«No podemos decir que todas las religiones llevan a Dios. Eso contradice a Cristo»

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* La autoridad del Papa no es ilimitada. Está al servicio de la sagrada tradición: cardenal Sarah

El cardenal Robert Sarah presentó en el aula magna del Arzobispado de Trento (Italia) su nuevo libro, «¿Dios existe?», redactado en forma de diálogo con David Cantagalli.

El cardenal advirtió sobre el avance del relativismo doctrinal, que describió como una amenaza concreta para la fe. Citando al cardenal Ratzinger, afirmó:

Se está constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo, sus deseos».

Frente a ello, defendió:

Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Él es la medida del verdadero humanismo».

Sarah insistió también en que la Misa no debe concebirse como un evento social o cultural:

La Santa Misa no es una asamblea social para celebrarnos a nosotros mismos. No es una exhibición cultural. La Santa Misa es el sacrificio de Cristo inmolado en la cruz para nuestra salvación».

Explicó:

El sacerdote sabe que cuando sube los escalones del altar, está subiendo con Jesús al Calvario para entregar la vida y morir con Él».

En su intervención, el cardenal criticó algunos desarrollos recientes en la vida litúrgica de la Iglesia.

También en las iglesias, el Sagrario está escondido, no se encuentra dónde está. El sacerdote ha tomado el lugar del Sagrario», lamentó.

Añadió que «las celebraciones deben conservar el sentido del misterio, del asombro, de lo sagrado», y que «la Eucaristía no es solo fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también fuente de su misión».

Sobre la salvación, fue explícito:

Cristo es el único Salvador. Las Sagradas Escrituras y la Santa Tradición nos recuerdan: en ningún otro hay salvación».

Y añadió:

No podemos decir que todas las religiones llevan a Dios. Eso contradice a Cristo».

También aludió a dos documentos del Magisterio como referencia doctrinal: la encíclica Redemptor hominis de san Juan Pablo II y la declaración Dominus Iesus, firmada por el entonces cardenal Ratzinger. Según Sarah, estas enseñanzas «representan el fundamento del diálogo ecuménico en la verdad, porque sin verdad no puede haber diálogo».

Respecto a la doctrina, el cardenal fue taxativo:

Traicionar la doctrina puede significar traicionar a Cristo mismo».

Afirmó que no puede hablarse de evolución doctrinal como ruptura:

El desarrollo debe ser siempre orgánico. No puede crecer un tercer brazo a un hombre. Así tampoco se puede introducir una novedad totalmente ajena a la fe».

En el plano antropológico, expresó su oposición a la ideología de género:

No debemos mutilarnos para realizarnos según nuestras tendencias. Ninguno nace con un cuerpo equivocado».

Y añadió:

Hombre y mujer los creó. Nos destruimos si queremos negar y rechazar haber nacido hombres y mujeres».

Asimismo, abordó la cuestión de la vida humana:

Sabemos que la vida pertenece a Dios porque ha sido dada por Él. No somos dueños, sino custodios. Ningún hombre puede decidir interrumpir la vida de otra persona. Ninguna ley, constitución ni gobierno tiene autoridad ni derecho sobre la vida de otro».

Al final de su intervención, Sarah defendió la Misa tradicional y se refirió a su posible supresión:

Una liturgia que ha sido celebrada durante 1600 años, que ha hecho tantos santos, no puede ser simplemente cancelada. Me parecería un insulto a la historia de la Iglesia y a la Santa Tradición».

Reivindicó también los límites de la autoridad papal en materia litúrgica:

La autoridad del Papa no es ilimitada. Está al servicio de la sagrada tradición. Él puede ser solo un humilde servidor de su justo desarrollo».

Sarah comenzó agradeciendo a los asistentes su presencia y expresó su intención de que las reflexiones del libro respondan a «el grito del hombre que pide salvación». Señaló que su método se ha basado en «tomar en serio cada pregunta» y en «rastrear en el tesoro de la Iglesia y sus santos las palabras oportunas para responder».

Explicó que ha querido «limitar al máximo» sus propias palabras, para «dejar espacio a la palabra perenne de Dios». A su juicio, el ser humano de hoy «no necesita doctrinas nuevas, ni paradigmas nuevos, ni nuevos caminos», sino que las mismas palabras de siempre «iluminen las situaciones que vivimos en el presente».

Uno de los ejes de su exposición fue la centralidad de la adoración en la vida cristiana.

«La Iglesia es árida porque faltan adoradores. El mundo muere porque le faltan adoradores».

Y añadió:

La oración no es decir muchas cosas a Dios. Es guardar silencio para escuchar al Espíritu Santo que ora en nosotros. Es mirar a Dios y dejarse mirar por Dios».

En este contexto, recordó el testimonio del campesino de Ars, citado por el santo cura de Ars: «Le preguntó qué hacía tanto tiempo delante del Santísimo, y él respondió:

Lo miro y Él me mira”».

SÁBADO 7 DE JUNIO DE 2025.

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