Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este tercer domingo de Cuaresma.
Como todos ustedes deben saber, en estos días, desde el pasado viernes, el Santo Padre, el Papa Francisco, se encuentra visitando Irak, un país de minoría católica, donde algunos han mostrado rechazo por la Iglesia Católica, incluyendo algunos atentados. Además, existe preocupación por la salud del Sumo Pontífice, debido al aumento de contagios que ha sufrido Irak.
Al llegar a Irak, dijo el Papa acerca de las confrontaciones religiosas: “La clave para iniciar una solución a largo plazo es lograr la unión por encima de las diferencias de religión o etnia, detonantes de la ola de violencia que ha azotado a esta nación por décadas… Construyamos el futuro más con base en lo que nos une que en lo que nos divide… Irak ha sido víctima de conflictos sectarios que afecta la convivencia de ideas y culturas diferentes, ha traído destrucción y ruinas visibles, no solo a nivel material. Los daños son más profundos si se piensa en las heridas del corazón de miles de personas y comunidades que necesitarán años para sanar”.
Oramos, pues, por el Papa, para que su integridad física no se vea afectada, también para que mañana pueda regresar con salud y gozo de su viaje, dejando ya en el corazón de todos en Irak el deseo de una verdadera convivencia pacífica y duradera.
En la lectura del Libro del Éxodo se nos presentan los diez mandamientos, donde el primer mandamiento ocupa el primer lugar en importancia, y aparece más extenso en su descripción, ordenando que Israel no se fabrique ni adore a otros dioses. Éste es el momento en el que se está estableciendo la alianza entre Dios y su pueblo, por eso debe quedar muy claro que para Israel no deben existir otros dioses. Ellos estaban rodeados de pueblos idólatras, que adoraban las distintas imágenes que fabricaban, de dioses que les daban falsas seguridades a cambio de ofrecerles sacrificios. De hecho, Israel cayó en la idolatría fabricando y adorando un becerro de oro, mientras Moisés estaba en el Sinaí recibiendo las tablas de la ley.
Para poder interpretar este pasaje, debemos situarnos en la época en que sucedía esto, cuando el pueblo apenas nacía. No debe extrañarnos que luego Dios le mandara a Moisés fabricar las imágenes de dos ángeles que custodiarían el arca de la alianza (Éx 25, 16-22). En realidad, no eran imágenes de otros dioses, sino de los ángeles de Dios, a los que no debemos adorar. En otra ocasión le mandó fabricar la imagen de una serpiente de bronce (Núm 21, 8-9). Luego el Rey Salomón fabricó las imágenes de otros ángeles de madera de olivo, para el templo de Jerusalén (1 Re 6, 23-27), y fabricó igualmente imágenes de toros y leones (1 Re 7, 28-30).
Entonces nos damos cuenta de que no estaba prohibido fabricar imágenes en absoluto, sino sólo las de otros dioses. Los grandes emperadores de la antigüedad querían ser adorados como si fueran dioses, por eso cuando a Jesús le mostraron una moneda, explicándole que la imagen e inscripción que había en la moneda era del César, entonces Jesús comentó: “Entonces den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Lc 20, 25). En otras palabras, denle al César el dinero de impuestos para que gobierne, pero la adoración es de Dios y sólo a Él se le debe dar. ¿Ya ven por qué el demonio le ofrecía a Jesús todas las riquezas del mundo si se postraba y lo adoraba? El Papa nos ha dicho que el dinero es para servir, no para ser servido. Lamentablemente, hoy como siempre no falta la gente que adora al dinero, como si fuera un dios.
Al igual que los santos, los ángeles son nuestros hermanos del cielo, pero tenemos un solo Dios verdadero. Las imágenes de los santos en la Iglesia son los retratos de nuestra familia, de los que ya llegaron al cielo para adorar eternamente a Dios. Y por supuesto que, nosotros en la Iglesia no adoramos a nuestros santos; sino que los amamos, tratando de imitarlos, y también les pedimos nos ayuden para llegar al mismo lugar donde ellos ya han llegado. Además, nuestros hermanos los santos se unen a Jesús para interceder por nosotros.
Una manera más positiva de presentar el mismo mandamiento, sin hablar de imágenes, es el mandato de amar al Señor, como lo dice el Deuteronomio: “Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Dt 6, 4-5).
Con el Salmo 18 confesamos muy claramente que los mandamientos divinos no nos han de pesar, pues son el camino seguro para agradar a Dios, para vivir una buena vida de respeto al prójimo y de respeto a nosotros mismos. Por eso hemos proclamado: “Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna”; y escuchamos al salmista decir: “La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos”.
En la segunda lectura, tomada de la primera carta de san Pablo a los corintios, el apóstol nos dice que la predicación de Cristo crucificado significa escándalo para los judíos y locura para los paganos. Los judíos no pudieron aceptar a un Dios hecho hombre que viene a entregar su vida por nosotros, y los paganos en su supuesta sabiduría no estaban de acuerdo el más mínimo sufrimiento aceptado. En cambio, quienes creemos, nos sentimos con esta predicación profundamente amados por nuestro Padre Dios que nos dio a su Hijo, y encontramos en el sufrimiento de nuestra cruz, no una forma de vida masoquista, sino una posibilidad de amar sin medida a Dios y a nuestros hermanos hasta las últimas consecuencias. El sufrimiento por amor tiene plena cabida en nuestra vida gracias al Señor Jesús que nos lo enseñó con su propio testimonio de entrega plena en la curz.
En el evangelio de hoy, según san Juan, Jesús expulsa a los vendedores del templo, y esto nos habla del gran respeto que nos merecen nuestros templos. La mejor forma de respetar nuestros templos es asistiendo a ellos. Nadie se acostumbre a ver las Eucaristía dominical por las redes sociales o la televisión, pues sólo los enfermos o la gente que en cualquier forma está en mayor riesgo de contagio es la que debe cuidarse quedándose en casa. Nadie cumple con el precepto dominical viendo la misa trasmitida, pues la trasmisión es sólo un consuelo para los que en verdad no pueden asistir. Es un contrasentido ausentarse del templo, y andar a la vez en tantos otros lugares hasta por diversión, corriendo riesgos de infectarse con el Covid.
Jesús explica que tiene autoridad para hacer respetar el templo diciendo: “Destruyan este templo y yo lo reconstruiré en tres días” (Jn 2, 19). Claro que hablaba del templo de su cuerpo, anunciando así su muerte y resurrección. Esto nos muestra la dignidad de cada cuerpo humano, porque somos templo del Dios vivo, por lo que hemos de respetar nuestro cuerpo y el cuerpo de los demás, teniendo en cuenta la dignidad de templos en los que Dios habita, con el respeto en todo sentido.
Cada primer domingo de marzo, desde hace varios años, el Gobierno Federal decretó que fuera dedicado a las familias. Hoy pues, es el Día Nacional de la Familia, y la Iglesia se ha sumado a esta celebración porque es muy bueno celebrar a las familias, ya que la familia es una institución sagrada, es célula de la sociedad y es también, iglesia doméstica. Dios bendiga a cada una de las familias que reciban este mensaje, esperando que en todas nuestras familias haya siempre unidad, amor y el crecimiento integral de toda la familia, así como de cada uno de sus miembros.
Para terminar, quiero enviar un saludo respetuoso y lleno de afecto, a todas las mujeres, ya que mañana, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Por eso, a todas las mujeres, a las niñas, a las jóvenes, a las ancianas, a las madres de familia, a las que son esposas, a las que son cabeza de familia, a las que trabajan, y ahora muy especialmente a las mujeres doctoras y enfermeras; a todas las mujeres en general, que llegue nuestro saludo, nuestro afecto y nuestra oración, para que cada vez más y más, en todos los espacios de la sociedad, encuentren el respeto que se merecen.
Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!
+ Gustavo Rodríguez Vega.
Arzobispo de Yucatán