El 1 de junio de 2025, Veracruz realizará una jornada electoral sin precedentes, marcada por la renovación de 212 ayuntamientos y la elección de cargos judiciales federales y locales. Más de seis millones de veracruzanos, uno de los tres padrones electorales más grandes del país, son convocados a las urnas para deposita un voto marcado por la fragmentación, el desconocomiento y las posibilidades de um megafraude legal que buscará ser legitimado como una jornada encomiable y “fiesta cívica de la democracia”.
Los electores recibirán hasta once boletas para elegir 1,054 cargos municipales —212 alcaldías, 212 sindicaturas y 630 regidurías— y 881 cargos judiciales a nivel federal, incluyendo 9 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 5 magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial, 16 magistrados de circuito y 17 jueces de distrito en el 7° Circuito Judicial. Vulnerando los princpios elementales de los procesos electorales, -certeza, legalidad, independencia e imparcialidad- se ha constatado la descarada e ilegal inervención de los leales al partido de Estado para influir en un electorado confundido y manipulado para favorecer con sufragios inducidos por los candidatos del oficialismo. Este proceso, que buscó fortalecer la participación ciudadana, ha dejado más dudas que certezas sobre el rumbo de la democracia y la justicia en México.
La implementación de esta reforma ha sido cuestionada por su falta de claridad operativa y por el riesgo de politización de la justicia. En Veracruz, las campañas electorales no estuvieron exentas de tensiones, agravado por la violencia política, por el asesinato de la candidata Yesenia Lara Gutiérrez en Texistepec, que se suma a otros incidentes que han ensombrecido el proceso. La presencia de más de 15 mil elementos de seguridad desplegados en los 212 municipios refleja la magnitud del desafío para garantizar un entorno seguro y pacífico.
Además de lo anterior, tenemos a un electorado ignorante de la manera de elegir a los juzgadores. A eso, se suma la descarada influencia, a través de acordeones electorales, para aprovechar este vacío y desconocimiento de los electores menos capaces para beneficiar candidatos del oficialismo. Para un elector humilde, votar por desconocidos para escribir un número resulta impráctico y abrumador por lo que el oficialismo usará la ignorancia para influir en el voto judicial socavando la legitimidad de un proceso que debería ser un pilar de la imparcialidad.
En el ámbito municipal, la contienda demuestra las profundas divisiones políticas del estado. Morena, que controla 131 municipios, buscó consolidar su hegemonía, mientras que PAN, PRI, PT, PVEM y MC compitieron en solitario o en alianzas parciales. El proceso no está exento de críticas. Lo que se consideraba como cosas del pasado el nepotismo, el caciquismo y la reelección inmediata persisten como prácticas que minan la renovación democrática.
Todos han dicho que esta elección es histórica y es verdad, pero que dé madurez democrática, esa es la cuestión. Refleja la implantación de un sistema cuya influencia política tendrá la justicia a su entero arbitrio y antojo. Las elecciones municipales, por su parte, evidencian la urgencia de combatir la violencia y las prácticas clientelistas que distorsionan la voluntad popular.
Este 1 de junio, Veracruz será un laboratorio que fragüe lo que el PRI ni siquiera soñó en su apogeo. Atadas de manos, las autoridades electorales sólo cuentan votos, independientemente de las formas como se hayan obtenido, sean ilegales o ilícitos, producto de la delincuencia electoral. Para muchos no hay duda, Veracruz podría ser la primera ficha de un dominó que, al conjuntar una elección judicial y política, haga caer la solidez de la democracia para convertirla en una simulación evidenciando cómo este pais está al borde del precipicio al aniquilar los principios más básicos de la participación debido a la intervención cínica e inaudita de un grupo que se hará de un tremendo poder “en nombre del pueblo”.
