Una experiencia mística obligó a dejar de ser ateo a Chet, el hijo de Tom Hanks.

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Algo tiene el desierto, cuando Jesús, los profetas y los ermitaños lo eligen para encontrar a Dios. Puede ser un lugar de conversión. Toda la Cuaresma y su austeridad bebe de esa tradición. «La seduciré, la llevaré al desierto, y le hablaré al corazón», dice Dios en Oseas 2,14, expresando su deseo de encontrar al hombre, al alma.

En el desierto muchos encuentran una belleza grande y sencilla que les acerca a lo divino. Puede ser un activador de experiencias místicas, como le sucedió al cineasta Eric-Emmanuel Schmitt. De familia atea y anticlerical, se perdió 30 horas en el Sáhara. «Pensé que tendría miedo, pero no: me invadió la paz, la confianza… y la fe. «Si no me encuentran, moriré creyente, y si me encuentran, tendré que vivir creyente»». Su historia la recogió ReL aquí.

Un caso similar ha relatado ahora otro personaje ligado al mundo del cine, el actor y músico Chester Hanks, conocido como Chet, que es uno de los dos hijos de los actores Tom Hanks y Rita Wilson, casados desde 1988, lo que no es común en Hollywood. Rita en realidad se llama Margarita Ibrahimoff, su padre era búlgaro musulmán y su madre era griega ortodoxa.

Tom Hanks viene de una historia familiar y religiosa complicada, con parientes y épocas de catolicismo, mormonismo, iglesia «nazarena» (protestantes muy heterodoxos) y algunos años de adolescencia evangélica. Rita puso orden en la familia y se aseguró de que todos fueran regularmente a la iglesia ortodoxa griega.

Tom Hanks, su esposa y su hijo Chet

Pero a los 17 años, su hijo Chet se declaraba ateo, se comportaba muy mal y estaba enfadado con todo el mundo. Lo mandaron a un campamento de 12 semanas en una zona remota de Utah. Ha contado ahora, en el podcast “IMPAULSIVE Clips”, lo que sucedió hacia el final de ese campamento remoto.

En este podcast, en el minuto 4, Chet detalla la experiencia mística por la que ya no pudo seguir declarándose ateo

Mirando desde otra perspectiva… y viendo

«Salí y me senté en el borde de un risco, y me quedé mirando las vistas. Miré por dónde había estado, desde esa perspectiva elevada, porque había estado atrapado en ese desierto 12 semanas y me parecía feo y aburrido, sin nada para ver. Pero ahora lo miraba desde una perspectiva elevada, en lo alto de una montaña».

Miró a su alrededor, 360 grados, hasta el límite de la vista, y no veía rastro de seres humanos en muchas millas. Sintió que le rodeaba una belleza abrumadora.

«Y miraba alrededor y la emoción me abrumaba tanto… Sentí como si me tocara la mano de Dios. Fue en ese momento que Dios se me reveló. Toda esa ira, y ese odio, y ese resentimiento, desaparecieron. Se dieron la vuelta, se convirtieron en, simplemente, esperanza infinita, gratitud, paz, amor. Cambió de golpe, así», explica Chet.

«Estaba tan abrumado por la emoción, que simplemente me senté ahí al borde del precipicio y sollocé. Sollocé durante una hora, de forma incontrolable. No paraba. Pero eran lágrimas de alegría. Lágrimas de todo, sintiendo todas las emociones a la vez, todo el dolor, todo el gozo», añade.

Muy distinto a las drogas

Chet sufrió adicciones a las drogas y al alcohol de los 16 a los 24 años. Sabe lo que es experimentar un «subidón» con drogas psicodélicas. Pero cuando el entrevistador le pregunta si la experiencia se parecía algo a las drogas, responde que no se parecía en nada. «Ninguna experiencia que haya tenido con [drogas] psicodélicas se acerca en nada a eso», afirma.

«Fue en ese momento que nació mi vida espiritual, cuando estaba así, abrumado. Supe que, ‘vale, hay Algo Más ahí fuera, hay un Poder Superior, hay una Inteligencia superior, porque acabo de sentir como si me diera golpecitos en el hombro».

Le costó reordenar su vida y dejar la adicción a las drogas y el alcohol, pero consiguió la sobriedad a los 24 años, y asegura que Dios le ayudó en este proceso.

En 2014 lo proclamaba desde su cuenta de Instagram: «si alguien que ve esto tiene problemas de adicciones, ¡siéntete libre de buscar ayuda! Gracias a todos por vuestro amor y apoyo. ¡Dios es real

¿Mucha gente tiene experiencias místicas? Quizá más del 40%

En 1974, un estudio del sociólogo y sacerdote Andrew Greeley, preguntó a casi 1.500 personas: «¿Alguna vez ha sentido que estuviera usted muy cerca de una poderosa fuerza espiritual que parecía sacarle a usted de sí mismo?» Un 35% decía que sí. Un 17% decía que lo había vivido varias veces. Repitió la encuesta catorce años más tarde, en 1987, en su estudio Mysticism goes mainstream. Ahora era un 43% la población que declaraba tal experiencia.

La experiencia mística tiene estas características, según el estudioso Joseph Hinman (The Trace of God, GrandViaduct, 2014):

– es «noética»: quien la vive siente que ha aprendido algo que es conocimiento verdadero, no mera sensación
– es «inefable»: es difícil de explicar con palabras
– es «sagrada»: se siente como fascinante, valiosa y sobrenatural, aunque no encaje del todo con la teología de la persona
– es a la vez «profunda, positiva, se disfruta»
– es «paradójica, desafía la lógica».
– es profundamente «transformativa», cambia tus valores, y te ayuda a «navegar» por la vida, te marca un rumbo.

 

Pablo J. Ginés/ReL

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