¿Quién es mi hermano, Antonio?

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La fraternidad es uno de los ‘ritornellos’ de este pontificado, especialmente insistente en los últimos meses, y ha inspirado la creación del Premio Zayed a la Fraternidad Humana. Que uno de los galardonados a una activista marroquí inmigrante en Francia era algo casi cantado, porque lo tiene todo: mujer, inmigrante, musulmana. Pero el otro galardonado es aún más predecible: el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.

No dudamos de los sentimientos de fraternidad de Guterres, aunque es de justicia reconocer que se circunscriben a los seres humanos ya nacidos, porque para los que aún están gestándose en el vientre de sus madres, Guterres es cualquier cosa menos un ‘hermano’.

Que la ONU es una organización obsesionada con el aborto -como estaban los católicos según Francisco, pero en dirección opuesta- es cosa sobradamente sabida, como que ha presionado para extenderlo bajo el epígrafe ‘derechos reproductivos’ por todo el planeta.

Ni siquiera la pandemia que ha cambiado la vida de todos de forma radical y que se nos vende, desde la ONU tanto como desde los gobiernos, incluido el Vaticano, como la Peste Negra, ha moderado el fervor abortista de nuestro hombre.

Uno pensaría que en una emergencia sanitaria que ha llevado a la ruina a cientos de miles de empresas en todo el mundo, que obliga a mascarilla perpetua a buena parte de la humanidad, que nos han mantenido meses en arresto domiciliario y que ha recortado de modo brutal nuestras libertades, habría cosas más importantes en qué pensar, prioridades más acuciantes, que mantener a todo gas la maquinaria de la masacre de los no nacidos. Pero si se refieren a la ONU de Guterres, se equivocan: la matanza es prioritaria.

Mientras cientos de miles de enfermos de esas docenas de males que siguen aquejándonos aparte del coronavirus han visto interrumpidos sus tratamientos, en los peores meses de la pandemia, Guterres presentó dos resoluciones con un mismo objetivo: que las mujeres pudieran seguir teniendo acceso a los “servicios de salud reproductiva”. Si pierdes tu modo de vida, mala suerte, es la guerra; si no te atienden de tu cáncer o enfermedad coronaria en el centro de salud, qué se le va a hacer, esto es una emergencia. Pero matar a tu hijo antes de que nazca es fundamental y vale la pena arriesgarse al contagio y a una muerte en soledad con tal de que las fábricas de muerte no detengan su ritmo de producción.

Se me ocurren muchos otros personajes más aptos para representar la ‘fraternidad humana’ y premiarla en él. Cualquiera, hasta Arnaldo Otegi. Pero, muy especialmente, me parece que la Iglesia de Cristo debería tener un especial interés en no asociar su nombre a unos galardones que premian -premio que entregará el mismo pontífice- a alguien tan evidentemente contrario al Quinto Mandamiento y tan enemigo de aquellos católicos, aún numerosos, que siguen dando esta ingrata y solitaria batalla por la vida.

También es cierto que el concepto de ‘fraternidad’ en el que insiste Francisco es de espinosa concreción, más cercano al lema revolucionario francés que a la doctrina ininterrumpida de los pontificados anteriores.
Por Carlos Esteban.
Infovaticana.
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