nos invita a reconocer la presencia del Espíritu santo en la Iglesia, como origen y garante de la unidad en LA MISMA. Por último, nos invita a ser parte de su familia: escuchando su Palabra y poniéndola en práctica.
- “SI UN REINO ESTÁ DIVIDIDO EN BANDOS OPUESTOS, NO PUEDE SUBSISTIR”
Es indiscutible que la unidad hace la fuerza y que la división debilita a las sociedades, llevándolas al colapso. Satanás no puede luchar contra sí mismo pues estaría llegando su fin. Sin embargo, una estrategia del mal es dividir para vencer. Pero es mejor hacer el bien que el mal, construir que destruir, trabajar en concordia que en discordia. ¿Qué es lo que causa la división en las familias? Las mentiras, los malos entendidos, la hipocresía, los enojos, las discusiones, la falta de honestidad, el odio, el rencor, el resentimiento y el engaño. ¿Qué es lo que causa la UNIDAD en las familias? El amor, el diálogo, la comprensión, el perdón, el cariño, la paz, la oración y la verdad.
- “EL QUE BLASFEME CONTRA EL ESPÍRITU SANTO, NO TENDRÁ PERDÓN”
La blasfemia consiste en proferir contra Dios —interior o exteriormente— palabras de odio, de reproche, de desafío. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. (CATIC # 2148). La blasfemia consiste en tres cosas: negar de Dios lo que es (Dios no es justo), afirmar lo que no es (Dios es injusto) y maldecirlo (maldito seas). Este pecado consiste en confundir al Espíritu Santo con Satanás, negar su presencia en Jesús y afirmar que Jesús tiene el poder del mal. ¿Por qué no se tendrá perdón? Porque es un rechazo directo de Dios, a su gracia, su amor y su perdón, es resistirse al poder salvador de Dios, no querer ser guiados por Él.
- “EL QUE CUMPLE LA VOLUNTAD DE DIOS, ESE ES MI HERMANO, MI HERMANA Y MI MADRE”
Jesús nos invita a ser parte de su familia, cumpliendo la voluntad del Padre: “ámense los unos a los otros” (Jn 13,34-35), pues su proyecto es “que todos sean uno” (Jn 17,21). Así mismo, Dios quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1ª Tim 2,4), y por lo tanto, “que ninguno se pierda” (Mt 18,14). Es bueno reconocernos como hermanos, hijos de un mismo Padre, para poder salvarnos (Cf. Mal 2,10). Jesucristo nos comparte su dignidad de ser Hijo: “Subo a mi Padre y vuestro Padre” (Jn 20,17). Veámonos como hermanos, tratémonos como hermanos y vivamos como verdaderos hermanos: respetándonos, cuidándonos y amándonos.