El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Este enunciado tiene base científica, porque habla de la mujer y de la violencia que se ejerce sobre ella, algo que no se puede decir cuando se utiliza el término género.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
En la web explica que «en forma general, la violencia se manifiesta de forma física, sexual y psicológica e incluye: violencia por un compañero sentimental (violencia física, maltrato psicológico, violación conyugal, femicidio); violencia sexual y acoso (violación, actos sexuales forzados, insinuaciones sexuales no deseadas, abuso sexual infantil, matrimonio forzado, acecho, acoso callejero, acoso cibernético), trata de seres humanos (esclavitud, explotación sexual), mutilación genital y matrimonio infantil».
Como científico, echo en falta una mención explícita al aborto y a la pornografía, dos actos de violencia contra las mujeres de primera magnitud.
El primero no tiene vuelta de hoja: mujeres a las que no se las deja vivir, segando sus vidas en el vientre de sus madres. Esta es la peor de las violencias, la perpetrada contra las más indefensas de las mujeres. Sólo en España, 50.000 al año, sin contar con las de los abortos clandestinos que se siguen produciendo, 35 millones al año en el mundo.
Hasta quienes profesan la doctrina del materialismo filosófico consideran al aborto como un crimen. El aborto es un crimen que lleva clamando al Cielo demasiado tiempo, pero no por ello ha de dejarse de mencionar.
En cuanto a la pornografía, cada vez son más los estudios de expertos que la señalan como la mayor fuente de cosificación de las mujeres, paso previo imprescindible para justificar la violencia contra ellas.
La pornografía fomenta la consideración de la mujer como un objeto para conseguir placer. Además, una buena parte de la misma presenta escenas de violencia explícita contra la mujer, y su uso crea adicción.
Son pocas las voces, no obstante, que se alzan en contra de esta industria, una de las más rentables del mundo.
La pornificación de las relaciones entre el hombre y la mujer es además el ariete fundamental para la propagación de la ideología de género, por la banalización de la sexualidad que fomenta.
Dado el ingente volumen de evidencias científicas sobre el daño de la pornografía urge la toma de medidas para su erradicación de la red. El daño moral que está infringiendo lo señalan también colectivos feministas materialistas y ateos: así de evidente es el asunto. ¿Para cuando detener esta lacra?
Ha de llegar el día en el que se incluya de forma explícita el aborto y la pornografía en las modalidades de violencia contra la mujer a reprobar con base científica el 25 de noviembre: lo contrario a Dios termina siendo contrario a la mujer.
Pornografía. Comprender y afrontar el problema, de Peter C. Kleponis, es una obra de referencia para entender la gravedad del consumo de pornografía y acabar con la adicción que genera.
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Con infromación de Religión en Liberta/Alfonso V. Carrascosa