La relación entre México y Estados Unidos se encuentra en un punto crítico, marcada por disturbios en ciudades estadounidenses, acusaciones cruzadas entre gobiernos y una creciente polarización que amenaza con profundizar las tensiones bilaterales. En el contexto de la publicación Ciudadanía Católica y Análisis Social (núm. 11, 16/06/2025), se plantea un análisis ético y social sobre el lugar de México ante los recientes acontecimientos en su vecino del norte, inspirado en las palabras del Papa Francisco en Fratelli tutti: “Hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie”.
El 5 de junio de 2025, agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) llevaron a cabo redadas en los condados de Paramount y Compton, en Los Ángeles, California, deteniendo a inmigrantes indocumentados, muchos de ellos mexicanos, bajo acusaciones de violar leyes migratorias. Estas acciones, ordenadas directamente por el presidente Donald Trump sin la coordinación requerida con las autoridades locales, desataron una ola de protestas pacíficas que rápidamente escalaron a disturbios. Manifestantes encapuchados, identificados por algunos medios como “jóvenes de izquierda y anarquistas”, incendiaron negocios, autos y patrullas, lo que llevó a detenciones masivas.
La respuesta de Trump fue contundente: movilizó a la Guardia Nacional y, posteriormente, a los U.S. Marines en Los Ángeles, una medida que, lejos de apaciguar los ánimos, extendió las protestas a ciudades como Nueva York, Chicago y Washington, todas declaradas Ciudades Santuario por sus políticas de protección a inmigrantes. El 10 de junio, la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, decretó un toque de queda para frenar el vandalismo, mientras que en la Casa Blanca, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, acusó al gobierno mexicano de Claudia Sheinbaum de alentar las protestas violentas, una afirmación que tensó aún más la relación bilateral.
Sheinbaum negó las acusaciones, pero su declaración previa en una conferencia matutina, donde advirtió que “de ser necesario nos vamos a movilizar” ante posibles impuestos a las remesas, fue interpretada por algunos como una señal para activistas de MORENA en EE.UU. Este malentendido, amplificado por videos virales, alimentó la narrativa de una supuesta “invasión extranjera” en Estados Unidos, exacerbada por la visible presencia de banderas mexicanas en las manifestaciones.
El 14 de junio, mientras Trump celebraba con un desfile militar en Washington, la sociedad civil estadounidense respondió con la manifestación 50,50,1 (50 estados, 50 manifestaciones, 1 objetivo), que reunió a millones en más de 2,000 ciudades bajo el lema “No Kings”. Estas protestas, un éxito rotundo, expresaron un rechazo colectivo a las políticas autoritarias de Trump.
México y Estados Unidos están profundamente interconectados. Entre enero y noviembre de 2024, el comercio bilateral alcanzó los 776 mil millones de dólares, consolidando a México como el principal socio comercial de EE.UU., con un 15.9% del comercio global estadounidense, superando a Canadá (14.3%) y China (10.9%). Además, los mexicanos representan el 23% de los 47.8 millones de inmigrantes en EE.UU., con 10.9 millones de residentes de origen mexicano en 2023.
Sin embargo, esta interdependencia económica contrasta con las crecientes fricciones políticas. La administración Trump ha priorizado la seguridad en la Frontera Sur, considerando a México no solo como un vecino, sino como una amenaza en términos de migración y narcotráfico. Desde su campaña de 2024, Trump ha promovido una narrativa que vincula a los inmigrantes latinos, especialmente mexicanos, con el crimen y el desorden, utilizando los disturbios recientes para reforzar esta percepción.
La Casa Blanca ha acusado al gobierno mexicano de proporcionar “refugios seguros” a cárteles, a los que considera grupos terroristas bajo la Ley Patriota, lo que podría justificar intervenciones directas. Figuras clave como la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, el vicepresidente J.D. Vance, y el secretario de Estado, Marco Rubio, han señalado a México como una zona de conflicto, vinculando la migración y el narcotráfico a la seguridad nacional estadounidense.
El proyecto Make America Great Again (MAGA) de Trump busca consolidar la hegemonía republicana a través de un discurso racista y excluyente, priorizando la dominación política de los blancos anglosajones. Con los latinos proyectados para convertirse en la fuerza demográfica mayoritaria en EE.UU. entre 2045 y 2050, la administración Trump ve en la migración una amenaza no solo a la seguridad, sino al equilibrio electoral. Las redadas y la militarización de la frontera buscan desmovilizar a las comunidades latinas, minando las bases electorales del Partido Demócrata.
En este contexto, los disturbios en EE.UU. son instrumentalizados para polarizar a la sociedad estadounidense contra los migrantes, presentándolos como criminales instigados desde México. La presencia de banderas mexicanas en las protestas ha sido explotada para alimentar narrativas de “invasión extranjera”, reforzando el apoyo a las políticas antimigratorias de Trump.
En México, el gobierno de Claudia Sheinbaum, respaldado por el proyecto nacionalista de MORENA, enfrenta su propia deriva autoritaria. Con el control del Congreso, las instituciones electorales y una reforma judicial que permite destituir a jueces y magistrados, el gobierno ha consolidado un poder sin precedentes. Sin embargo, su política exterior, alineada con países como Cuba, Venezuela y Nicaragua a través del Grupo Puebla, lo pone en colisión directa con los intereses de EE.UU.
La reunión bilateral entre Sheinbaum y Trump en el marco del G7, celebrada esta semana, se desarrolló en un clima de tensión, con México en desventaja diplomática. Más crucial aún será la próxima visita del secretario de Estado Marco Rubio a México, donde se abordarán temas explosivos: migración, comercio, seguridad y las supuestas alianzas de México con gobiernos antiestadounidenses. Los analistas pronostican un encuentro marcado por desencuentros.
El análisis de Ciudadanía Católica y Análisis Social plantea preguntas fundamentales: ¿Es la relación entre México y EE.UU. una interdependencia económica, una vecindad útil o una fatalidad? ¿Qué motiva la violencia contra los migrantes mexicanos en EE.UU.? Desde la perspectiva ética del Papa Francisco, la interdependencia global exige solidaridad, no confrontación. Sin embargo, ambos países parecen atrapados en proyectos políticos opuestos: el MAGA trumpista, que busca restaurar la hegemonía blanca y global de EE.UU., y el nacionalismo populista mexicano, que desafía a su vecino del norte mientras enfrenta un vacío de legitimidad interna.
México no puede ignorar sus lazos históricos, comerciales y culturales con EE.UU., pero tampoco puede subordinarse a una agenda que criminaliza a sus ciudadanos. Al mismo tiempo, el gobierno mexicano debe responder al descontento ciudadano, evidenciado en el rechazo a la reforma judicial y la percepción de un rumbo equivocado.
La vecindad entre México y EE.UU. es un delicado equilibrio entre cooperación y conflicto. Mientras Trump utiliza la migración y el narcotráfico para consolidar su proyecto autoritario, México enfrenta el desafío de articular una política exterior coherente sin sacrificar su soberanía ni alienar a su principal socio comercial. En este escenario, la sociedad mexicana y la diáspora en EE.UU. tienen un papel crucial: exigir justicia, rechazar la polarización y construir puentes en una región que, como señala el Papa Francisco, solo puede salvarse unida, concluye el análisis que se puede leer a continuación: Ciudadania Catolica y Analisis Social 11