El pasado Domingo de Ramos, el párroco italiano de Bonassola, padre Giulio Mignani, se negó a bendecir las palmas que habían traído a la iglesia los parroquianos en protesta por la negativa de Doctrina de la Fe a la bendición de parejas homosexuales, informa la agencia ANSA.
«Si no puedo bendecir parejas formadas por personas del mismo sexo, entonces tampoco bendeciré las palmas ni las ramas de olivo”, explicó el padre Mignani a sus feligreses durante la homilía del Domingo de Ramos, con ese sentido patrimonial de la vocación sacerdotal que tanto abunda entre los forofos de la ‘renovación’.
Mignani, conocido por su apoyo al matrimonio homosexual, calificó de “absurdo” el reciente ‘responsum’ de la Congregación para la Doctrina de la Fe contra la bendición eclesial de uniones homosexuales.
La reacción de Mignani es una gota en la riada de pataleos modernistas contra la decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, sobre todo, del refrendo papal. Muchos se niegan a creer que el mismo Papa del “¿quién soy yo para juzgar?”, el mismo que tantos guiños ha prodigado a la causa LGTBQ y que ha promovido a tantos prelados obsequiosos con la causa, haya firmado una decisión, por lo demás, absolutamente en línea con la perenne doctrina moral de la Iglesia en esta cuestión. De ahí que se hayan convencido a sí mismos y a otros de que, según “fuentes vaticanas”, el Pontífice estaría poco menos que arrepentido de su decisión, ratificando un texto que “sin duda” no había leído.
Los medios no nos cuentan, por otra parte, reacción alguna de los pobres feligreses de Bonassola ante la negativa del párroco de bendecir sus ramos, en una actitud infantil que revela su concepto de su condición sacerdotal como propiedad personal al servicio de sus causas políticas.
Por Carlos Esteban.
Infovaticana.
