«Cuando viví la misa en latín, supe que estaba en casa», confiesa una mormona, atraída por la belleza católica..

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Maren Latham es una mujer que se educó en los años 80 en una devota familia mormona de Alberta (Canadá). Tuvo una infancia feliz dedicada a la oración y estudio de las Escrituras. Durante su juventud, el gusto de Maren por la música, el latín y la belleza de la liturgia la harían replantearse sus creencias. Cuenta en Coming Home Network cómo la devoción de los católicos al comulgar y la misa tradicional motivaron su conversión.

Desde joven notó algo extraño

Maren “pensaba que los mormones éramos gente buena y temerosa de Dios, pero desde mi infancia noté algo diferente, percibía frialdad cuando le decía a los padres de mis amigos que era mormona”, explica: “Supuse que era porque creíamos ser la única y verdadera Iglesia”.

Todo lo que había oído sobre la Iglesia Católica era negativo, plagado de corrupción, abusos y escándalos”, afirma. Pero debido a la idea de sucesión de los mormones, “entendí que los católicos eran la única otra iglesia que reclamaba la autoridad directa de Jesucristo”.

Más de 16 millones de mormones

En 1820, Joseph Smith fundó el movimiento de los Santos de los Últimos Días. Este joven granjero de Vermont (Estados Unidos) afirmó haber tenido una aparición de Jesucristo encomendándole la restauración de su autoridad mediante el Libro de Mormón y una nueva Iglesia.

Actualmente hay más de 16 millones de mormones. Además de «bautizar» difuntos, no creen en la Trinidad, consideran que el matrimonio es “para toda la eternidad” y, concluida la adolescencia, deben dejar su hogar para ejercer el proselitismo. Por todo ello, los mormones no son considerados cristianos salvo por ellos mismos.

Comenzó a tener preguntas inquietantes

Por estos motivos, “comencé a tener preguntas inquietantes sobre mi religión”, admite Maren. “¿Por qué al resto de cristianos no les emocionaba el Libro de Mormón? ¿Por qué están en contra? ¿Por qué los historiadores no lo toman en serio?” se preguntaba.

“Para asistir a los Templos –que no es lo mismo que la práctica dominical– debes ser un mormón devoto que pague sus cuotas y tener una buena posición”. Además, “nunca puedes cuestionar lo que sucede en el templo, tampoco el bautismo de los muertos” –creen que bautizando a un representante de un difunto, este último queda bautizado–.

Fascinada por cosas católicas

“Sabía que el catolicismo estaba completamente equivocado, pero sentía fascinación por la Iglesia católica. La consideraba hermosa y misteriosa, miraba con nostalgia las catedrales y las comparaba con tristeza con el pragmatismo de las iglesias mormonas”.

Me fascinaban las escenas de confesiones en las películas. ¡Los confesionarios parecían tan privados, acogedores y reconfortantes! Imaginé cómo sería desnudar tu alma en completo anonimato y saber que eres perdonado, ¡y parecía tan atractivo!”, exclama.

Confesionarios de estilo neogótico

Se sintió atraída por el rezo del rosario y su madre le explicó qué era. “Todo mi corazón anhelaba esas cuentas, literalmente tenía ganas de enlazarlas entre mis manos”, explica.

La música atrajo a Maren a la fe

“Con 12 años, comencé a participar en coros de alto nivel, sumergiéndome en la música sacra”, cuenta: “Escuchaba la música más hermosa jamás escrita, y era casi exclusivamente católica. Canté mi primer Ave María en latín, me encantaba, y repetía las palabras sin saber que era la oración principal del rosario. Mi mayor atracción por la fe católica era su música”.

Ave María de Schubert (catedral de Valladolid, 2017)

Y añade: “Sentí que no había nada más cerca del cielo. Aquella belleza me conmovió más que cualquier cosa de mi religión, tanto que en muchas ocasiones no podía cantar por las lágrimas que derramaba. Pensar que Jesucristo me llamaba `su amor verdadero´ y que se había encarnado en María para unirse a la naturaleza humana era un Jesús completamente diferente al que conocía”.

A caballo entre dos mundos

“Durante mi adolescencia, estuve a caballo entre dos mundos. Mi vida como corista era una gloriosa fiesta espiritual, pero mi vida religiosa era cada vez más estéril”.

Con 18 años, “debía comenzar a asistir a los cultos con otros jóvenes solteros para formar un matrimonio”, explica. Pero “el mormonismo sin mi familia era pesado, no cumplía mis obligaciones, y me presionaban para casarme”.

El templo mormón en la sede mundial de Salt Lake.

El templo mormón en la sede mundial de Salt Lake (imagen de Sean Buckley).

Al dejar los mormones se sintió más cerca de Dios

Maren entró en una profunda crisis. Con 25 años, “acudí al templo, el lugar más sagrado de la tierra, para profundizar”. Pero lejos de lo esperado, “fue allí, ese día, donde mi fe recibió un golpe fatal. Si esa era la Casa de Dios, si eso era Dios, entonces yo estaba sola en el universo. Estaba en shock, mi mundo se había hecho añicos”.

Tres años después, “conocí a mi futuro esposo, Christopher. No era mormón y con su amor y apoyo me sentí fuerte como para dejar la iglesia mormona”, explica. “No dudé un solo momento de la existencia de Dios. De hecho, al dejar los mormones, me sentí más cerca de Dios que nunca. Ahora tenía una misión: aprender qué es el cristianismo”.

Encontró en la misa el sentido de su vida

Maren “sabía exactamente donde ir”, y comenzó a frecuentar celebraciones misas y adoraciones. “No lo entendía, pero sentía una profundidad y cohesión increíbles. Me impresionó la reverencia de la gente al recibir la comunión. No creía que fuera el cuerpo de Cristo, pero veía claramente que ellos si lo creían, y quise tener eso yo también”.

“En enero de 2017 sucedió algo maravilloso”, exclama. “Me enteré de que todavía se ofrecían misas tradicionales en latín original, con un trasfondo musical que se correspondía con mi fascinación por el latín. ¡Quería asistir allí!”, afirma.

“Una vez que experimenté la misa en latín, supe que estaba en casa. Era como si toda mi vida y todo lo que había amado en secreto, además de mi experiencia musical, tuvieran sentido”, detalla: “Creo que Dios me llamó a eso desde que era pequeña”.

Devoraba los catecismos tras su conversión

“Hablé con el párroco de aquella parroquia, y me dijo que él mismo me enseñaría. Nunca habría esperado que un sacerdote dedicara tanto tiempo para enseñar a una persona, pero desde entonces, entendí muchas cosas mejor que católicos no conversos. Me daba mucho material de lectura, lo devoraba y volvía con más preguntas”.

Me sorprendió lo hermosa y cohesionada que es la doctrina católica. Cuanto más profundizaba, más sentido tenía. Fue como ser incitado a una ciudad antigua y vibrante, donde descubrí caminos ocultos hacia hermosos jardines, deliciosos restaurantes y hermosas estatuas”.

Un último paso: creer en la presencia de Cristo

“Eso no quiere decir que no tuviese luchas doctrinales. Mi principal problema fue creer en la presencia real”. Hasta que eso cambió.

“Estaba arrodillada durante la consagración y pensé: ` ¿Por qué Dios, que dijo: «Hágase la luz», y se hizo, no pudo elegir estar con nosotros en la eucaristía?´”.

“¿Podría permitirme creer que Dios me ama tanto que realmente se da a sí mismo para que me alimente de Él, para que me fortalezca y consuele simplemente estando conmigo?”, se preguntó. “La profundidad que se abrió frente a mí fue asombrosa”, afirma.

“Todo encajó después de eso. Verdaderamente, la Iglesia católica fue la continuación y cumplimiento de Antiguo Testamento, y no es necesario que haya ninguna restauración, como me enseñaron”.

“Finalmente, en la Vigilia Pascual de 2018, fui bautizada y confirmada, y después, recibí el Cuerpo de Cristo con asombro y gratitud”.

 

J. M. Carrera / ReL.

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