Las consecuencias de la soledad, el miedo o el vacío existencial han sido palpables a lo largo de una pandemia mundial que se alarga desde hace más de un año. Cada vez más personas admiten como esta crisis aviva e incluso despierta la fe de quienes viven al margen de la religión. Así lo confesó el columnista de The Guardian John Harris, quien se declara «sin religión», pero que admite que “la vida sin Dios ha resultado ser una vida sin compañerismo y sin sentido”.
Sintió envidia de los creyentes
“Después de declararme en el censo como no creyente, sentí envidia con motivo del año de pandemia o el confinamiento, el miedo a una enfermedad, a la muerte o la sensación de que nada tiene sentido”.
“¿Es así como se sienten los creyentes?”, se preguntó el columnista de The Guardian del 28 de marzo, “¿o son capaces de dar algo de sentido a estas experiencias recientes?”.
Aumenta la soledad y la práctica religiosa
El 7 de abril, el Instituto Nacional de Estadística reflejó que tras un año de pandemia, uno de cada cuatro hogares en España está compuesto por una persona. El mismo porcentaje de españoles reconoce haber tenido bastante miedo a morir por coronavirus, y al mismo tiempo, otras encuestas recogen un significativo aumento de la vivencia religiosa: El 28% de los estadounidenses y el 16% de los españoles admiten que la pandemia ha fortalecido su fe.
Harris lamenta que “la posibilidad de una reflexión compartida sobre los eventos del año pasado parece escasa”, y en su lugar reina “la perspectiva absurda de divertirse como si nada hubiera pasado, ahora que se levantarán pronto las restricciones”.
La Iglesia, en el centro del Covid
“Las iglesias han estado en el centro de las vivencias del Covid, donde los símbolos y prácticas religiosas han reaparecido significativamente”, explica el periodista.
Los datos y estadísticas le dan la razón. Harris destaca que “en la primera fase de la pandemia, las búsquedas de la palabra oración aumentaron en un 50% en 95 países, superando las búsquedas asociadas con otras fechas como la Navidad”.
El Papa Francisco reza ante una imagen de la Virgen por el fin de la pandemia.
Más gente que reza y va a misa
Además, conforme la gravedad de la pandemia y las cifras mortales se disparaban en el Reino Unido (el 8 de abril de 2020 se alcanzaban los 800 muertos al día), la casa de sondeos Savanta ComRes entrevistó a 2.100 adultos para estudiar cómo el confinamiento afectó a su vida espiritual.
Los resultados del estudio fueron significativos: sobre 52 millones de adultos, un 5% que antes no rezaba lo hizo por primera vez durante las primeras semanas de pandemia en marzo y abril. Esto significa que 2,6 millones de británicos rezaron por primera vez, y unos 5 millones se conectaron a misas y predicaciones online.
La respuesta de las sociedades católicas
Del mismo modo, una encuesta realizada por la consultora estadounidense Gallup concluyó que el 46% de los entrevistados que informaron asistir a servicios religiosos, reconocieron que su salud mental era excelente. Un 4% más de los que lo reconocieron en 2019.
Harris también reivindica la respuesta que las sociedades católicas daban en el pasado a enfermedades y pandemias. Durante su encuentro con el historiador John Sabapathy, “hablamos sobre como el Covid es comparable con la Peste Negra del siglo XIV y las formas en que las sociedades respondieron colectivamente a esta última. Cuidaban o enterraban a los muertos y realizaban procesiones como actos de penitencia o como una forma de protegerse de la plaga”.
Muchas personas han retomado o iniciado la oración con la pandemia
Por la religión, las personas cantan, rezan y comen juntas
“Hoy”, en cambio, “una mezcla de individualismo y negación colectiva nos deja a muchos de nosotros sin las ideas o el lenguaje para concebir el Covid de esa manera. Incluso aunque quisiéramos”, se pregunta Harris, “¿dónde lo haríamos?. En lo que respecta a la mortalidad”, afirma citando al historiador, “tenemos muy pocas instituciones sociales en que nos permitan hablar de ella”.
“Mucho antes de la llegada del Covid, estaba claro que la gente estaba perdiendo el contacto”, explica Harris- “A lo largo de décadas de secularización motivada por liberales irreligiosos, nunca se pensó en cómo asumir los roles sociales de la Iglesia, y han desaparecido muchos de los espacios compartidos, bibliotecas y centros comunitarios”.
La comunidad es importante, pero no suficiente
Periodista e historiador concluyen llamando la atención sobre la pérdida del “papel de la solidaridad social y comunitario” y reclaman la religión, donde “las personas cantan, rezan y comen juntas”.
En un comentario de Catholic Herald, David Mills destaca la importancia del elemento comunitario de la religión que afirma Harris en The Guardian, ya que “podríamos proporcionar parques, pasillos, centros artísticos y sociales”. Pero añade: “sin una razón más profunda, atractiva y vinculante para formar amistades que formen a su vez comunidades, no habrá mucha diferencia y seguirá todo como estaba”.
J. M. Carrera / ReL.