La necesidad de volver a Dios

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el Domingo de la Ascensión del Señor

Mons. Cristobal Ascencio García

Ya han pasado 40 días de la Resurrección del Señor y hoy celebramos la fiesta de la “Ascensión”, el triunfo glorioso de Cristo. La Ascensión no es el fin de la historia de Jesús, ni tampoco su ausencia; no es que se haya marchado y tengamos que sentir la orfandad, Jesús sigue estando presente de una manera distinta, pero no menos real. Podemos decir que llegó el tiempo de los Apóstoles, el tiempo de que la Iglesia naciente comparta con los demás la experiencia que ha tenido con Jesús. Esa imagen del Dios del amor y el mandato de vivir el amor, es momento de que se anuncie y se muestre. No será un camino sencillo, se debe afrontar un mundo donde el mal sigue generando sufrimiento, muerte, odio. En ese mundo hostil se ha de lanzar el llamado a la paz, al amor, al perdón. Es el tiempo de la Iglesia, se inaugura el tiempo de la misión, de continuar el trabajo iniciado por Jesús, de manifestar el Reino del Padre.

Teológicamente, la Ascensión es una consecuencia de la Resurrección. El que ha vencido a la muerte, el viviente, no podía estar destinado a una vida en las coordenadas del tiempo y del espacio. La Ascensión es una vuelta al Padre, pero Jesús lleva nuestra humanidad. Como lo dice san Ambrosio: “Bajó Dios, subió hombre”. El que descendió era sólo Dios, el que ascendió es Dios y hombre. Jesús no se va, simplemente deja de ser visible; con su Ascensión no nos deja huérfanos, sino que vive entre nosotros de otra manera.

Sobre la Ascensión hemos hablado muchas veces, hoy quiero centrarme en un aspecto distinto, “en la necesidad de volver a Dios”, como nos dice el Evangelio e insistir en que “Jesús vive entre nosotros con otras presencias”, esas presencias que pasan desapercibidas, o esa ceguera que nos impide ver a Jesús en la actualidad; Jesús está presente en el necesitado, recordemos lo que dijo: “Lo que hiciste con uno de los más insignificantes, lo hiciste conmigo…” Jesús está presente en ellos y nuestra ceguera nos impide verlo. Jesús está presente en la Eucaristía, está presente en su Palabra y tantas otras formas de presencia, por eso la necesidad de volver a Dios y reconocerlo.

El Evangelio nos dice: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados”.

Destaquemos la necesidad de volverse a Dios, ya que parece que en nuestra sociedad no tiene cabida Dios, dicen algunos autores: ‘Dios fue expulsado del mundo’, y Henry de Lubac dirá: ‘No es verdad que el hombre no pueda organizar la tierra sin Dios. Lo cierto es que, sin Dios no puede más que organizarla contra el hombre’; este pensamiento está muy encarnado en la actualidad.

Los ateos declaran que Dios no existe; Nietszche formuló la muerte de Dios. El mundo actual ha quitado de su cuestionamiento a Dios y vive sin importarle si Dios existe, se ha caído en la

indiferencia. Por eso, analizando la sociedad en la que nos ha tocado vivir, esas palabras que escuchamos en el Evangelio de “la necesidad de volverse a Dios”, nos cuestionan hoy y hacen que pongamos los pies sobre la tierra. Quizá no tengamos claro esa vuelta a Dios ¿cómo debe ser? Muchos sistemas políticos y gobiernos, hacen a Dios a un lado, pero curiosamente desean traer el cielo a la tierra; recordemos la torre de Babel, que se construye sin Dios, no para alcanzar los cielos desde la tierra sino para bajar el cielo a la tierra.

El gran escritor ruso Dostoievski desde 1880 escribía: ‘Si Dios no existe debemos inventarlo’; parece que él se dio cuenta que solo, el ser humano, solo no puede. El ser humano, creyendo equivocadamente que Dios quita su libertad, se ha dedicado a negar a Dios, a sacarlo de su vida.

Sabemos que la posmodernidad centrada en los avances tecnológicos, en lugar de que conduzca al ser humano a la plenitud, lo está deshumanizando; de allí que tengamos la “necesidad de volver a Dios”, una verdadera vuelta, es decir, una conversión del corazón a Él, la cual, nos llevará a vivir un estilo de vida diferente.

Para volver a Dios, primero debemos darnos cuenta que nos hemos alejado, que nuestra relación con Dios ha sido muy superficial; quizá he practicado algunos ritos, he acudido a Misa, pero dichas prácticas no han modificado mi vida o mi forma de pensar; es allí donde debemos vislumbrar la “vuelta a Dios”. Hermanos, creo que todos tenemos necesidad de volver a Dios,

¿acaso el ambiente de muerte en el que estamos envueltos, no nos dice que necesitamos volver a Dios? Por ejemplo, ¿las leyes contra la vida desde antes de nacer, las leyes abortivas que hacen legal el crimen del aún no nacido?, claro que necesitamos volver al Dios de la vida, quien a todos nos la ha dado. ¿Acaso la violencia que crece en nuestra Diócesis y en nuestro País, no nos habla de la necesidad de volver a Dios? La inseguridad que experimentamos, porque por más que haya presencia múltiple de elementos de seguridad, se siente el abandono de nuestras autoridades, ya que nos sentimos dejados a nuestra suerte. Veo a este pueblo abandonado ¿quién se preocupa de las familias que quedan después del crimen de una persona inocente, un agricultor inocente, un padre de familia? ¿quién se preocupa de esa familia que quedó, no sólo desconsolada, sino también sin recursos para enfrentar la vida?

Hermanos, como discípulos y enviados del Señor, hemos de anunciar la “necesidad de volver a Dios”. Quienes siguen haciendo tanto daño en los grupos del crimen organizado, tienen mucha necesidad de volver a Dios. ¿Cómo hacerle para volver a Dios? ¿Cómo hacerle para anunciar la vuelta a Dios? Hermanos, generalmente las personas tendemos a huir tras los fracasos, por eso, es importante atender la invitación que el Resucitado hace a los discípulos, de no alejarse de Jerusalén; les dice: “Permanezcan en la ciudad hasta que reciban la fuerza de lo alto”, permanecer en el lugar del fracaso y de la muerte es necesario para poder ser testigos de la fuerza salvadora de Dios.

Hermanos, el Señor no nos abandona, de forma distinta pero real, está con nosotros. Es nuestro Pastor, nos guía y nos invita a anunciar lo que nos ha enseñado. No tengamos miedo y sigamos anunciando a todos, la necesidad de volvernos a Dios.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Feliz domingo para todos.

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan
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