Como en un espejo

Proverbios 8,22-31 Salmo 8 Romanos 5,1-5 Juan 16,12-15

Pablo Garrido Sánchez

DIOS ha desplegado una creación inteligible. En los primeros versículos de la Biblia queda establecido el mandato inicial que DIOS da a los hombres: “creced, multiplicaos; llenad la tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra” (Cf. Gen 1,27). El dominio sobre las distintas parcelas del mundo creado viene dado por el conocimiento de las leyes que rigen dichas áreas. DIOS imprime en todo lo que hace, orden, diseño y finalidad. La estructura interna de las cosas no está propuesta como un juego de azar, sino que mantiene leyes propias que dan estabilidad y hacen previsibles los fenómenos, ante los cuales el hombre puede adoptar una postura inteligente. Gracias a un comportamiento previsible la experiencia acumulada va proporcionando el conocimiento para resolver problemas cada vez más complejos. DIOS ha hablado a través de la Creación y se refleja “como en un espejo” en la obra salida de sus manos. No todo es tan sencillo y directo, de forma que establecida la Creación, inmediatamente deducimos la existencia del CREADOR. Aunque sea con un escaso margen, el agnóstico o el ateo plantea la posibilidad de un Universo eterno, contraviniendo las leyes de la física; pero en algunos casos vale cualquier incongruencia intelectual para asentar dicho agnosticismo o ateísmo. Una cierta sencillez intelectual podría dar pie a la admiración y sobrecogimiento ante la inmensidad del Universo que nos rodea, pero esa mirada admirativa parece encontrar serias dificultades en nuestros días. Puede ser que el hombre de hoy necesite de la Gracia de DIOS para abrir los ojos al Universo y encontrar a DIOS reflejado en su propia obra diseñada con todo esmero, cada vez más alejada de una causa azarosa como punto de partida. Puede ser que mantengan especial actualidad las palabras de san Pablo, en su carta a los Romanos: “lo invisible de DIOS desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su Poder Eterno y su dignidad, de forma que no tienen excusa, porque habiendo conocido a DIOS no lo glorificaron como a DIOS, ni le dieron gracias, antes se ofuscaron en su razonamiento y su corazón se entenebreció. Jactándose de sabios, se volvieron estúpidos…” (Cf. Rm 1,20-23). Las leyes hasta hoy conocidas afirman sin dudarlo, que el Universo colapsará en algún momento; por tanto, si va a tener un final, necesariamente tuvo un comienzo. La ciencia pone la fecha del inicio hace unos trece mil ochocientos millones de años, partiendo de una masa inicial caracterizada por cuatro energías básicas: fuerza de la gravitatoria, fuerza electromagnética, fuerza nuclear fuerte y fuerza nuclear débil. La ciencia no puede determinar lo que había antes de esta primera entidad material. Los creyentes atribuimos a DIOS el primer acto creador, pues sólo DIOS hace lo imposible. En este caso es hacer surgir algo de la nada; pero dado que la existencia del Universo es algo manifiesto y antes no existía, atribuimos a DIOS el haber dado origen a una creación que sigue admirándonos con su diversidad y manifestaciones. San Pablo reconoce una capacidad natural en el hombre para descubrir al CREADOR, a través de las obras realizadas por ÉL, pues “lo invisible de DIOS se deja ver a la inteligencia de los hombres, a través de las obras”. Estas obras manifiestan el Poder de DIOS, vienen en ayuda de los hombres y reflejan los diferentes atributos de DIOS como la bondad, la belleza o la verdad. En todo momento el conocimiento del hombre es auxiliado por la acción de DIOS para conocer y entender el mundo que lo rodea. Toda la Creación pertenece a la sabiduría y ciencia de DIOS, y los hombres tenemos las capacidades psíquicas e intelectuales para progresar en el conocimiento de los lenguajes escritos en las distintas parcelas de lo creado. Pero antes y ahora un buen número de personas “se ofuscan en su razonamiento y en su insensato corazón cargándolo de oscuridad”. Antes y ahora, muchos desprecian el conocimiento cabal y se jactan de su agnosticismo, volviéndose estúpidos, como dice san Pablo. El primer libro en el que DIOS hace su presentación es la Creación misma. El hombre no tenía problema para entenderse con DIOS, hasta que apareció el pecado que llenó de obstáculos los caminos de acceso a DIOS y a su Revelación.

¿Quién es DIOS?

La respuesta a la pregunta anterior la obtenemos de la Biblia, porque en ella se fija la Revelación en primer lugar. El camino trazado en la Revelación bíblica sigue la senda del Amor de DIOS, y la escucha atenta al SEÑOR que habla al Pueblo y cada uno de sus hijos en particular. DIOS no deja de hacerse el encontradizo en su Creación, pero desea el diálogo con cada uno de sus hijos, perfeccionando su pacto o alianza. DIOS busca adoradores como le dice JESÚS a la mujer samaritana (Cf. Jn 4,23-24). La Biblia describe un largo camino de siglos en el que se va produciendo la Revelación de DIOS y se perfecciona la adoración hasta llegar al momento cumbre de la Revelación de JESUCRISTO. A la mujer samaritana, el SEÑOR le viene a decir: “el que verdaderamente adora a DIOS es quien lo hace bajo la acción del ESPÍRITU SANTO, que se une al propio espíritu del hombre para adorar espiritualmente en verdad” (Cf. Jn 4,24). Es necesario, como dice san Pablo, que el ESPÍRITU SANTO se una a nuestro espíritu para confirmarnos como “hijos de DIOS ante ÉL” (Cf.  Rm 8,14-17). Hemos entrado, por tanto, en un nivel superior a la inteligencia natural que de suyo está dotada para reconocer al CREADOR. La adoración al PADRE bajo la acción del ESPÍRITU SANTO es un nivel superior que exige la humildad del devoto como única acreditación. La Fe atrae la acción de la Gracia que nos confirma como hijos de DIOS. Un buen número de cristianos recibimos la Fe y la Gracia como herencia de nuestros padres el día del Bautismo, en el que fuimos sumergidos en la misma TRINIDAD: PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO. Sin mérito alguno por nuestra parte se nos ha regalado la Presencia de DIOS, que además de ser el CREADOR, es el PADRE que nos ha destinado a ser sus hijos en su único HIJO, JESUCRISTO, bajo la acción misteriosa pero real del ESPÍRITU SANTO, que distribuye los dones de la Redención a lo largo de los siglos hasta el punto final de la historia en este mundo, finalizando la etapa de la Redención. El estadio siguiente será la Glorificación en una Bienaventuranza sin término.

La Sabiduría y la Prudencia

Del libro de los Proverbios, capítulo ocho, es la primera lectura de este domingo. La Sabiduría y la Prudencia son dones de DIOS indistintamente valorados en este libro sagrado, sin embargo se atribuye a la Prudencia un carácter más básico en el orden natural y a la Sabiduría uno de los siete dones del ESPÍRITU SANTO. Los versículos extraídos para la primera lectura de este domingo ofrecen la vertiente personificada de la Sabiduría, que facilita la atribución a la misma persona del HIJO o del ESPÍRITU SANTO. Al elevar un atributo a DIOS mismo lo identificamos con ÉL. Juan en su primera carta puede decir que “DIOS es LUZ” (Cf. 1Jn 1,5); o la afirmación más universal: “DIOS es AMOR” (Cf. 1Jn 4,7). Del mismo modo por extensión del atributo decimos, “DIOS es la SABIDURÍA”; o “DIOS es la EXISTENCIA” -Yahveh-. Sin otros adjetivos, DIOS “ES”; y entendemos mejor las afirmaciones que con toda propiedad, JESÚS hace de SÍ mismo: “YO SOY el PAN VIVO, que baja del Cielo” (Cf. Jn 6,51); “YO SOY el CAMINO, la VERDAD y la VIDA” (Cf. Jn 14,6). Las obras y las palabras cargadas de unción y revelación han hecho que “los hijos de la Sabiduría, por las obras manifestadas, le hayan dado la razón” (Cf. Lc 7,35). De forma misteriosa, el libro de los Proverbios revela algo de lo que DIOS piensa manifestar en un futuro no muy lejano. Con la Prudencia a la que obliga el Misterio, el capítulo ocho de los Proverbios despliega amplias vertientes sobre la Sabiduría, con las que se intenta iluminar y señalar los antecedentes del misterio fundamental de nuestra Fe: la Santísima TRINIDAD. Los que tenemos en la Biblia el fundamento de la Fe, creemos que DIOS se ha revelado como PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO. Afirmamos la Fe en un solo y único DIOS, que mantiene una comunicación interna desde toda la eternidad entre el PADRE y el HIJO en el ESPÍRITU SANTO. De esta condición esencial, que constituye la naturaleza íntima de DIOS sabemos por la Revelación o las manifestaciones externas dadas por las tres Personas de la Santísima TRINIDAD. Nada sabríamos de todo esto sobre DIOS, si ÉL no lo hubiera revelado. Esta revelación tiene dos grandes áreas: la canónica plasmada en las escrituras, tradición y Magisterio de la Iglesia; y una segunda área amplia e indeterminada que pertenece a la experiencia religiosa del Pueblo de DIOS. No se pueden cerrar los ojos a la experiencia espiritual de los santos ya reconocidos, ni a las manifestaciones presentes, que dan razón de la presencia activa y renovadora del ESPIRITU SANTO en medio del Pueblo de DIOS en su conjunto y en cada uno de los fieles en particular. Tenemos un único SALVADOR, JESUCRISTO, que nos ha revelado quién es el PADRE, y envía de modo incesante al ESPÍRITU SANTO para la renovación de la Iglesia.

Obra inicial

“YAHVEH me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas” (Cf. Pv 8,22). DIOS es esencialmente SANTO, lo que indica la absoluta perfección de su ser y de todo lo que entra en ámbito propio. Encontramos que DIOS tiene una especial capacidad de integración, que realiza en virtud de su AMOR perfectamente santo y poderoso. DIOS integra la naturaleza humana de JESÚS manteniendo el proceso de reintegración de todos los salvados en CRISTO, llegando a la unidad perfecta que se da al final cuando CRISTO se someta al PADRE y “DIOS lo sea todo en todos” (Cf. 1Cor 15,28). “Antes que las obras más antiguas, DIOS piensa la Creación del hombre y de todas las cosas necesarias para realizar su proyecto vital. Nosotros los hombres somos hechura de CRISTO en “orden a las buenas obras” (Cf. Ef 2,10). DIOS prevé desde un principio una humanidad en su HIJO JESUCRISTO.

Fundamento eterno

“Desde la Eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra” (v.23). DIOS mismo es la Sabiduría Eterna y por consecuencia todo proyecto tiene este fundamento. Los Ángeles fueron creados antes que la tierra, y tuvieron toda la información de la creación posterior que DIOS tenía pensado realizar manteniendo al HIJO como fundamento de todo ello. Los Ángeles están ante un Plan de DIOS que a una buena parte de ellos no les gusta y se rebelan. La condición espiritual de la criatura no garantiza la Sabiduría, la Prudencia o la Humildad. En el caso de los Ángeles que no aceptaron el Plan inicial de DIOS, aparecen las características opuestas como la soberbia, el orgullo o la envidia.

La perfección

“Cuando no existían los abismos fui engendrada, no había puentes cargados de agua. Antes que los montes fueran asentados, antes que las colinas fui engendrada. No había hecho ni la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe” (v.24-26). Estos versículos mantienen los rasgos de la acción creadora de DIOS. Los seis días de la Creación obedecen al Plan o Designio Eterno de DIOS que realiza sus obras con Sabiduría, y nada queda a la improvisación. Antes que los abismos, montes, valles o campos para el cultivo, está presente la Divina Sabiduría a la que el hombre de cualquier época debe aspirar para dirigir su vida en orden a lo que DIOS quiere. Con todo derecho el SEÑOR reclama el despertar a la Fe mediante la contemplación de la Creación circundante.

La inmensidad cósmica

“Cuando asentó los cielos, allí estaba YO. Cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo. Cuando arriba condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del abismo” (v.27-28). Los astros de alrededor respetan nuestra trayectoria en el Universo. Al abrir los ojos hacia el Universo todo se vuelve grandioso e inexplicable en un primer momento. Sólo ALGUIEN que posee todo el Poder es capaz de realizar y mantener una obra semejante. Las fuerzas físicas conocidas por sí mismas no dan respuesta adecuada al origen y sentido o finalidad de un Universo, que se muestra sobreabundante en todo. Es abrumador el número de galaxias y estrellas que forman cada galaxia. Cada poco tiempo sale alguna noticia de signos de vida bacteriana en otros planetas, pero todavía nada de vida humana en este Universo, que nos resulta demasiado grande para estar solos en él. Pero en estos versículos la Revelación confirma que nada está dejado al azar o la improvisación; y si en algún momento se cuenta con el azar, es por la incapacidad de comprobar la red de causas confluyentes en un mismo fenómeno.

Frente al Poder de DIOS

“Cuando al mar ordenó no rebasar su orilla, cuando asentó los cimientos de la tierra, YO estaba allí como arquitecto y era YO todos los días su delicia, jugando en su Presencia en todo tiempo; jugando con el orbe de la tierra y mis delicias están con los hijos de los hombres” (v.29-31). Para el devoto israelita, el dominio de los fenómenos naturales es cosa exclusiva de DIOS: sólo ÉL tiene el Poder de domeñar las grandes tempestades o poner freno a la violencia huracanada del viento. La erupción volcánica oscurece el cielo en pleno día y manda fuego y azufre de lo alto. Una cosa así escapa al dominio de los hombres. No deja de causar asombro que el gran volumen de agua del mar no rebase los límites señalados, aunque las mareas supongan un cierto desplazamiento diario. Sólo DIOS tiene el Poder para dictar una orden para ser ejecutada sin otra réplica. Pero en este texto aparece la Divina Sabiduría que se declara el modelo arquetípico de todas las obras de DIOS en un momento de perfección total cuando las cosas van saliendo del pensamiento y las manos de DIOS. Todo es creado en función del hombre, y todo hombre es pensado y creado en función de CRISTO: “hechura suya somos, creados en CRISTO JESÚS, en orden a las buenas obras, que dispuso DIOS que practicáramos” (Cf. Ef 2,10). Somos “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,27), especialmente por haber sido pensados y creados por DIOS a imagen del HIJO JESUCRISTO. ÉL es el hombre en quien reside la Sabiduría Creada y marca las características de cada hombre perteneciente al género humano. Hemos sido redimidos todos los formados como “hechura de CRISTO”; y estamos dentro de la corriente cristificadora, por la que sometiéndose todas las cosas en CRISTO se llegue al punto en el que CRISTO lo entregue todo al PADRE, y “DIOS lo sea todo en todos” (Cf.  1Cor 15,28). Por un proceso misterioso, que responde sólo al hecho de que DIOS es AMOR, la TRINIDAD es nuestro destino.

El ESPÍRITU SANTO enviado

Fue el domingo anterior cuando celebramos Pentecostés, que resaltamos la poderosa presencia del ESPÍRITU SANTO dando comienzo significativo a la evangelización. La Palabra para ser entendida o revelada ha de estar ungida; lo mismo que a la hora de ser predicada. La revelación de la Tercera Persona de la santísima TRINIDAD se lleva a cabo principalmente en relación con la Palabra. Cuando JESÚS entra en las horas finales de su paso por este mundo, conforta a sus discípulos con la promesa ser asistidos por el ESPÍRITU SANTO, “que ÉL enviará de junto al PADRE” (Cf. Jn 15,26; 16,7). De forma retrospectiva volvemos la mirada a los inicios de la vida pública de JESÚS y está presente la acción del ESPÍRITU SANTO. El ESPÍRITU SANTO revelado en el bautismo de JESÚS en forma de paloma refuerza la indicación del PADRE, “este es mi HIJO amado, escuchadlo” (Cf. Lc 3, 21-22). Si vamos a la sinagoga de Nazaret, al comienzo del ministerio público la unción dada por el ESPÍRITU SANTO está en orden al anuncio y la predicación: se anuncia el Evangelio a los pobres, se proclama el Año de Gracia y la predicación liberadora devuelve la vista espiritual a los ciegos, y la libertad a los cautivos (Cf. Lc 4,18-19). La Palabra ungida por el ESPÍRITU SANTO se vuelve la protagonista para implantar el Reino de DIOS en medio del mundo. La revelación del ESPÍRITU SANTO enviado completa la manifestación de la TRINIDAD. En los primeros siglos, la Iglesia definió la Fe con precisión en el Credo Nicenoconstantinopolitano (325-381), en el que rezamos que “el ESPÍRITU SANTO es SEÑOR y DADOR de Vida, que procede del PADRE y del HIJO, y con el PADRE y el HIJO recibe una misma adoración y gloria”. Tres Personas Divinas con relaciones propias dentro de la vida intratrinitaria, pero con una única naturaleza. No existen tres dioses, sino una perfecta unidad dentro de la comunión de las tres Divinas Personas. Estas cosas no las hemos deducido los hombres, sino que tan sólo estamos tratando de poner nombre a lo que DIOS mismo nos revela en su Palabra viva. La experiencia mística y espiritual dentro de la Iglesia Católica confirma el Misterio de la Santísima TRINIDAD como el fundamento de la Fe. La Santísima TRINIDAD nos garantiza la perfecta trascendencia y santidad de DIOS, al mismo tiempo que hace posible la máxima cercanía de la Encarnación. Porque la Santísima TRINIDAD es un hecho, resulta factible que los méritos de la Redención puedan aplicarse y vivirse en cada época y tiempo particular. El bautismo en el Nombre del PADRE, del HIJO y del ESPÍRITU SANTO realiza la verdadera religación -unión esencial- del hombre con DIOS: “Id, y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO; enseñándoles a guardar todo lo que YO os he mandado” (Cf. Mt 28,19-20). Ninguna otra religión puede decir de DIOS lo que revela el Nuevo Testamento, porque la Segunda Persona de la TRINIDAD sólo ha venido a este mundo en JESUCRISTO, y la negación de este hecho fundamental forma parte de la doctrina del “anticristo” (Cf. 1Jn 2,18). No existe dificultad para reconocer en algunas religiones “semillas de verdad”, pero ninguna de las otras confesiones religiosas predican a JESUCRISTO como el único SALVADOR. ÉL es uno de la TRINIDAD junto con el PADRE y el ESPÍRITU SANTO.

Lento crecimiento

“Mucho tengo que deciros, pero ahora no podéis con ello” (Cf. Jn 16,12). La revelación canónica concluye con el libro del Apocalipsis. En el Nuevo Testamento tenemos todo lo que de forma fundamental o básica nos deja el SEÑOR a través de los autores inspirados. Los estudios bíblicos nos pueden cambiar la cronología de los libros del Nuevo Testamento, dejando para la mitad del siglo segundo las cartas de Timoteo y Tito; pero tal cosa no impide que sigamos considerando el Apocalipsis, escrito hacia finales del siglo primero, como la conclusión de la Revelación del Nuevo Testamento. “Muchas cosas tengo que deciros” señala JESÚS, porque de muchas formas habrá que actualizar el Mensaje original. Mucho tendrá que revelar el SEÑOR a cerca de su Segunda Venida, que todavía hoy es difícil de precisar, aunque contamos con la perspectiva del tiempo y las lecciones dadas por los acontecimientos a lo largo de dos mil años de historia. Para los discípulos en aquel momento la cuestión de la Segunda Venida era un asunto capital. Por otra parte, este versículo pone de relieve las consideraciones que DIOS dispensa al lento crecimiento espiritual que nos caracteriza. Nuestros alcances son muy limitados, el crecimiento en todos los sentidos se produce de forma, a veces, insensible; y parece que DIOS no tiene prisa en lo más mínimo. Puede dar la impresión, que lo previsto no acontece y lo inesperado surge de forma súbita. “Muchas cosas tiene que decir el SEÑOR” porque la fuente de la Palabra es inagotable. Las circunstancias históricas y personales son cambiantes y la Sabiduría tiene modos de aplicación para cada movimiento que nosotros realizamos.

El tiempo y la Gracia

“Cuando venga ÉL, el ESPÍRITU de la VERDAD os guiará hasta la Verdad Completa, pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y os anunciará lo que está por venir” (v.13). Contrastan las palabras de JESÚS que indican la proximidad de DIOS a nuestro modo de estar en el mundo con la percepción de lejanía y ausencia de DIOS, que en ocasiones se promueve. DIOS mediante la acción del ESPÍRITU SANTO se dispone a seguir nuestros pasos y acompañarnos en los distintos sucesos y acontecimientos. El ESPÍRITU SANTO tiene el encargo de conducirnos a la Verdad Completa, o a completar en cada hijo de DIOS una Vida en CRISTO. El ESPÍRITU SANTO sigue manteniendo su papel único de TESTIGO. En este caso es el notario que levanta acta de lo que el PADRE y el HIJO acuerdan sobre el destino de los hombres. El ESPÍRITU SANTO no se guarda nada de lo que DIOS tiene destinado para los hombres, y su misión general está en fijar el Reino de DIOS en medio de este mundo. La petición del Padrenuestro, “venga a nosotros tu Reino”, le pertenece de forma especial, y nos acerca con sus seguras inspiraciones a este objetivo prioritario de la Redención. Dice JESÚS: “he venido a traer fuego a la tierra, y siento una gran urgencia porque esté ardiendo” (Cf. Lc 12,49). Muchas manifestaciones carismáticas, bajo la acción del ESPÍRITU SANTO, señalan cambios inminentes que llevarán a la humanidad a un tiempo de gran intensidad en el modo cristiano de vivir. Como sucede con cualquier cambio de época, la transición no se produce de forma súbita, pero estamos asistiendo en cortos intervalos de tiempo a cambios significativos.

La Gracia de nuestro SEÑOR JESUCRISTO

“ÉL me dará Gloria, porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará a vosotros” (v.14). Dice san Pablo: “nadie puede decir que JESUCRISTO es SEÑOR, si no es movido por el ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 12,3). De innumerables formas el ESPÍRITU SANTO busca que los discípulos de JESÚS lo prediquen o testimonien. Las gracias obtenidas por la Redención de JESUCRISTO son inagotables para cada discípulo y la humanidad en su conjunto. El Administrador Fiel del gran tesoro de la Redención es el ESPÍRITU SANTO. ÉL asiste a los discípulos de JESÚS con toda clase de dones, virtudes y carismas. La lista de las múltiples gracias es inagotable, y en cada época de la historia surgirán nuevos dones y carismas.

Uno con el PADRE

“Todo lo que tiene el PADRE es mío; por eso os he dicho, recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (v.15). El PADRE ha puesto todo en manos de JESÚS (Cf. Jn 13,3). JESUCRISTO es Cabeza de la Iglesia con todas sus jerarquías angélicas y es el SEÑOR de todos los redimidos (Cf. Col 1,18; Hch 2,36). Toda la Gloria es para el PADRE por medio del HIJO, en el ESPÍRITU SANTO. No sólo se refiere JESÚS a las distintas gracias que cada persona puede recibir, sino que es la donación del PADRE y del ESPÍRITU SANTO el bien supremo que nos tiene reservado. El destino último de cada creyente o discípulo del SEÑOR queda bien definido: todos los discípulos de JESÚS estamos llamados a estar con JESÚS en perfecta unión con el PADRE.  “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, lo que DIOS tiene guardado para los que lo aman” ( Cf. 1Cor 2,9).

San Pablo, carta a los Romanos 5,1-5

San Pablo mantuvo el objetivo de viajar a Roma para visitar las comunidades allí establecidas, con intención a su vez de continuar a España, que se menciona dos veces al final de la carta. San Pablo no funda las comunidades de Roma, pero les dirige una carta serena donde expone con claridad su pensamiento cristiano. La mayor parte de las cartas de san Pablo tienen en cuenta circunstancias concretas de las distintas comunidades, a las que el Apóstol se encarga de iluminar en el nombre del SEÑOR. La carta a los Romanos expone el Evangelio de san Pablo que aborda el asunto crucial de la justificación por la Fe. El hombre no se salva por las obras de la Ley, sino por la Fe en JESUCRISTO. Este último enunciado tan directo sigue multiplicando opiniones, comentarios y posiciones doctrinales. La lectura detenida de esta carta evidencia que san Pablo no prescinde de una ética acorde con el Evangelio, pero justicia o santidad vienen de JESUCRISTO, que ha cargado y expiado nuestros pecados.

La Fe nos hace justos

Se trata de la Fe en JESUCRISTO. El creyente valora todo lo que el HIJO de DIOS hizo por los hombres. La salvación del HIJO de DIOS responde a dos coordenadas: la identidad y lo que realizó. La Fe reconoce que JESUCRISTO es la Segunda Persona de la TRINIDAD; y lo que hizo desde la Encarnación, vida, muerte y resurrección, tiene que ser objeto de valoración por parte del creyente.

En paz con DIOS

“Habiendo recibido de la Fe nuestra justificación estamos en paz con DIOS por nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (v.1). La humanidad estaba en situación de rebeldía declarada, y la Gracia de DIOS no alcanzaba a la humanidad. El hombre no tenía futuro sin DIOS, y era necesaria la reconciliación. Este ministerio o servicio reconciliador lo establece JESUCRISTO con su entrega y lo continúan sus discípulos (Cf. 2Cor 5,18).

Insuficiencia de las obras

“Habiendo recibido de la Fe nuestra justificación, estamos en paz con DIOS por nuestro SEÑOR JESUCRISTO, por quien hemos recibido mediante la Fe el acceso a esta gracia en la cual nos encontramos y nos encontramos en la Esperanza de la Gloria de DIOS” (v.2). No sólo la Fe en JESUCRISTO nos devuelve a una aceptación por parte de DIOS como hijos suyos, sino que la misma Fe nos va a hacer partícipes de una gloria que trasciende este mundo y nos dispone a la comunión plena con DIOS. La Esperanza cristiana se nutre de esta verdad revelada, y repercute de forma muy positiva en la transformación de las realidades presentes: “la Gloria de mi PADRE está en que deis mucho fruto” (Cf. Jn 15,8). La vida que esperamos no paraliza las almas de los seguidores de JESÚS, impidiéndoles trabajar por las realidades presentes.

Las tribulaciones

“Nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia virtud probada; la virtud probada engendra la Esperanza. Y la Esperanza no defrauda, porque el Amor de DIOS ha sido derramado en nuestros corazones por el ESPÍRITU SANTO que nos ha sido dado” (v.3-5). Como en otras ocasiones un sencillo esquema propone un itinerario espiritual de primer nivel. Estamos en la situación similar a la del discípulo que siente la necesidad de buscar al maestro para recibir una enseñanza fiable, que lo ayude a caminar con seguridad en la senda espiritual. El objetivo del buscador cristiano es vivir en la Presencia continua de DIOS; o que DIOS more continuamente en él. A esto lo llamamos estado de Gracia. San Pablo nos dice que ese estado espiritual es una acción transformadora del mismo ESPÍRITU SANTO, que es la Persona AMOR. Su Divina Presencia en el corazón del discípulo de JESÚS no se puede dar sin la presencia del PADRE y del HIJO, que viven unidos substancialmente en el AMOR del ESPÍRITU SANTO. Para que el ESPÍRITU SANTO realice ese verdadero milagro se necesita por parte del discípulo “la virtud probada”, o el ejercicio continuado de obras de misericordia, para las cuales la Gracia de estado no ha de faltar. El Apóstol nos aclara que en la base de esta construcción espiritual se va a encontrar el binomio tribulación-paciencia. Recordamos el diálogo del vidente con su guía espiritual en una de las visiones del Apocalipsis: “estos que están con vestiduras blancas, ¿quienes son y de dónde han venido?. El Ángel le responde: estos son los que vienen de la gran tribulación y han blanqueado sus túnicas en la sangre del CORDERO” (Cf. Ap 7,13-15). JESÚS lo había dicho: “en el mundo tendréis luchas; pero no tengáis miedo, YO he vencido al mundo” (Cf. Jn 16,33). Las grandes conquistas espirituales cristianas tienen lugar en medio de las historias concretas que a cada uno nos toca vivir.

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