¿Se sienten edificados los demás por cómo asistimos a Misa?

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1. Hay dos errores graves que debemos evitar respecto al comportamiento exterior del cristiano.

Por una parte está el error del formalismo , el de creer poco –¡incluso mucho!–. -hipócritamente que la forma o el puro cumplimiento de los rituales sería suficiente para estar bien.

Esto ocurre, por ejemplo, en las posibilidades de obtener indulgencias. es decir, se cree que bastaría hacer lo que la Iglesia nos pide hacer externamente, sin convertirnos, sin comprometernos a abandonar nuestro afecto al pecado.

Y por eso, en las indulgencias, una vez cumplido exactamente lo prescrito, se tiene la esperanza de haberlo ganado, pero nunca la certeza, ya que siempre es Dios quien decide, ya que sólo Él puede escudriñar -como se dice- en el fuero interno.

Pero -decíamos- hay también otro error que pertenece a una perspectiva espiritualista muy en boga hoy en día, es decir, que la forma y el cumplimiento de los rituales son secundarios, por no decir inútiles.

Dijimos: espiritualista , porque tal condición implica que el hombre no debe involucrar una parte de sí mismo -el cuerpo- en el culto y adoración a Dios. En definitiva, como si el cuerpo no contara nada, cuando en cambio lo cierto es que también a través de nuestros gestos, y no sólo a través de nuestras creencias o intenciones, podemos edificar o escandalizar a los demás.

2. A este respecto, leamos lo que San Pío de Pietrelcina escribió a su hija espiritual Annita Rodote:

Al asistir a la Santa Misa y a las funciones sagradas, use gran gravedad al ponerse de pie, arrodillarse y sentarse; y realizar todo acto religioso con la mayor devoción.

Sé modesto en tus miradas, no muevas la cabeza de un lado a otro para ver quién entra y quién sale; no te rías por reverencia al lugar santo y también por consideración a los que te rodean; Procura no pronunciar palabra alguna con nadie, a menos que la caridad o la estricta necesidad lo exijan. (…).

En resumen, comportaos de tal manera que todos los presentes queden edificados y sean movidos por vosotros a glorificar y amar al Padre Celestial.

Por CORRADO GNERRE.

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