El viaje a Irak del papa Francisco

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

En la rueda de prensa, de vuelta en el avión, el Papa desvela cómo se produce su decisión de realizar un vieje. El Papa escucha a sus asesores, y deja por un tiempo que en su interior la motivación crezca suficientemente. En todo el proceso está presente la oración, que va alimentando la idea. Tienen prioridad los países  pobres en los que viven una minoría de cristianos. Las guerras han desolado y masacrado a mucha población irakí, de Badag, Mosul, o el Kurdistán. Las palabras del Papa en este viaje de forma especial, hay que considerarlas en el sitio donde han sido pronunciadas; y, sobre todo, a las personas a las que fueron dirigidas. Sabemos que el papa Francisco no pretende distinguirse por largos discursos de intrincado contenido, sino por la palabra directa, inteligible que nace del corazón para hablar al corazón de las gentes. El Papa se propuso sembrar Esperanza, que es algo muy superior a la intención de animar a un pueblo que lo ha perdido casi todo. Algunas familias cristianas de Mosul, cuando han regresado, no pudieron identificar el sitio de su  domicilio o lugar de trabajo: todo está destruido hasta los cimientos. Se volverá a producir el milagro de la reconstrucción de esas comunidades, pero todos los apoyos son necesarios, y la presencia del papa Francisco está más que justificada con todos los riesgos .

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Algunos puntos fuertes de la encíclica Fratelli tuti fueron recordados por el Papa. En una tierra en la tienen que convivir y entenderse personas de distintos credos  religiosos el factor común que puede unirlos es la fraternidad. Se entiende esta dimensión del ser humano cuando se viven los casos de mutua ayuda entre cristianos y musulmanes. A la hora de la reconstrucción de sus anteriores lugares de convivencia los cristianos ayudan a los musulmanes a levantar sus casas y mezquitas, lo mismo que musulmanes colaboran en la reconstrucción de hogares cristianos y templos. De forma repetida, y en los distintos lugares, el Papa recordó al patriarca Abraham como padre en la Fe. No dejó el Papa de invocar la presencia protectora de la santísima VIRGEN y de señalar la pobreza de espíritu como vía  para vivir las bienaventuranzas.  Debemos ser testigos diarios de las bienaventuranzas, pues las acciones extraordinarias no ocurren a diario. Este viaje del papa Francisco, y su encuentro con el Ayatolá chiita Al-Sistani, constituye una lección práctica de la gran importancia que tienen los breves documentos conciliares sobre la libertad de conciencia y la libertad religiosa, que causaron tanta polémica en las sesiones del propio Concilio Vaticano II. Sin la doctrina del Concilio sería imposible este viaje del papa Francisco, y de las acciones ecuménicas de sus antecesores.

Una de las preguntas de los periodistas, en el avión de vuelta a Roma, fue sobre la brevedad de su pontificado. Recordamos que Francisco preveía un pontificado corto y lleva camino de los ocho años. Aclaró el Papa que en caso de  renuncia no volvería a la Argentina, y se quedaría en su actual diócesis, que es la de Roma. Se entiende esta respuesta y previsión, pues no es en absoluto prudente que alguien con la responsabilidad máxima dentro de la Iglesia Católica se exponga a cualquier tipo de atentado o secuestro como ocurriría en caso de volver a su patria u otro sitio distinto.

El papa emérito, Benedico XVI, en la entrevista concedida al Corriere della Sera manifestó el ofrecimiento de sus oraciones por los frutos apostólicos del viaje a Irak , que calificó de arriesgado. Oportuna entrevista después de la cantidad de comentarios sobre la legitimidad del papa Francisco como el verdadero Papa de la Iglesia Católica. Algunos periodistas católicos estaban hablando de la prisión sufrida por Benedicto XVI en el Vaticano, y la coacción sufrida como motivo de su renuncia.

En la entrevista al periódico italiano, Benedicto XVI, volvió a reiterar que su renuncia fue suficientemente meditada, y en ningún momento estuvo sujeto a coacciones de tipo alguno, aunque  sentía que sus fuerzas ya no lo acompañan. Advirtió además, que algunos amigos suyos nunca admitieron su renuncia. Del todo oportunas estas declaraciones, que vinieron precedidas, desde hace algún tiempo, de tensiones entre Francisco y Benedicto XVI. Queda la duda, si el documento aportado por el cardenal Robert Sarah en su último libro, Desde lo más hondo de nuestros corazones, al hilo de las conclusiones del Sínodo de la Amazonía, lo incluyó con el consentimiento de Ratzinger, o por el contrario lo tomó por su cuenta y riesgo. El tema se enfocaba sobre la ordenación de los “viri probati”, o varones casados con una buena trayectoria cristiana. El objetivo era por parte del Sínodo paliar en la media de lo posible la falta de sacerdotes en las zonas de misión, en las que escasean los sacerdotes, y las comunidades se ven privadas de la Misa durante meses. Con anterioridad Benedicto XVI había roto su compromiso de silencio publicando un comentario sobre el origen de la pederastia en la Iglesia Católica, haciendo sombra a las iniciativas tomadas por el papa Francisco. El comentario de Benedicto XVI en ese documento es aprovechable, en cuanto que señala un foco del problema, que tiene entre otras causas la ideología pansensualista de Mayo del sesenta y ocho impulsada de forma especial por Herbert Marcuse. El diagnóstico de Benedicto XVI puede ser asumido pero faltan datos, y propone una vuelta a las consideraciones anteriores para abordar el problema de las víctimas de los abusos. En este asunto se abren muchas dudas en un tema tan espinoso. Por todo ello, la opción a la renuncia del pontificado debe ser algo que en los tiempos por venir se debe tomar con toda naturalidad, pues las responsabilidades pontificias exigen claridad de mente y fuerzas para llevar a cabo la potestad de dirigir y gobernar la Iglesia desde la responsabilidad pontificia. De la misma forma que a un obispo se le exige, que a los setenta y cinco años presente su renuncia, de la misma forma el Papa debe renunciar cuando en conciencia vea que sus fuerzas no responden a las exigencias del ministerio encargado. Un buen ejemplo de esto último fueron los últimos años de san Juan Pablo II, que, por una parte fue ejemplar por su tenacidad; pero su capacidad de gobierno era manifiestamente escasa. Esto constituirá materia de polémica y controversia, pero un dato más: si Benedicto XVI tuvo que renunciar en gran medida fue por los problemas acumulados en el pontificado de san Juan Pablo II, que él no pudo resolver.

El papa Francisco manifestó en el viaje de vuelta, que le gustaría visitar Líbano, pues había sido invitado a realizar una escala en Beirut, pero es mejor dejarlo para otra ocasión, manifestó el Pontífice. Reconoció el papa Francisco el gran esfuerzo del  Líbano al acoger a dos millones de sirios expulsados por la guerra.

Por:  Pablo Garrido Sánchez

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