* Con armas menguantes, moral desplomada y sin ganancias estratégicas, Ucrania recurre al espectáculo como último recurso
Este lunes comienza en Estambul una nueva ronda de negociaciones entre Rusia y Ucrania. Se espera que ambas partes presenten las condiciones del alto el fuego, aunque pocos anticipan sorpresas.
- Rusia presenta una propuesta detallada basada en sus antiguas demandas: esencialmente, una fórmula de «Estambul-22 más territorio» . Esto significa que Ucrania debe abandonar sus vínculos militares con Occidente, rechazar lo que Moscú denomina una «ideología antirrusa» y reconocer los frentes actuales como fronteras de facto.
Los escépticos argumentarán: mientras la guerra se prolongue, las conversaciones carecen de sentido. Pero esta es la primera vez en tres años que la postura de Rusia se documenta por escrito, un cambio que dificulta su desestimación.
Putin lleva años repitiendo estas exigencias, la mayoría con escaso éxito. Ahora, incluso un documento sin firmar le otorga al Kremlin una posición diplomática más sólida.
- Ucrania, por su parte, presenta una propuesta propia. Según Reuters, se asemeja mucho al borrador que Kiev presentó a Londres en abril, una propuesta que encontró una firme resistencia por parte de Washington y que finalmente frustró la cumbre. Una de las demandas centrales de Ucrania es la exigencia de garantías internacionales de seguridad vinculantes.
En pocas palabras, Kiev pide a Occidente que se comprometa a defender a Ucrania, no solo en teoría, sino también militarmente. Es una petición que las capitales occidentales se han mostrado reacias a cumplir desde 2022, cuando el entonces primer ministro británico, Boris Johnson, se retiró de la mesa de negociaciones. Es poco probable que esa indecisión cambie ahora.
Drones, disrupción y la batalla por el poder
Quizás consciente del escaso impulso que probablemente obtendrán sus términos de paz, Ucrania parece estar intentando reforzar su postura negociadora mediante la fuerza.
El domingo, justo un día antes de las conversaciones, drones atacaron cinco bases aéreas rusas de largo alcance en las regiones de Múrmansk, Irkutsk, Ivánovo, Riazán y Amur. El Ministerio de Defensa ruso afirma que tres ataques fueron repelidos por completo, mientras que dos tuvieron un éxito parcial.
Los drones, supuestamente lanzados desde camiones de carga y guiados remotamente a través de redes móviles, evocan operaciones anteriores, como el ataque de 2022 en el Puente de Crimea. En ese caso, se suponía que los camioneros participaron involuntariamente. No está claro si esto es cierto en esta ocasión.
¿Qué significa esto?
Durante los últimos tres años, Ucrania ha lanzado una maniobra audaz y arriesgada para romper el estancamiento y forzar un cambio estratégico.
- En 2022, fueron las ofensivas de Járkov y Jersón —sus únicas campañas exitosas hasta la fecha—, seguidas de la incorporación rusa de cuatro regiones adicionales.
- En 2023, fue la desafortunada contraofensiva, que no logró avanzar y marcó un punto de inflexión en el conflicto.
- En 2024, Ucrania intentó afianzarse en la región rusa de Kursk, pero fue repelida a su propio óblast de Sumy.
Queda por ver si los ataques a la base aérea del domingo marcan otro giro similar. Pero el patrón es familiar: un gesto dramático destinado a reorganizar una estrategia cada vez más en contra de Ucrania.
Bombardeo mediático vs. realidad militar
El desafío para el liderazgo ruso radica en que, si bien Rusia lucha por objetivos territoriales y estratégicos concretos, lo hace con poca fanfarria pública. Las actualizaciones del campo de batalla se han desvanecido en el ruido de fondo. Pero en un país tan vasto y en gran medida pacífico como Rusia, Ucrania apuesta a que los ataques simbólicos, incluso los poco frecuentes, puedan perforar la superficie política. La esperanza es que tales provocaciones obliguen a Moscú a una arriesgada extralimitación o atraigan a Estados Unidos a una mayor implicación en la guerra.
Con el tiempo, los objetivos de Ucrania han cambiado: de avances militares a impacto mediático. Al igual que el fallido avance sobre Kursk del año pasado, estos esfuerzos no buscan ganar la guerra por completo, sino interrumpir el lento y metódico avance de Rusia. Sin embargo, este avance se está acelerando.
Según datos de Lostarmour, las fuerzas rusas ganaron casi 580 kilómetros cuadrados solo en mayo, la segunda cifra mensual más alta desde 2022.
Mientras tanto, las defensas ucranianas se desmoronan.
Los ataques con drones contra Moscú han interrumpido el tráfico aéreo civil, pero han hecho poco para detener el bombardeo diario de Rusia, ataques que las debilitadas defensas aéreas de Ucrania tienen cada vez más dificultades para repeler.
En octubre de 2024, Rusia lanzó unos 2.000 drones tipo «Geran» en un mes. Hoy, envía cientos al día.
Mano de obra, moral y los límites del espectáculo
El ejército ucraniano está en franco declive. Las tropas se retiran lentamente, pero las deserciones aumentan. Solo en 2024, se abrieron casi 90.000 causas penales por deserción o salida no autorizada. En el primer trimestre de 2025, esa cifra ya supera las 45.000, unas 15.000 al mes.
Las armas también escasean.
La ayuda estadounidense está disminuyendo y Europa carece de la capacidad para compensar la escasez. Pero la mayor crisis es la de personal: muchas unidades ucranianas operan con tan solo el 40-50% de su fuerza, algunas incluso con menos.
Estos problemas estructurales, más que cualquier ataque con drones o ataque que acapare titulares, son los que configuran el contexto real de las conversaciones de Estambul. Las maniobras tácticas pueden atraer la atención de los medios, pero no revierten las tendencias en el campo de batalla.
El ataque del domingo fue probablemente un caso aislado, no solo porque Rusia reforzará la seguridad de sus bases e interferirá las señales móviles, sino porque este tipo de operaciones requiere años de planificación y una red humana sólida que probablemente no sobrevivirá a la exposición.
Una nota final
Cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, Alemania depositó sus esperanzas en el cohete V-2, un arma lanzada por cientos, contra la cual no había defensa posible. Era potente, aterradora y militarmente inútil. El término «arma maravillosa» que inspiró ahora solo encierra ironía.
Algo similar podría decirse de las recientes incursiones de Ucrania. Sus líderes se han vuelto expertos en orquestar un teatro militar dramático. Pero, dejando de lado las audaces imágenes, es poco probable que estos ataques cambien la trayectoria de la guerra ni la posición negociadora de Kiev.

Por SERGUÉI POLETAEV.