Sabemos que quienes pretenden defender a capa y espada el Novus Ordo Missae , es decir, el Nuevo Rito de la Misa, sólo para pasar por alto las significativas y en cierto modo graves cuestiones teológicas que este Rito suscita, se detienen en la cuestión de los gestos, afirmando que la reforma litúrgica los habría simplificado justa y oportunamente.
Lo que uno no puede entender, sin embargo —y que puede entender muy bien si tiene un alma sencilla— es que existe una diferencia entre forma y formalismo .
Este último, el formalismo, es autocrítico, y no se da por la cantidad de gestos o detalles, sino por el espíritu con el que se realizan los gestos y se respetan los detalles.
- Si uno está privado de la fe correcta, si uno cree que puede hacer las paces con el Señor con solo respetar ciertas formas y no convirtiendo verdaderamente el corazón y mantener su alma en gracia, es evidente que cae en el fariseísmo y, por lo tanto, en un formalismo culpable .
- Pero si los gestos y detalles formales son la expresión de una fe verdadera y sincera, y se colocan y consideran de la manera correcta, siguen siendo forma. De hecho, es una forma que se convierte en sustancia .
Por otro lado, si prestamos atención —y somos intelectualmente honestos—, la historia se basa en detalles, el mundo se basa en detalles, la vida se basa en detalles.
Sí, la vida.
San Alfonso dice con razón en una de sus meditaciones que no se necesita nada para morir: «… basta una gota de sangre que cae sobre el corazón». Dejando de lado la precisión o no de los datos médicos, es innegable que es así: la salud se puede perder en un abrir y cerrar de ojos y a cambio de nada.
Quisiéramos preguntar a ciertos liturgistas esencialistas : ¿por qué quieren quitarle a Dios lo que se alaba en otros campos? ¿Acaso el artista no trabaja en los detalles? ¿Y acaso el artesano no hace lo mismo al construir lo que tiene que construir?
Y cuando admiramos manufacturas bien hechas, pensamos precisamente en su precisión y, precisamente, en su «detallismo». Por no hablar de la cirugía. ¿Qué pensarían de un cirujano que no prestara atención a los detalles? Bastaría con un error de unos pocos milímetros… y el daño sería irreparable.
Gilbert Keith Chesterton, en su obra «Ortodoxia», escribe sobre los detalles en las disputas teológicas. Leemos:
Las discusiones teológicas son sutiles, pero no superficiales.
En medio de la confusión de la inconsciencia moderna, que se autodenomina pensamiento moderno, quizá no haya nada tan tremendamente estúpido como el dicho popular: «La religión nunca puede depender de minuciosas disputas doctrinales».
Sería lo mismo que decir que la vida humana nunca puede depender de minuciosas disputas médicas. Quien se deleita en decir: «No queremos teólogos que hilen fino», quizá se inclinaría a añadir: «ni cirujanos que hilen finos aún más».
Es un hecho que mucha gente estaría muerta hoy si sus médicos no se hubieran detenido en los matices minuciosos de su propia ciencia; y es igualmente cierto que la civilización europea estaría muerta hoy si sus doctores en teología no hubieran discutido sobre las distinciones más sutiles de la doctrina.

Por CORRADO GNERRE.