Simon Fanshawe, de 64 años, cómico y colaborador habitual en programas de radio y televisión de la BBC, es un notorio activista inglés pro-LGBT, y ha escrito varios libros apoyando sus causas. En 1989 fue uno de los fundadores de Stonewall, una organización muy influyente del lobby gay que recibe su nombre de los célebres disturbios de 1969 en Nueva York, considerados punto de partida del movimiento homosexualista contemporáneo.
Intolerancia y sectarismo
Pero ahora Fanshawe ha roto públicamente con Stonewall y ha explicado los motivos: la intolerancia hacia cualquiera que discrepe de las posiciones oficiales y la identificación del movimiento LGBT con los posicionamientos más radicales de la ideología de género, en perjuicio, sobre todo, de las mujeres. Es el enfrentamiento, que se está generalizando en todo el mundo, entre el sectarismo pro-trans y el feminismo en cuestiones tan concretas como los baños y espacios de intimidad para la mujer, el deporte femenino o la mutilación genital de niños.
Fanshawe confiesa a Spiked su «frustración» ante la actitud del grupo que contribuyó a fundar: «Mi ruptura pública con Stonewall viene precedida por un esfuerzo muy considerable, mío y de otros de los fundadores de Stonewall, por intentar un diálogo con el que llegar a puntos de acuerdo en las cuestiones espinosas, donde la autopercepción y los derechos trans chocan con los derechos de las mujeres, y por tanto de las lesbianas. Pero no hubo la más mínima intención de Stonewall por suscitar un diálogo».
Autopercepción vs feminismo
El lobby LGBT ha optado por la versión más extrema de la ideología de género y sus consecuencias más delirantes (recogidas, por ejemplo, en el proyecto de ley trans de la ministra Irene Montero o de otros grupos, así como en las leyes vigentes en comunidades autónomas a impulsos del PP), y Stonewall no es una excepción.
Pero Fanshawe recuerda que las leyes de reconocimiento del «género» se pensaron «para ayudar a personas que estaban haciendo la transición, no para ir contra la biología«: «Si miras la ley», añade, «la definición de hombre y de mujer es muy clara; el problema viene cuando pretendes que la autopercepción puede tener un fundamento legal viable».
En efecto, continúa, las leyes de igualdad prevén que hay razones legítimas y proprocionadas para que haya prestaciones exclusivamente para mujeres, como en el caso de grupos de apoyo a mujeres que han sufrido acoso o violación: «Pero si conviertes la autopercepción en un fundamento legal, acabarás teniendo personas con cuerpo de hombres en espacios solo para las mujeres. Esto podría destruir un objetivo esencial, como es tener espacios solo para mujeres».
Unos pocos hablan en nombre de todos
Lo que Fanshawe denuncia es que esta opinión de puro sentido común es sistemáticamente silenciada en el seno del lobby LGBT: «No puedes decir que algo es la opinión de las personas LGBT o de la ‘comunidad’, porque hay tantas opiniones como personas, no hay una opinión de la ‘comunidad’. En el momento en el que afirmas que la hay (y que, si no estás de acuerdo, tú mismo te sitúas ‘fuera de Stonewall’, como se me ha dicho a mí), entonces te has convertido en un partido político, más que en una alianza amplia».
En el lobby gay que Stonewall ejemplifica ya no hay discusión posible. «El desacuerdo razonable es caricaturizado como ‘odio’«, lamenta Simon, hasta el punto de que recientemente el director ejecutivo de la organización equiparó públicamente la discrepancia sobre la autupercepción con el antisemitismo. Es «muy peligrosa», concluye, esa «absoluta intolerancia» ante el debate.
CL/ReL.