La victoria anunciada

Génesis 15,5-12.17-18 Salmo 26 Filipenses 3,17---4,1 Lucas 9,28b-36

Pablo Garrido Sánchez

En este segundo domingo contemplamos la Transfiguración del SEÑOR, que entendemos como un anticipo de la victoria de JESÚS con su Resurrección. Los anuncios de la Pasión concluyen con el hecho misterioso de la Resurrección (Cf. Lc 9,22b). El domingo anterior contemplamos a JESÚS en la prueba del desierto. Cuarenta días en los que movido y guiado por el ESPÍRITU SANTO es, al mismo tiempo, tentado por el diablo (Cf. Lc 4,1). JESÚS vence las tentaciones, pues lucha con las armas que el ESPÍRITU SANTO pone a su disposición. Nuestra vida cristiana es también combate espiritual, que no es posible eludir. JESÚS está en el desierto cuarenta días como preparación a la misión o anuncio del Reino de DIOS. La tierra de los hombres debía transformarse en reinado de DIOS: un lugar en el que DIOS pudiera pasearse al atardecer de cada día para un encuentro entrañable con los hombres (Cf Gen 3,8). JESÚS llevado por el ESPÍRITU SANTO por el desierto evoca al “arameo errante -Abraham-“, padre en la Fe, y de forma especial al Pueblo elegido que siglos más tarde caminará por el desierto para entrar en la Tierra Prometida. En su persona, JESÚS, reúne lo que habían prefigurado los patriarcas y los profetas, al mismo tiempo que asumía el destino del Pueblo elegido. La Cruz y la Resurrección de JESÚS es vista en el Tabor, o lugar de la Transfiguración, como “el éxodo de JESÚS” (Cf.  Lc 9,31). El Egipto opresor, que ha quedado como ámbito del pecado, es vencido por la acción de DIOS resucitando a su HIJO de la muerte. Los evangelios sinópticos -Mateo, Marcos y Lucas- disponen este episodio de la Transfiguración en la “Subida a Jerusalén”, que son los capítulos dispuestos para marcar la transición entre la misión llevada a cabo en la Galilea y la manifestación de JESÚS como MESÍAS en Jerusalén. Sólo tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, van a ser los testigos de la Transfiguración de JESÚS, y se les encarga que no hablen de lo que han visto, hasta que tenga lugar la Resurrección (Cf. Lc 9,36). No está la Transfiguración al  margen del resto de los episodios que dan contenido a la vida de JESÚS. El encargo del PADRE de “escuchar al HIJO” (Cf. Lc 9,35), lo hace esencial a todos los hechos y palabras que JESÚS realice. La Divina Voluntad del PADRE se revela y conoce en la predicación de JESÚS, a la que hemos de poner el máximo de atención y acogida. Las Tentaciones de JESÚS en el desierto y el Bautismo en el Jordán tienen su continuidad, pues ambos episodios resaltan la condición de JESÚS como el “Siervo de YAHVEH” profetizado por Isaías particularmente. El único objetivo de JESÚS, Siervo de YAHVEH, es llevar a término en toda su extensión la Divina voluntad del PADRE. Con este fundamento se debe leer y entender cada línea y  término del Evangelio.

La Divina Voluntad

La Voluntad del PADRE es también la del HIJO y del ESPÍRITU SANTO; por tanto la Divina Voluntad es llevar a término lo dispuesto por la TRINIDAD. El recordatorio es permanente en el Padrenuestro al pedir que se cumpla la Voluntad del PADRE entre nosotros, de la misma forma que los Ángeles y los santos la viven y cumplen en el Cielo (Cf. Mt 6,10). Los bienaventurados en el Cielo no viven a expensas de normas, mandamientos y decretos, como necesariamente nos sucede a los humanos en este mundo, sino que la Divina Voluntad está perfectamente definida en el Amor existente, la bondad, verdad y belleza misma DIOS, que llega todos los que lo contemplan. La Divina Voluntad en el Cielo es un modo de estar ante DIOS; o, en realidad, el único modo de estar. Su Amor no se separa de la Verdad, por lo que cada actuación realizada por un Ángel o un Santo estará ajustada siempre en el Bien. Cumplir la Divina Voluntad en el Cielo no supone esfuerzo o renuncia, negación personal o sacrificio, como nos ocurre a los hombres en muchas ocasiones. La tercera petición del Padrenuestro, según la versión de san Mateo adoptada por la Iglesia, nos lleva a considerar el deseo previo de vivir en la Presencia amorosa de DIOS, para que la realización de la Divina Voluntad sea hecha con una cierta naturalidad. Parafraseando al propio Padrenuestro, decimos: “vivamos en tu Divina Voluntad los que aquí vivimos en la tierra, como viven los “Bienaventurados en el Cielo”. Como bien sabemos, los bienaventurados viven en la visión o contemplación permanente de DIOS, y para ellos no existe noche, sombras ni oscuridad alguna (Cf. Ap 21,23-25). Para nosotros peregrinos en este mundo, la Fe nos alumbra como “la lámpara que se pone sobre la mesa” (Cf. Mt 5,14). Una vela resalta su llama, que da algo de luz y calor, pero a su alrededor siguen durmiendo las sombras, la penumbra y la oscuridad. La Fe vivificada por el Amor y la Esperanza mantiene algo de visión por lo que es fuente de certeza y seguridad en el DIOS que no vemos, pero apreciamos cerca.

Algo de lo que Dios quiere

“DIOS quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la Verdad” (Cf. 1Tm 2,4). “DIOS nos ha destinado a todos, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos…” (Cf. Ef 1,5). También, “DIOS nos ha destinado a compartir la herencia del Pueblo Santo en la LUZ” (Cf. Col 1,12). DIOS quiere que para hacer meritorias todas nuestras obras “creamos en quien ÉL ha enviado, su HIJO JESUCRISTO” (Cf. Jn 6,29). DIOS quiere adoradores que adoren movidos por el ESPÍRITU SANTO y lo hagan “en espíritu y verdad” (Cf. Jn 4,23-24). DIOS quiere realizar en la plenitud de los tiempos lo anunciado por el profeta Joel: “en  aquellos días derramaré mi ESPÍRITU sobre toda carne, y los ancianos tendrán sueños y los jóvenes tendrán visiones…” (Cf. Jl 2,28, Hch 2,17). DIOS quiere renovar a la humanidad con el don del ESPÍRITU SANTO: “el ESPÍRITU SANTO advertirá al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio. Del pecado, porque no creyeron en el Hijo del hombre; de la Justicia, porque me voy al PADRE; y del Juicio, porque el príncipe de este mundo está condenado” (Cf. Jn 16,7-11). Este mundo pertenece a DIOS que lo ha creado; y, todavía más, lo ha redimido. Precisamente es la Redención la fuente de Gracia para restablecer el orden según lo previsto por DIOS. Todo lo que JESÚS predica y realiza hace visible la Divina Voluntad de la TRINIDAD para con todos los hombres. Obedece a la Divina Voluntad la dispensación de gracias inagotables de la fuente abierta por JESÚS con su Cruz y Resurrección. DIOS se acerca a todos y cada uno en la medida que queremos lo que ÉL quiere, y de manera formal pedimos en el Padrenuestro.

Abraham

En la escena de la Transfiguración, en la montaña aparecen Moisés y Elías como representantes de la Ley y de la aplicación de la misma o el profetismo. La primera lectura nos acerca a la trayectoria de Abraham, con el que YAHVEH formaliza un compromiso mediante una alianza sellada solemnemente. Abraham es el prototipo de la Fe: “sin Fe es imposible agradar a DIOS” (Cf. Hb 11,6a). En el Credo Histórico, dado en la primera lectura del domingo anterior, se dice de Abraham que es “un arameo errante” (Cf. Dt 26,4). Abraham porque cree se pone en camino dispuesto a ser dirigido por DIOS. Con una expresión coloquial, decimos que “la Fe en Abraham se demuestra andando”. Abraham sale de Harán, entra en la tierra de Canán, baja a Egipto, vuelve a Canán y recorre de norte a sur todo el territorio, que no llega a poseer, pero se le permite mantenerse en esa tierra, recibiendo la promesa de una descendencia, que sí la poseerá. Abraham llega a poseer de forma simbólica la Tierra Prometida, en el momento que se hace con una parcela en Hebrón para enterrar a su esposa Sara. En este lugar, Hebrón, se levantará la tumba de los patriarcas donde se encuentran: Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y Lea. Es la tumba de Makpelá (Cf. Gen 23,1) la que adquiere en propiedad Abraham para el enterramiento de Sara. Pero durante su vida, Abraham, peregrinó por la Tierra Prometida como por tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa (Cf. Hb 11,9). Unos quince capítulos dedica el libro del Génesis a la estancia y vida de Abraham en el territorio de Canán, y el patriarca vive permanentemente en tiendas y su única construcción sólida es el panteón en el que será enterrado. “En la Fe murió Abraham y los otros profetas, sin haber conseguido el objeto de las promesas, viéndolas y saludándolas de lejos, viéndose y confesándose como extranjeros sobre la tierra (Cf. Hb 11,13). Abraham conoce a DIOS, sus pactos y promesas. Abraham se sabe viviendo e itinerando en DIOS por los distintos lugares que le son señalados. Pero la proximidad con DIOS no es total: ÉL está siempre más allá y emplaza para una ciudad que se vislumbra en la lejanía. Una y otra vez tenemos que leer las claves internas de la Fe del patriarca Abraham, porque siguen vivas y las necesitamos. Nuestro DIOS, no sólo transmite oráculos, dicta preceptos o inspira la regulación de normas; sino que establece pactos o alianzas con repercusión general.

Visión profética

Abraham había adquirido gran capacidad económica y era respetado por los clanes existentes en Canán. Abraham es amigo de DIOS que lo hace prosperar: “En visión, el SEÑOR le dice: YO SOY para ti un escudo, tu premio será muy grande” (Cf. Gen 15,1). Todo el patrimonio que Abraham había acumulado se podía diluir, porque no tenía herederos. En visión el SEÑOR le dice a Abraham: “no te heredará tu criado, sino un hijo que nacerá de tu linaje” (Cf. Gen 15,4). Abraham se enfrenta a un problema real: no tiene hijos de su esposa legítima, y dada la edad de los dos la cosa se hace imposible. El problema existe y la solución no aparece, por tanto se crea en el patriarca un estado de incertidumbre. Los hombres no estamos hechos para los imposibles, aunque en ocasiones lo parezca. Abraham como modelo de Fe nos enseña también sobre los momentos de incertidumbre que se enfrentan a la confianza en DIOS.

Número de estrellas

DIOS dice Abraham, sacándolo fuera de la tienda en una noche estrellada: “cuenta el número de estrellas si puedes contarlas, pues así será tu descendencia” (Cf. Gen 15,5). A simple vista puede ser difícil contar con precisión todas las estrellas, pero sabemos de una inmensidad de estrellas que se ocultan a una mirada directa. Por otra parte, las estrellas pueden representar a entidades celestiales notables, dando a entender que de la descendencia de Abraham encontraremos personas o descendientes con misiones especiales. Las  estrellas por el día no se ven al estar dominado el campo de visión por la luz solar. Este hecho que todos apreciamos sirve como metáfora a la Fe, que en este caso representa la seguridad y certeza que aporta este don en su penumbra u oscuridad.

Justificación de Abraham

“Creyó él en YAHVEH, el cual se lo reputó por justicia” (v.6). De la Fe viene una justificación o perfeccionamiento que alcanza a Abraham. La Fe es el cordón umbilical que establece la corriente de vida entre el creyente y DIOS. San Pablo se hace eco de este hecho en la carta a los Romanos (Cf. Rm 4,9). Las incertidumbres no acaban con la Fe, que se mantiene perseverante, obteniendo como resultado la perfección. El hombre se justifica cuando pone orden en su vida según la Divina Voluntad.

La nueva tierra

“YO SOY YAHVEH que te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra en propiedad. Abraham respondió: mi SEÑOR, ¿en qué conoceré que ha de ser mía?” (v.8). El SEÑOR recuerda a Abraham el éxodo particular, por el que dejó atrás la parentela y un estilo de vida, pera adentrarse de forma activa en una nueva relación personal con el único DIOS. Mientras caminamos, itinerantes por las distintas secuencias que nos depara el camino, tendremos que recordar de forma frecuente la opción fundamental que va dando lugar a decisiones de menor rango. Ayudado por la intervención directa de DIOS, Abraham determina su vida en la dirección que YAHVEH le irá marcando. Aquel éxodo inicial es la fuente de todas las otras ocasiones en las que hubo de explorar nuevos horizontes. La transformación de Abraham es un hecho, pero todavía quedan etapas importantes en el largo camino del patriarca.

El pacto por la Tierra

“Abraham dijo al SEÑOR: ¿en qué conoceré que esta Tierra ha de ser mía? El SEÑOR le dijo: tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichó” (v.8-9). El tiempo de tres años destinado para las víctimas, nos da a entender la importancia del pacto entre Yahveh y Abraham. A los tres años las víctimas estaban en su mejor momento para el sacrificio. Las víctimas van a ser seccionadas disponiendo las mitades una frente a la otra, dando a entender que tal sería la suerte del hombre si no correspondía con el pacto establecido. La tórtola y el pichón sugieren la bendición del SEÑOR. El pacto queda consumado al atardecer. Un gran sopor invade a Abraham, a la puesta del sol, que entra en el Misterio de DIOS y escucha su voz: “has de saber que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña…” (v.13). La voz de DIOS está dentro de la nube del Misterio y de la acción transformadora que sucede al sueño inducido por DIOS como una nueva creación. Son palabras de YAHVEH que se graban en el corazón del patriarca. Todavía no ha llegado el momento de la voz de DIOS mediante la tormenta, que habla al Pueblo elegido en el Sinaí (Cf. Ex 19,16-19). Todavía un momento más en aquella puesta de sol: “densas tinieblas, columna de humo y de antorcha de fuego pasando entre los animales partidos. Aquel día firmó el SEÑOR una alianza con Abraham, diciéndole: a tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, del Nilo al Éufrates” (v.17-18). Lo dirá el profeta: “los ancianos tendrán sueños…” (Cf. Jl 2,28). Como dice el Salmo: “hasta de noche me instruyes internamente” (Cf. Slm 15,8). Viene a la memoria la creación de Eva sometiendo a Adán a un profundo sueño (Cf. Gen 2,21). En este caso estaríamos asistiendo al diseño de un pacto que ha de quedar grabado de modo especial en el corazón del patriarca. En lo personal, para Abraham, el pacto se ha iniciado, pero habrá de cubrir nuevas etapas para ser perfeccionado. Este pacto quedará sellado en el Monte Moria con el sacrificio espiritual de Isaac (Cf. Gen22, 9ss). Contra toda lógica humana, Abraham entiende que ha de sacrificar a Isaac, el hijo por el que YAHVEH prometió dar la descendencia. La obediencia del patriarca al mandato entendido como proveniente de DIOS, le valió la confirmación de todas las promesas y pactos anteriores.

La Transfiguración

La Resurrección será la confirmación inequívoca que el pecado y la muerte han sido vencidos por JESUCRISTO, asociando a todos los hombres que acepten esta victoria. El destino del hombre no es una eternidad sin DIOS, sino la Vida Eterna de los bienaventurados. Todos los milagros de JESÚS constituyen signos mesiánicos de su condición divina y de ENVIADO del PADRE. Los discípulos habían visto la curación de ciegos, sordos, cojos, mancos, paralíticos e incluso alguna revivificación con la vuelta de Lázaro después de cuatro días de enterramiento, y el poder de JESÚS frente a los poseídos por el demonio; pero no apareció a sus ojos la contemplación extraordinaria de la condición divina. El momento de la Transfiguración supuso un anticipo de la experiencia que iban a vivir de la Resurrección del SEÑOR, que tendría características distintas. JESÚS prepara a tres testigos de algo extraordinario, que en realidad no podrán definir, pero les servirá para mantener la Fe en medio de notables turbulencias, ayudando así a sus compañeros. Un evento importante tiene que ser confirmado por dos o tres testigos (Cf. Dt 17,6).

Oración en la Montaña

“El Hijo del hombre vendrá en su Gloria, en la de su PADRE, y en la de los Santos Ángeles; pero hay algunos entre los aquí presentes que no gustarán la muerte antes de ver el Reino de DIOS. Sucedió que unos ocho días después de estas palabras tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al Monte a orar” (Cf. Lc 9,26-28). Estos tres discípulos van a tener una experiencia  muy cercana a la Vida Eterna. Van a vislumbrar la Gloria del HIJO, la del PADRE y algo del ámbito propio de los Santos Ángeles, pues reconocerán a Moisés y a Elías, que siendo hombres con una corporeidad propia, sin embargo en el Cielo viven de modo similar a los Ángeles, según aclaró el propio JESÚS a los saduceos (Cf. Mt 22,29-32). Los ocho días no es un intervalo de tiempo cualquiera, pues está relacionado con la Resurrección, cuando JESÚS vuelve al cenáculo estando allí el apóstol Tomás (Cf. Jn 20,24-29). Lucas hace uso de esta referencia temporal para significar la relación de la Transfiguración con la dimensión divina de JESÚS, que se manifestará de forma plena en la Resurrección. Como en otras ocasiones, de forma especial en el evangelio de san Lucas, JESÚS señala con la oración distintos acontecimientos: la manifestación de la TRINIDAD en el Bautismo en el Jordán (Cf. Lc 3,21-23). La elección de los doce va precedida de una noche de oración en la Montaña (Cf. Lc 6,12-13). La pregunta clave al discípulo, JESÚS la formula en un ambiente de oración (Cf. Lc 9,18-20). Visto lo anterior no resulta extraño que la Transfiguración sea el resultado de una actividad orante. La Montaña se convierte en un ámbito espiritual. Todos en la oración tenemos que trascender de algún modo lo que encontramos en la horizontalidad de la llanura. Trascender lo inmediato y subir a la Montaña equivale al recogimiento interior de aquel que “entra en lo secreto y ora al PADRE” (Cf. Mt 6,6).

Efectos de la oración

“Mientras oraba, JESÚS, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante” (v.29). Los tres sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas, resaltan en común la blancura y resplandor de la túnica, pero difieren en la apreciación del rostro, que Mateo describe resplandeciente como el sol, Lucas prefiere resaltar su transformación y Marcos omite su aspecto, acentuando la imposibilidad de ver el rostro de DIOS y quedar con vida. San Marcos recuerda a Moisés cuando DIOS le oculta su rostro, porque nadie puede ver el rostro de DIOS sin morir (Cf. Ex 33,20). San Lucas mantiene aún la humanidad de JESÚS en su transfiguración y señala el cambio del rostro, sin matizar la intensidad del cambio. Para Mateo el rostro de JESÚS resplandeciendo como el sol es reconocer que JESÚS es el REY cuyo rostro brilla como el sol. La versión de san Lucas deja la puerta abierta a la mirada admirativa por parte de los discípulos, que perciben sin contratiempo el rostro modificado del MAESTRO, que resalta, por otra parte, con respecto a Moisés y Elías que lo acompañan en ese momento.

Moisés y Elías

“Conversaban con JESÚS dos hombres, que eran Moisés y Elías, los cuales aparecía en Gloria y hablaban de su partida, que se iba a cumplir en Jerusalén” (v.30-31). El contenido de la conversación mantenida gira sobre la partida del SEÑOR, el éxodo o la salida que va a realizar. El misal de la Conferencia Episcopal Española traduce expresamente por “la muerte que se va a producir en Jerusalén”. Esto último ofrece una gran precisión al contenido de la conversación mantenida. La Ley y los Profetas, que componen el conjunto de los libros del Antiguo Testamento, están representados por Moisés y Elías. La Ley de Moisés se ofrece esperando su cumplimiento con la Nueva Ley del Evangelio; y los profetas van anunciando la plenitud de los tiempos en los que DIOS enviará a su MESÍAS. Con JESÚS lo previsto por Moisés y Elías se había cumplido. El recorrido de JESÚS, el HIJO de DIOS, estaba tocando a su fin, y la manifestación en Jerusalén era la etapa final. Por el cariz que venían tomando los acontecimientos, el desenlace seguiría los pasos del Siervo de YAHVEH, especialmente lo descrito en su “cuarto cántico” (Cf. Is 52,13—53,1ss). La victoria sería de JESÚS con la Resurrección previo paso por la Cruz. Aquel coloquio, ¿ayudaría a entender a los discípulos presentes algo más sobre el crucial asunto? Estos tres discípulos se duermen en Getsemaní, cuando JESÚS les pide que oren con ÉL (Cf. Mt 26,36ss) y al pie de la Cruz no hay discípulo alguno, según los sinópticos, ni de lejos. El evangelio de san Juan señala al discípulo amado al pie de la Cruz (Cf. Jn 19,25-26). Es cierto que los discípulos podían correr la misma suerte que JESÚS en aquellos momentos.

Invadidos por el sueño

“Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su Gloria y a los dos hombres que estaban con ÉL” (v.32). En determinado momento, el sueño es un gran aliado, pero en otros resulta un enemigo al que es necesario vencer. Los discípulos estaban cargados de sueño, pero luchaban por permanecer en vela. Cabría pensar que para aquella ocasión los discípulos contasen con una gracia especial de clarividencia propia del éxtasis. El esfuerzo de ver a JESÚS y a Moisés y Elías contribuyó a mantenerse despiertos y en vela. Recuerdan en este caso los siervos de la parábola que están en vela, entrada ya la madrugada, esperando la llegada del SEÑOR (Cf. Lc 12,37ss). El sueño, cansancio o fatiga, nos vencen con facilidad dada la fragilidad de nuestra condición. La ascesis y el esfuerzo moderado mejoran, a veces, algunas disposiciones para la oración o meditación. En un nivel distinto, este texto nos muestra que la experiencia espiritual intensa o el ejercicio espiritual continuado, también se llevan parte de nuestras energías físicas y psíquicas. Nuestra alma dada por DIOS requiere su propio alimento, que se encuentra principalmente en la EUCARISTÍA, la oración, como alta expresión de la Caridad, y Obras de Misericordia. Pero todo ha de estar regulado por la prudencia, pues nuestros estrechos límites nos hacen quebradizos. Con todo, la experiencia en la Montaña por parte de los discípulos estaba siendo extraordinaria. Nunca se habrían podido imaginar lo que su mirada espiritual estaba contemplando. Con cierto sopor, asombro y desconcierto.

Tres tiendas

“Al separarse Moisés y Elías de JESÚS, le dice Pedro: MAESTRO, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; sin saber lo que decía” (v.33). Terminado el coloquio entre JESÚS, Moisés y Elías, definido en un solo término: éxodo, se van y queda JESÚS con sus discípulos en aquella atmósfera sobrenatural. Pedro tiene algo que decir en aquella circunstancia: “MAESTRO, qué bien se está aquí”. Como les pasa a los que tienen la vivencia de una ECM -experiencia cercana a la muerte-, el estado en el que entran es de un bienestar desconocido hasta ese momento, hasta el punto de no desear en absoluto volver al estado de vida anterior. Pedro con claridad lo dice directamente: aquí se está muy bien. Por lo que dice a renglón seguido, parece que todavía tiene un pie a este lado de la orilla, pues se ofrece para hacer tres tiendas, o chozas, como en la fiesta de Sucot o Fiesta de las Tiendas, evocando el tiempo que Israel camino por el desierto hacia la Tierra Prometida. Por otra parte no sabemos la naturaleza de las tiendas que Pedro pretendía preparar para JESÚS y los insignes acompañantes, que ya se habían ido. El evangelista o narrador está convencido que Pedro no sabía lo que decía. Para entrar en el mundo venidero hay que ser transformado, pues las condiciones presentes que nos definen no son adecuadas. Tal cosa sólo está al alcance de DIOS mismo.

Envueltos en la nube

“Estaba Pedro diciendo estas cosas, cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra, y al entrar en la nube se llenaron de temor” (v.34). La nube anticipa la presencia del PADRE al que oirán, pero no contemplarán directamente. La reacción inmediata ante el Misterio de DIOS es el temor y la adoración. Hemos de mantener la conciencia de la diferencia existente entre DIOS y cualquiera de nosotros. Para una relación adecuada no podemos perder de vista la diferencia entre el CREADOR y la criatura, entre el hombre y DIOS. El don de temor hace justicia o pone en el justo orden las relaciones entre el hombre verdaderamente devoto y fiel. Aquellos discípulos tenían que volver a tomar conciencia de sus límites, pues lo que habían vivido era algo muy especial del todo inmerecido; y, por otra parte, les quedaba casi todo por conocer. La nube además de convertirse en vehículo de revelación, devolvía a los discípulos poco a poco a su realidad personal.

La voz del Padre

“Vino una voz desde la nube que decía: este es mi HIJO, mi elegido, escuchadle” (v.35). De nuevo la TRINIDAD se manifiesta y revela para ofrecer su Amor misericordioso a los hombres. El PADRE nos habla por el HIJO, que a su vez nos remite al PADRE como punto final de la obra redentora. El Evangelio es el anuncio de Salvación que el PADRE quiere dar a conocer a todos los hombres. Lo mismo que el PADRE ama al HIJO engendrándolo incesantemente; también el HIJO nos urge a poner nuestra atención en el Evangelio que nos devuelve al Amor del PADRE por nosotros. El Evangelio es en último término la verdad de que “tanto amó DIOS al mundo, que envió a su hijo JESUCRISTO, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por ÉL” (Cf. Jn3,16).

De vuelta a lo cotidiano

“Cuando se oyó la voz, se encontró JESÚS solo. Ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto” (v.36). Después de una experiencia de este tipo lo prudente es por lo menos esperar para contar lo sucedido. La asimilación de estas experiencias lleva un tiempo, que no es el mismo para todos; pero un silencio prudencial ofrece veracidad al acontecimiento. Al comparar los pasajes de Resurrección, aparecen rasgos y características distintas de la Transfiguración. Pero entonces será el momento de ofrecer los detalles de este episodio para hacerse una idea ajustada de la persona de JESÚS, que siendo el HIJO amado del PADRE, apareció siempre “como un hombre cualquiera, que terminó aceptando la muerte en la Cruz, siendo en realidad de condición divina (Cf. Flp 2,5-11).

San Pablo, carta a los Filipenses 3,17-4,1

La carta a los Filipenses es un escrito de madurez por parte del Apóstol, y lo que transmite son las convicciones profundas después de haber pasado por innumerables pruebas y tenido la oportunidad de comprobar la presencia del ESPÍRITU SANTO actuando en medio de sus comunidades. Haber encontrado el Evangelio de JESUCRISTO es el mayor bien por el que merece la pena permanecer siempre alegres. Por el tesoro recibido hay que prevenirse de los obreros malos, aquellos que predican otro CRISTO y otro Evangelio. San Pablo concluye: lo que era para mí ganancia, lo juzgo pérdida a causa del conocimiento de CRISTO. Todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de CRISTO (Cf. Flp 3,7-8). San Pablo piensa en el Poder de la Resurrección de CRISTO, tratando de llegar a la Resurrección de entre los muertos (v.11). Aunque se encuentra en la recta final de su vida, sin embargo todavía queda para llegar a la meta.

El buen ejemplo

“Hermanos: sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros, porque muchos viven…como enemigos de la Cruz de CRISTO” (v.17-18). El modelo de vida cristiano al final coincide con el testigo de JESUCRISTO. San Pablo con sus colaboradores viven por CRISTO y para ÉL; pues no se guardan nada para sí mismos. Pablo, Timoteo, Silas, Bernabé o Tito, son algunos de los verdaderos testigos que anuncian a CRISTO y su Evangelio. Asistidos por la acción del ESPÍRITU SANTO mantienen una ética o moral, al tiempo que exhiben la espiritualidad del discípulo que está íntimo a su MAESTRO. La ejemplaridad es imprescindible para la trasmisión de la religión, de las virtudes y los valores. La persona ejemplar no es exactamente impecable, pero debe mantener un margen aceptable de coherencia entre lo que dice y hace.

Ciudadanos del Cielo

“Nosotros somos ciudadanos del Cielo de donde esperamos como SALVADOR al SEÑOR JESUCRISTO” (v.20). El cristiano vive en este mundo con la disposición de transformar las cosas según el modelo que está en el Cielo, pues así lo rezamos en el Padrenuestro. En este sentido somos ciudadanos del Cielo, que será nuestra patria definitiva. Si vivimos bajo la inspiración del Evangelio nuestro destino es el Cielo dado por nuestro SALVADOR JESUCRISTO.

Transformación

“JESUCRISTO transformará este cuerpo miserable en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del Poder que tiene para someter en SÍ todas las cosas” (v.21). Nuestro cuerpo presente necesariamente tiene que ser transformado para entrar en el Cielo. No se trata de una metamorfosis, que sería un cuerpo material por otro, sino que recibiremos una corporeidad semejante al cuerpo glorioso del SEÑOR.

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