La Iglesia y el coronavirus.

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero
Hace algunos días, el prestigiado intelectual italiano Roberto de Mattei, escribió un interesante artículo titulado: “2021 a la luz del mensaje de Fátima y de la recta razón”. Entre varios aspectos de su análisis llama la atención la dura y certera crítica que hace a la iglesia católica frente a su actuación en la pandemia del Covid que azota al mundo.
De Mattei se pregunta: “¿Qué tendrían que haber hecho las autoridades eclesiásticas, y qué deberían hacer todos los católicos ante una pandemia como la que nos asalta? Ante todo, la iglesia debería hablar de la muerte, el pecado y el juicio de Dios” Así mismo la Iglesia debió hacer presente la advertencia que la Virgen hizo a los 3 pastorcitos en Fátima: o el mundo y los fieles se convierten o vendrá el castigo tanto individual como colectivo.
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De Mattei contínua diciendo: “No es de extrañar que la sociedad contemporánea, incapaz de encontrar sentido a la vida, se suma en la angustia ante la enfermedad y la muerte. Lo que sí causa estupor –afirma-, es el silencio por parte de la Iglesia que dispone de todas las armas para combatir, no digamos la muerte, sino la angustia que la envuelve. Deberían recordar que tanto la muerte como todos los males del mundo tienen su origen en el pecado, que el pecado público es más grave que el individual y que Dios castiga los pecados sociales con azotes como las enfermedades, las guerras, el hambre y las catástrofes naturales.
De Mattei explica que existe el pecado colectivo de los hombres, que Dios castiga o premia a los hombres individualmente en el más allá, pero a las sociedades las castiga o premia en su horizonte terrenal, porque a diferencia de los hombres las sociedades no tienen vida eterna. Si el mundo no se arrepiente –continua De Mattei-, y sobre todo si los hombres de la Iglesia callan, los castigos que en un principio se aplicaron con suavidad están destinados a volverse cada vez más severos hasta llegar a la aniquilación de naciones enteras, como anunció la Virgen en Fátima.
La Iglesia, lejos de esta perspectiva de fe, se ha avocado a aconsejar y a poner sobre todas las cosas, incluido Dios mismo, la salud corporal de las personas, el cuidado de la vida física, como si fuera la más importante y no hubiera otra. Esta prioridad, inconscientemente da a entender que no hay otra vida, más plena, y ésa sí definitiva y que por lo mismo hay que aferrarnos a ésta y cuidarla como a un bien absoluto. Si no hay otra vida, si no hay esperanza de salvación, si no vemos esta vida como una peregrinación y que estamos de paso sólo unos cuantos años y que lo más importante es la salvación del alma, significa que la Iglesia ha perdido su dimensión divina y está terminando por ser una organización más, por cierto, irrelevante ante instituciones como las de salud o de gobierno.
El año que empieza no es nada halagüeño, nadie de nosotros tiene garantizada la vida. ¿No sería mejor hacer caso al apremiante llamado que hizo la Virgen en Fátima, convertirnos, hacer penitencia y poner con toda fe y confianza nuestra vida en las manos de Dios?

 

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