La Iglesia celebra hoy una gran fiesta, la solemnidad de la Santísima Trinidad, es decir, el misterio de Dios que es uno, único en tres divinas personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta es la médula de la fe cristiana, creer en un solo Dios verdadero, en tres personas distintas. Y si bien el Padre es Dios verdadero, el Hijo es Dios verdadero y el Espíritu Santo es Dios verdadero, no son tres dioses, sino un solo Dios en tres personas distintas.
Si decimos que Dios es amor, porque Él mismo así se definió, entonces el amor necesita a otro a quien amar, a quien donarse, a quien manifestarse. Y así tenemos que el Padre ama al Hijo y que el amor con que el Padre ama al Hijo, y el amor con que el Hijo ama al Padre, es también una persona y es el Espíritu Santo. Los cristianos creemos en un Dios único, pero no solitario y el misterio de la Trinidad no es algo lejano de nuestras vidas.
Cuando fuimos bautizados, al derramar el agua sobre nuestras cabezas, el sacerdote dijo, “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y desde entonces vino a vivir en nosotros la Trinidad Santísima. Nuestro cuerpo se convirtió en su templo sagrado.
Cada vez que nos persignamos, hacemos la señal de la cruz abarcando todo nuestro cuerpo y decimos: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Toda la oración litúrgica de la Iglesia finaliza con la misma fórmula. Va dirigida al Padre por mediación del Hijo y en unión con el Espíritu Santo.
La Trinidad Santa está más presente en nuestra vida de lo que imaginamos. Es como el aire que respiramos. Es como la luz que nos permite ver. Es, como dice San Pablo, por quien existimos, nos movemos y somos. La existencia del Dios Uno y Trino no está allá escondida en el cielo. Está aquí presente en tu vida, en cada momento de tu existencia.
Lo primero que debes reconocer es esta presencia del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo en tu vida. Desde que te bautizaron, la Trinidad habita en ti. Estás vivo, te mueves y respiras gracias a Dios que está en ti.
La fe que tienes es gracias a la acción de la Trinidad. Tu vida familiar es un reflejo de la vida trinitaria, pues se da entre personas distintas que se aman, y se complementan y se entregan. Todo amor auténtico, todo amor puro, todo amor libre de egoísmo, no es otra cosa que un reflejo de la Trinidad. En ella están inmersos como en el fondo de un inmenso mar de amor.
Hoy reconoce y agradece la fe cristiana que está puesta en la Trinidad. Pídele a Dios que te haga consciente de su presencia en tu vida y que tu persona se convierta en una digna morada del Dios que vive en ti desde el día de tu bautismo.
¡Feliz domingo! Dios te bendiga.